¿Qué se viene con Alfonso Cano?

Posterior al deceso del máximo comandante de las FARC, Timoleón Jiménez le expuso a la opinión pública que Guillermo Saenz Vargas, alias Alfonso Cano, sería el nuevo líder de la guerrilla que muchos medios denominan como la “más vieja del mundo”. Incluso, se podría de hecho señalar que, por su organización y su estructura operativa, esta sería la “única guerrilla que queda en el mundo”, puesto que la componen una gran cantidad de cuadrillas y cuadrillas móviles, organizadas en frentes y frentes móviles, alternándose unas con otras en columnas móviles a lo largo y ancho del país, y finalmente, componiendo los grandes bloques, dirigidos por su Estado Mayor con 58 integrantes, de donde 7 de ellos más 2 suplentes componen el Secretariado. Es claro que el resto de movimientos insurgentes que aún quedan en el mundo, como el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) al sur de México (en los estados de Oaxaca y Guerrero), no se comparan en cuanto a organización con el grupo guerrillero colombiano.

Así pues, el nuevo comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tiene muchos retos que afrontar ya sea para alcanzar la paz, o en su defecto, para lograr su victoria. Siendo este personaje educado en una de las mejores universidades del país, y además, una persona dogmática y estructurada, si quisiera alcanzar la paz, en primer lugar, debe llevar al grupo insurgente a deponer las armas y establecer las condiciones para llegar a una negociación. Cano era el que abanderaba el despeje de los municipios de Florida y Pradera, casualmente, un puente entre el Bloque Sur que opera fuertemente al norte del departamento de Cauca, y Chaparral (Tolima), donde queda el “Cañón de las Hermosas”, paso obligado para conectarse con el Bloque Central. La estrategia y la “buena fe” de esta petición no es del todo clara, por ser estos municipios potencialmente estratégicos para la comunicación de estos dos grandes bloques (por no decir los últimos que quedan en pie). Por tanto, adalides del gobierno nacional se han opuesto rotundamente a complacer esta petición.

Solucionada la logística, los puntos a negociar con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez se diluirían inútilmente en la coyuntura política actual. Se sentaría a negociar un grupo insurgente señalado de terrorista por el mundo entero y la población civil, acusado de cometer atroces delitos de lesa humanidad y delitos universales como narcotráfico, con un Estado salpicado por la denominada “parapolítica” cuya dirigencia se sostiene por un discurso exacerbadamente militarista. La pregunta que el colombiano corriente debe hacerse es ¿qué se lograría en esa negociación?

Al mejor estilo de las “guerras de comida” de cualquier guardería colombiana, todos se tirarían puyas con todos, y finalmente, todos se tildarían de malos con todos. De un lado, unos en su “ilusión” de la resistencia armada, y del otro, emanando su arrogante “triunfalismo”. Unos que de orgullo no mostrarían a su contraparte su debilidad militar, y otros, con su delirio de “victoria” , tratarían de persuadir al otro o si no… ¡pailas! Algo definitivamente muy de colombianos; ¿algún colombiano se imagina a Alfonso Cano, Pablo Catatumbo y Timoleón Jiménez teniendo una plena y armoniosa conversación con el Ministro Arias, el Ministro Holguín y José Obdulio Gaviria? O en su defecto, ¿si el Presidente Uribe a duras penas saluda al alcalde de Bogotá siendo este tan sólo del partido opuesto, alguien se podría imaginar un fraternal abrazo entre éste y el comandante de las FARC como en su momento lo protagonizaron Pastrana y Marulanda?

Tanto odio, resentimiento y dolor mantienen alejada cualquier posibilidad de un diálogo cordial entre los insurgentes y el gobierno Uribe. Ahora bien, si la decisión de Cano no es negociar sino continuar alzado en armas, como la figura intransigente y calculadora que es, le podría dar un giro al modus operandi del conflicto colombiano. Podrían eventualmente, cesar las minas antipersona, los niños y animales bomba, los cilindros, y empezaría a realizarse una guerra de guerrillas de manera muy minuciosa; empezarían los atentados terroristas en puntos clave de la capital, asesinatos selectivos a personalidades de la política a todo nivel territorial, y los golpes simbólicos. ¡No me sorprendería un exceso de panfletos circulando por todas las ciudades e incluso, un intento por tomarse los medios de comunicación masiva para exponer trasnochados discursos marxistas! Cano buscaría más golpes político-militares, que únicamente militares; obviaría tomarse poblaciones y acabar con sus estaciones de policía, y buscaría más bien asestar golpes contra puntos altamente estratégicos y hasta simbólicos (tratándolo de modo jocoso, podrían hacer algo como prenderle fuego a la cabeza de Laureano Gómez que está situada en la NQS con 94).

En fin, hay mucho que especular con la nueva comandancia de las FARC. Es claro que muchos fanáticos políticos de la extrema derecha se sorprenderían y escandalizarían tras un análisis como estos. No obstante, algo que se debe aprender de los orientales, en especial, de los japoneses, es que se debe conocer demasiado al enemigo para efectivamente, poderlo vencer. De lo contrario, nos arriesgamos a que la vida y la naturaleza se nos adelanten…

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