Política de masturbación, motel público o infertilidad
Columnas > Paso sin destinoPor Lukas Jaramillo Escobar
sbado 18 de abril de 2009 12:09 COT
Hay candidatos que ofrecen avenidas, ministros que, permitiendo entramados de haciendas para unas palmas, han ganado favores y pelados, aquí en Medellín, a los que sólo les brota de sus manos, plomo. ¿Habrá algún candidato que ofrezca inaugurar el primer motel público? ¿Un sicario sabrá cómo masturbarse bien? Sé que si las cosas salen bien, tendremos ministros inaugurando alamedas para caminar mientras uno se enamora, haciendo cosas que no sirven para nada: sembrando flores.
Apenas hoy entiendo, aunque lo haya escuchado siempre, que lo más valiente es vivir, después de leer la línea en la que Kundera, a través de un personaje muy parecido a él, dice: “nunca considere importante lo obligatorio”. Es obligatorio morir, el que da la muerte hoy en Medellín a su esposa en la cama con un vecino o a cuatro “enemigos” parados en una esquina sólo es capaz de dar lo que inevitablemente vamos a encontrar más adelante (quién sabe cuándo). Es obligatorio pavimentar carreteras: ningún favor nos hace el funcionario que hace lo que se le encomendó hacer, y no se necesita ser un genio para saber qué hacer con la plata de un peaje, repetir la historia, seguir la corriente haciendo lo acostumbrado.
Dar la vida, revivir con una idea, crear escenarios para la vitalidad, inspirar nacimientos, requiere arte, oficio y creatividad; ponerse por encima de la inercia mortal de la población es la única valentía. Una política para merecer amar, tiene que mantenerme vivo (sopa tibia, agua, antibiótico, hacer blanda la punta de la bala, mantener el carro en el camino, el edificio en pie), permitirme guarecerme (en una casa), aportar con un oficio (educación, emprenderismo, política laboral); pero sobre todo, hacer de la fuga, el refugio y el encuentro, una misma escena, una misma vida. Hoy quiero amanecer dócil y rebelde para decir como ciudadano que acepto que me salve (allá donde no estoy del todo perdido) aquel hombre o mujer de lo público sólo si apela al corazón que comparto con usted, construyéndome un lugar para encontrarlos, abriéndome un camino para encontrarme, dándole algún lugar a mi voz para que usted me oiga.
Las almas colombianas van buscando un refugio luego de ser desplazadas y se encuentran con un gueto donde criar unos niños sin derecho a la intimidad; las plazas de vicio en la ciudad viven de la pulsión de fuga de unos pelados que cuando menos piensan ya están atascados, ya no se pueden conectar; además, encontrarse con otros cobardes “enfierrados” en una esquina, a esperar lo que nunca va a llegar, no tiene chiste. La política que se reencuentra con la intimidad que enunciamos como amar arranca como prerrequisitos en lo obvio para ser humano, pero termina en el cuerpo, en lo creativo y divino de perseverar en la humanidad. Tiene que contemplar que hay que desarrollar una individualidad corporal, una buena manera de acceder al propio cuerpo para saber querer otros y pensar la cotidianidad que marca los encuentros, los únicos que cuentan a la larga.
Angustia de este pedazo de tercer mundo que se llama Colombia cómo se puede pasar un tiempo a solas en una casa hacinada, en una zona encerrada por la geografía del tugurio, cómo tener la primera propiedad: la de uno mismo. Angustia del mundo que nos empeñamos en seguir haciendo sin creatividad, ese asunto ya objetivo de una filosofía francesa, que habla del erotismo como invento burgués al que se accede por privilegios trazados en el mercado y no por derechos acordados en un contrato social. No contamos con el lenguaje para definir nuestras restricciones más grandes, para rechazar las mayores torpezas de un sistema donde, lleno de dispositivos, todo es posible pero nada está habilitado, todo está a medio conectar, a medio permitir.
sbado 18 de abril de 2009, 23:33 COT
Que buena Columna hermano. Que se mueran todos los que se disfrazaron de políticos haber si aya arriba si se las cobran en la paila mocha. WRC