¿Poca Libertadores?

Han quedado definidos los 16 equipos que jugarán los octavos de final de la presente edición de la Copa Libertadores de América. Hubo eliminaciones inesperadas, equipos que, como las candidatas feas de los reinados, solamente fueron a pasear, y tongos.

Mirando el listado de los dieciséis, encontramos nombres de escuadras con una mínima, cuando no nula tradición copera en este certamen: Los suramericanos Caracas FC, Paraná, Defensor Sporting, Libertad y Cúcuta Deportivo, junto con los mexicanos Necaxa y Toluca lograron su clasificación, en algunos casos sorpresiva y en otros merecida en virtud al buen presente deportivo de dichos equipos. Quizá los casos más notables sean los del Cúcuta, que en menos de año y medio pasó de jugar en la división B del fútbol colombiano, a ser campeón, líder sobrado de la reclasificación y hoy entre los mejores del continente; y el Caracas, que se dio el lujo de eliminar al River Plate, ganándole los dos partidos. Por lo demás, el Cúcuta ha tenido que jugar a veces el mismo día partidos de copa y de campeonato colombiano, todo porque nuestros directivos se empecinan en hacer el calendario del torneo criollo antes de que se conozca el de la Libertadores. Eso no tiene ningún sentido. Si tienen tantas ganas de hacer el sorteo en la Dimayor en diciembre, que lo hagan, pero que no fijen las fechas de los partidos hasta que tengan el fixture de la copa.

Los seudoexpertos dirán que la mediocridad de los clubes tradicionalmente grandes se rebajó al nivel de los chicos y que por eso ahora hay tanto equipo sin rancio abolengo colado en estas instancias. Sí y no. El formato que tiene actualmente el torneo permite que haya más cantidad que calidad de equipos. Hace 20 años, clasificaban dos clubes de cada país, se formaban cinco grupos de cuatro, pasaban solamente los primeros de cada grupo, y éstos, sumados al campeón del año anterior, formaban dos triangulares semifinales para definir los dos contendientes por el título. Era un sistema exigente al extremo. Pero con el paso del tiempo se fue cambiando la modalidad y se permitieron más equipos por país y más clasificados por grupo. En la edición de 2007 iniciaron 38 equipos, que luego del repechaje quedaron en 32, divididos en 8 grupos de cuatro, y en cada uno clasificaron dos. Más cantidad, menos calidad.

Para acabar de completar, la distribución de los cupos por país es un despropósito: seis para Brasil (cinco por clasificación y el campeón reinante, Internacional de Portoalegre), cinco para Argentina, y los otros nueve países incluido México, de a tres equipos. Es cierto que históricamente Argentina y Brasil están un escalón por encima de los demás, pero de ahí a abrirles campo a “equipazos” como Bánfield, Gimnasia y Esgrima de La Plata y hasta el propio Paraná, es ya creer boba a la gente. Y creerla más boba todavía cuando hacen el “sorteo” de los grupos y arman el calendario al acomodo de los intereses de quienes tienen los derechos de transmisión del evento (léase Fox Sports), con la complicidad de los jerarcas de la Confederación Sudamericana de Fútbol, Conmebol.

Cuando no se había implementado la medida de hacer los emparejamientos de octavos de final, de acuerdo con la ponderación de puntajes de primeros y segundos (vale decir, el mejor primero contra el peor segundo y así sucesivamente) había solamente una llave que a partir de octavos, garantizaba al primero de X grupo a terminar definiendo siempre de local en todas las rondas hasta la final. En 2002, curiosamente, dicha llave estaba destinada al primero del grupo en el que fue sorteado River Plate. Lo malo es que el América de México fue el primero de ese grupo y "dañó" todo.

En 2003, y curiosamente también, la llavecita mágica era para el grupo en el que fue sorteado Boca Juniors. Pero quedó primero el DIM y también les arruinó parte del plan. Para completar, América de Cali eliminó a Rácing y luego a River, tirándose la semifinal Boca-River soñada por Closs, Niembro, Alonso, Veira, “titi” Fernández, Benedetto, etc. Para vengarse, sus secuaces de Conmebol amenazaron al América con sacarlo de su estadio para el juego contra Boca Juniors, alegando los incidentes del partido con River, como la mechoneada del “Pecoso” Castro a Hussain, los garrotazos que les dio la Policía a los de la banda cruzada que armaron camorra y demás incidentes. Los directivos rojos dijeron que si no podían jugar en Cali lo harían en Bogotá, a 2.600 metros de altura, con 12 grados y en una lluviosa noche de mayo. Enterados en Asunción y en Buenos Aires de este plan B de los colombianos, nunca más se volvió a mencionar lo del cambio de sede para el juego de vuelta, pero sancionaron a Castro, a Jairo Castillo, a Virviescas y aplazaron el partido una semana para que se recuperaran dos jugadores boquenses que estaban lesionados. No decimos que por eso Boca eliminó al América, como lo hizo sin atenuantes. Pero si al que es bueno (y de buenas) lo ayudan desde la dirigencia, se vuelve invencible.

Para quedar contentos al fin, en 2004 lograron su semifinal Boca-River, que hasta la filmaron en cine de 16 milímetros y la repiten de vez en cuando si no hay nada más recalentado para poner en antena. Infortunadamente, como no hay felicidad completa, ese año el Once Caldas ganó la final y les dio tanta piedra a Carlos Bianchi y a sus dirigidos, que no asistieron a la premiación. Tiempo después, mostraron el vestuario local de La Bombonera, y se pudieron ver, arrumadas, junto a traperos, baldes, tarros de pomada y guayos sucios, varias de las medallas de plata de aquel subcampeonato que no quisieron recibir.

Lo de anoche fue vergonzoso. Cualquier parecido con la goleada a Perú en el Mundial del 78 no es coincidencia. Los de Bolívar de La Paz, ya eliminados y con la cuenta bancaria llena, no sólo permitieron los tres goles necesarios para la clasificación de Boca Juniors, sino que fueron siete, incluidos un penalty que no existió y un “autogol”. Como ya había quedado eliminado River (con todo y que al Caracas le suspendieron CUATRO jugadores en la víspera del partido contra ellos), era inconcebible que eliminaran a su contraparte, también en primera ronda.

Lo ya mencionado, mezclado todo, influye en la decadencia del torneo de clubes más importante de esta parte del mundo. Mucho equipo que no debía estar, está, y le pega un susto a uno importante o lo elimina, y entonces hay que recurrir a triquiñuelas para que no queden prematuramente por fuera todos los grandes, o al menos los que les convienen a los que venden televisión. De los equipos sin tradición que han brillado recientemente en la Libertadores, vale la pena señalar a Cruz Azul, São Caetano y Atlético Paranaense, que a pulso llegaron hasta la finalísima y cayeron con las botas puestas. Si los grandes van a ganar, que lo hagan como en antaño lo hicieron el Santos en los días de Pelé, el Independiente de Bochini, el Estudiantes de línea zubeldiana, el Flamengo en el apogeo de Zico o el Nacional de Montevideo de finales de los 80, cuando hizo moñona y fue campeón de la Libertadores, la Interamericana, la Recopa y la Intercontinental.

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