Represión, pobreza e incertidumbre en Zimbabue
Ciudadano del mundo > ColumnasPor Julián Ortega Martínez
jueves 12 de abril de 2007 0:01 COT
La aparente prosperidad en la capital Harare contrasta con la pobreza en que se halla sumido el 80% de los zimbabuenses (Foto: Damien Farrell, licencia CC-BY-SA)
Robert Mugabe dijo en alguna ocasión que gobernaría hasta que tuviera 100 años. Tiene 83. Y por primera vez en mucho tiempo, su posición presidencial peligra, no tanto por la oposición, a la que tiene controlada mediante la represión y la intimidación, ni por la grave situación económica y social de su país, sino por la división al interior de su partido político, que no obstante lo postuló candidato a las elecciones del próximo año.
El ex guerrillero anticolonial, que contribuyó a la independencia de su país y a una temprana etapa de prosperidad, pronto se “encariñaría” con su cada vez mayor poder, como primer ministro y luego presidente. Desde el comienzo de su mandato, en 1980, Mugabe ha sido responsable tanto de crímenes hacia sus adversarios políticos (cometidos por una brigada del ejército entrenada por Corea del Norte) como de aplicar de forma tardía e ilegal una “reforma agraria” para repartir las inmensas tierras productivas que eran propiedad de la minoría blanca, y de sacar de sus casas a la fuerza a miles de personas en las ciudades, al estilo del tirano camboyano Pol Pot. Tras la muerte de su esposa Sally en 1992, quien era su principal consejera, afirman algunos que empezó la debacle de Zimbabue, un país arruinado donde, sin embargo, los colegiales lucen uniformes limpios, merced al compromiso de Mugabe con la educación (uno de sus pocos aciertos) y donde el régimen pide prestados policías de Angola.
Igual que en la Alemania de entreguerras, los trabajadores salen disparados a las tiendas apenas cobran sus sueldos, dada la hiperinflación (que va en 1.600% y que este año podría superar el 4.000%) y la rápida devaluación de la moneda, que en 1980 valía incluso más que el dólar estadounidense. The Economist resume así la grave situación económica de este país africano:
“El hambre se propaga. La esperanza de vida ha caído a cerca de 35 años mientras el sida y la falta de comida atacan. Más familias se saltan las comidas por completo. Cualquier pedazo libre de tierra se usa para cultivar, aún en el centro de la ciudad. Los cementerios urbanos y los andenes de las carreteras están plantados de maíz. El camino al aeropuerto está salpicado de terrenos agrícolas. Las panaderías del país están cerrando, al no ser capaces de vender pan a los precios fijos de ensueño ordenados por el gobierno. El combustible para cocinar, entre otros bienes básicos, no pueden hallarse ya”.
Mientras tanto, Mugabe se ocupa más de combatir la “publicidad negativa” de Occidente con más propaganda, amén de intimidar, reprimir y torturar a sus opositores y a los independientes. Medios como la BBC y CNN fueron expulsados del país. La revista digital The First Post tiene un corresponsal que trabaja con seudónimo. Hace unos días, un camarógrafo de la estatal ZBC, Edward Chikombo, fue asesinado presuntamente por la temible Organización Central de Inteligencia (CIO, por sus siglas en inglés), al parecer por filtrar material audiovisual relacionado con la paliza que las fuerzas gubernamentales le propinaron hace un mes a Morgan Tsvangirai, líder del opositor Movimiento para el Cambio Democrático, partido que logró una importante participación parlamentaria en 2002, que luego perdió, en medio de acusaciones de fraude, en 2005. El político fue liberado a finales de marzo y arrestado de nuevo, previniendo una aparición suya ante medios internacionales. Otro periodista, Gift Phiri, fue arrestado y torturado por “escribir falsedades” tras afirmar en un artículo que las fuerzas militares habían pedido la dimisión de Mugabe. Phiri, en libertad condicional, podría pasar dos años en prisión. Todo esto se ampara en una ley de 2002, que limita la libertad de prensa, lo que ha ocasionado el cierre de varios medios independientes, que no obstante se las ingenian para hacer llegar su mensaje al interior del país.
