Reencuentro con Marta Harnecker
Austral > ColumnasPor Julio Suárez Anturi
jueves 22 de junio de 2006 11:15 COT
Parece una ceramista, una vieja directora de liceo femenino, una inmigrante nórdica con bagaje de militante feminista. Pero es Marta Harnecker.
"¿Marta Harnecker? ¿Y quién es esa señora?", preguntarán los de ahora.
Marta Harnecker escribió un libro que fue muy leído entre los jóvenes –universitarios soñadores– de los años setentas y ochentas. Se titula Conceptos elementales del materialismo histórico. Algunos conocimos una rústica versión mimeografiada, pero ya han salido de las imprentas 64 ediciones formales.
Conceptos elementales del materialismo histórico fue para muchos un libro de cabecera.
Muchas generaciones de jóvenes latinoamericanos lo aprendieron de memoria, como si fuera una especie de catecismo laico, y después lo vociferaban –no recitaban, ni explicaban, ni compartían, ni revelaban, sino que lo vociferaban– dondequiera que podían, viniera o no al caso.
A muchos, también, nos faltó la necesaria deficiencia conceptual para erigir aquella férrea cartilla en libro sagrado de la izquierda.
En sus páginas explicaba qué eran "medios de producción", "plusvalía", "mano de obra", "lucha de clases", "superestructura" y otras cosas por el estilo.
Y fue este recuerdo el que no pude conciliar con la foto de la ceramista sueca que vi en estos días.
Tengo una vaga imagen de ella en esa época: una hermosa mujer, autora de semejante ladrillo marxista, quien sin embargo inspiraba –entonces– más un vino en penumbras, que una revolución al rayo del sol.
Marta Harnecker había sido hasta ahora, uno de esos episodios del pasado que –muy de cuando en cuando– transita ante los ojos de la memoria, pero con muchísima menos intensidad –hay que confesarlo– que el día que aprendimos a montar en bicicleta, o tuvimos la primera y torpe incursión sexual.
Había que detenerse, pues, en la foto de la señora y en el texto del artículo en la revista Qué pasa.
Lo que se cuenta allí me llamó la atención, y no por novedoso –seguramente– sino por ignorancia propia de los acontecimientos narrados.
Para comenzar, supe que era chilena. Ahora creo que yo creía que era francesa, no sé por qué. Supe que era sicóloga, y yo creía que socióloga. Supe que cumplió 70 años, que vive en Caracas, y que es asesora del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
También supe vivió en La Habana, Cuba, tras haberse asilado en la embajada de Venezuela al momento del golpe militar de 1973 en Chile, y allá se casó con Manuel Piñeiro Losada, conocido por el mote de "Barbarroja", a la sazón jefe del G-2 cubano, el aparato de inteligencia de Fidel Castro, quien, tras la caída del Muro de Berlín lo relevó del cargo para atenuarle a Cuba el sanbenito de "exportador de revoluciones".
Manuel Piñeiro Losada murió en un accidente automovilístico en 1998.
Este hecho causó inestabilidad en la permanencia de Marta Harnecker en La Habana, y cada vez más se le vio en Caracas, antiguo refugio, hasta que en el 2002 decidió radicarse ahí.
Ella ahora rectifica algunos conceptos de otra época. Dice: "Nuestra generación pensaba que había que llegar al poder y transformar la sociedad desde arriba, y una de las cosas que hemos aprendido es que la democracia es un proceso cultural, y que para que éste se produzca hay que trabajar políticamente desde los espacios en donde estés".
También llama al presidente de Venezuela, "líder bolivariano", y como su asesora afirma de él que "cuando Chávez habla del socialismo que se intenta construir en Venezuela él siempre aclara que se trata del "socialismo del siglo XXI" y no una copia de los modelos socialistas anteriores".
Ahora, "que tengo mucha juventud acumulada" –dice–, dice que "en Uruguay, desde mi punto de vista, se encuentra la izquierda más madura del continente", por la razón antes dicha: es una izquierda que está empeñada en un proceso "desde los espacios en donde estés", y no aspira a una transformación social "desde arriba".
Marta Harnecker diagnostica, además, que "la revolución bolivariana ha entrado sin duda en una nueva etapa".
Y a continuación hace un llamado: "No sólo es necesario que todo el pueblo venezolano asuma su defensa, sino que se profundice la solidaridad internacional para impedir todo intento de intromisión extranjera".
Leyendo la revista me informo que vivía en Las Lilas, en Santiago. Era hija del representante comercial de ascensores Schindler en Chile, y en los años 60 viajó a Francia para estudiar un posgrado en Sicología.
Eso es: Francia es el lugar donde mejor podía yo ubicarla.
Estando allá, trabó amistad con Louis Althusser –otro icono de los años mozos–, y quizás por su influencia, poco después vio la luz pública el catecismo marxista titulado Conceptos elementales del materialismo histórico, por el que siempre será recordada Marta Harnecker. Pese a los otros 40 libros que ha escrito.
viernes 23 de junio de 2006, 08:35 COT
Recuerdo a Marta Harnecker como una escritora marxista exótica que se leía por curiosidad en las èpocas universitarias. Nunca tomada realmente en serio, pero si vista como una referencia de una vertiente del marrxismo. Buena esta referencia a la arqueología marxista que aún subsiste en los predios del Palacio de Miraflores, demostrando que los dinosaurios si pueden convivir con los mamíferos, aunque estén en proceso de extinción, para nuestra fortuna.
viernes 23 de junio de 2006, 14:57 COT
Eso se decía, Marsares, que era exótica; pero los mismos que decían eso llevaban sus “Conceptos elementales del materialismo histórico” debajo del brazo. Y a continuación, pontificaban: “Según Marta Harnecker…” y era palabra dicha. Pero, en fín, que de esos tiempos nos queda, gratamente, la sonrisa de aquel recuerdo. Un compañero de clases que la recitaba con puntos y comas -radical él- terminó siendo alcalde en un pueblo del Valle, ¡por el Partido Liberal de Horacio Serpa y Ernesto Samper Pizano! Pero en verdad que los dinosaurios están en extinción, tanto los de izquierda como los de derecha. Demoran un poquitín, pero se están extinguiendo. Creo. Abrazo.