Manifestación contra Mugabe frente a la embajada de Zimbabue en Londres, en agosto de 2006 (Foto: Jraf, licencia CC-BY-SA)
Sus vecinos temen que la crisis de Zimbabue se extienda por la región, mientras reciben a cientos de miles de refugiados que escapan del hambre y de la represión. Muchos de sus habitantes viven de las remesas que les envían los cerca de 3 millones de exiliados. Por su parte, el tirano se siente cada vez más solo dentro de su propio partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente Patriótico (ZANU-PF), que alguna vez le sugirió que abandonara el poder. Aunque Mugabe obtuvo el beneplácito de su partido para participar en los comicios de 2008, la división se siente y el gobierno se sienta a cambiar de nuevo las reglas electorales, entre otras cosas para hacer frente a las ambiciones de gente como Joyce Mujuru, la vicepresidenta del partido y primera en la línea de sucesión, a quien el tirano acusa de “desleal”. La Iglesia Católica y las congregaciones cristianas se suman a la lista de enemigos del régimen. El domingo de resurrección, fuerzas del estado irrumpieron en una iglesia de la Misión Apostólica, donde al parecer el pastor sermoneaba en contra del dictador, gracias a informes de infiltrados de la CIO, y propinaron una paliza a los feligreses. Los obispos católicos advirtieron de la posibilidad de una revuelta si no había “elecciones libres”, y se teme que el gobierno reprima una congregación programada para el 14 de abril.
Harare hace oídos sordos a Sudáfrica, el único país al que “escuchaba”. China, mientras tanto, vuelca sus ojos hacia África, brindando ayuda y buscando oportunidades de negocios. Pero quizás la presión internacional, que poco a poco va creciendo a medida que se acerca el fin del mandato constitucional de Mugabe, que fue capaz de arrestar a su antecesor por acusaciones de homosexualidad, ilegal en Zimbabue (Mugabe dijo que los homosexuales son “peores que los cerdos y los perros”), pueda influir en el destino de este país africano. Por ahora, la esperanza y la responsabilidad recaen en los propios zimbabuenses, que son los únicos que pueden acabar con la era Mugabe, ya sea por un golpe de estado o mediante las urnas. Todo depende de lo que suceda de ahora en adelante. Hay gente dispuesta a combatir la represión y la intimidación. ¿Se dará el cambio?
viernes 13 de abril de 2007, 11:37 COT
Que buen artículo… lo invito a opinar en mi blog!
viernes 13 de abril de 2007, 16:55 COT
Que buen artículo Julián. La barbarie es barbarie aquí y en cafarnaúm. El exceso de poder apesta y bastante, así por estos lares crean que un payaso veneco es la salvación del continente.
lunes 18 de febrero de 2008, 17:13 COT
Julián,
Yo he visitado varios países de África y sé que la situación económica de Zimbabwe no es nada diferente de lo que es en Uganda o Kenia; aún para la gente de esos países no hay mucha diferencia con lo que se puede ver en la misma Sudáfrica, el país más rico de la región.
Las ciudades africanas tienen una aspecto moderno, pero solo la parte central donde viven os ingleses y los ricos, el 90% restante son tugurios sin calles pavimentadas ni servicios.
En el caso de Sudáfrica, este país tiene un PIB que es 3 veces el de Colombia, con una población similar. Aún así, Sudáfrica está 100 puestos por debajo de Colombia en el Índice de Desarrollo Humano y Colombia no está muy bien que digamos, pues está por debajo de Cuba, Venezuela, Brasil y Panamá en este aspecto.
Lo que hace Zimbabwe diferente del resto es que los ingleses, quienes son dueños de la mayoría de los negocios, ya no tienen vía libre en éste país. El hambre, la pobreza, la miseria de los negros siempre ha estado allí y nadie se acordó de ellos hasta que Mugabe se le ocurrió quitarles la tierra a los ingleses para devolvérsela a sus legítimos dueños muchos de los cuales todavía están vivos y recuerdan el momento cuando los ingleses los desalojaron de las aldeas y tierras para establecer las haciendas trabajadas con mano local muy barata para producir comida para el Reino Unido.
sbado 7 de marzo de 2009, 09:13 COT
Curioso que haya sido un camión de la USAID el que embistió el auto de Tsvangirai. Parece que Tsvangirai descubrió la verdad de lo que pasa en Zimbabue y ahora la CIA quiere asesinarlo.
USAID fue una de esas ONG que se supo eran fachadas de la CIA. Es una vergüenza que los gobiernos todavían no se den por percatados y sigan dejando colar a esta organización en sus territorios.