Pedofilia
Austral > ColumnasPor Julio Suárez Anturi
mircoles 18 de octubre de 2006 10:13 COT
Casos de pedofilia como los denunciados por Julián Ortega en equinoXio: Efraín Rozo Rincón, Germán Pinilla y Roberto Ospina, que no reciben las sanciones que ameritan, enseñan que, además de la impunidad y encubrimiento institucional señalados, constituyen un fenómeno sin fronteras ni condición social.
Particularmente en el ámbito de las congregaciones religiosas se han hecho denuncias en Estados Unidos, Irlanda y Francia contra sacerdotes y obispos, sin incluir lo que debe estar ocurriendo en otras latitudes del mundo.
Si bien los casos de pedofilia se presentan particularmente deleznables en comunidades de adoración divina, estamos hablando de un fenómeno que no es exclusivo de los claustros donde ejercen estas personas que tienen un compromiso religioso ante la comunidad.
Para comenzar, digamos que la pedofilia es la condición según la cual la edad del sujeto es discordante con la edad del objeto de la atracción sexual. Estamos ante un caso de un adulto deseando sexualmente a un niño.
La pedofilia es, pues, un fenómeno que trasciende los límites de una agrupación beatífica y se instala en la condición humana misma y guarda particularidades frente a la prostitución y la pornografía infantiles.
De la misma manera que trasciende ciertas fronteras sociales para desarrollarse en cualquier ser humano, específicamente masculino, también puede ser heterosexual como bisexual y homosexual.
Chile ha estado sacudido por este tipo de fenómenos, tanto como Inglaterra y Colombia, y además de mostrar que el radio de acción es amplio como la especie humana, se debió comenzar a ver como una enfermedad.
No es fácil para un padre de familia aceptar que el sujeto que tuvo acceso carnal con su hijito de 6 años es alguien que padece un trastorno en su conducta sexual, que debe ser considerado como un caso clínico. La primera reacción de una madre, ciertamente, será la de arrancarle los genitales al perpetrador y pisotearlos y escupirlos.
Pero la ley y la ciencia van por otros rumbos. A uno mismo, como periodista y lector de noticias de pedofilia no resulta fácil incorporar en nuestro entramado ético que ese sujeto repulsivo –porque comienza a adquirir una estampa satánica y abominable– también merece compasión.
Porque ese tipo está enfermo. Porque seguramente también sufre. Porque como lo dijo uno de aquellos que fue capturado en Santiago, era incapaz de controlar el impulso sexual ante un niño o una niña, y pedía a gritos que, por favor, le aplicaran la castración química.
Este era culpable de una serie de actos pedófilos, pero hay otros que de cuando en cuando los realizan, según sea la gravedad de su enfermedad. Como quiera que sea, es bueno saber que una de cada cuatro niñas, y uno de cada ocho niños, serán sexualmente agredidos antes de cumplir 16 años.
También, que en el 90 por ciento de las veces, el abusador es un hombre, y en más de un 80 por ciento de los casos, será el padre, un familiar o un conocido. Puede ocurrir que padre, familiar o conocido, sea un pedófilo encubierto.
Caso este el del senador Jorge Lavandero, que era conocido en la zona de Temuco –Novena Región– y ejercía además una posición de poder con los chiquillos del entorno, hijos e hijas de campesinos. Lavandero fue desaforado y procesado y está preso por pedofilia.
El propósito aquí, no obstante, no es sentar cátedra legislativa ni moral, sino presentar una arista en el menú de consideraciones de un fenómeno que suele enlodar la sociedad.
Adicionalmente, ofrecer las siguientes sugerencias para el cuidado de hijos, sobrinos, ahijados, vecinitos que queramos cuidar:
–Si los niños son pequeños, para enseñarles cuáles son las partes privadas que nadie debe tocar, el especialista sugiere hacer una analogía con las zonas que cubren los trajes de baño.
–Igualmente, explícale quién puede y quién no puede mirarlo y tocarlo. (Por ejemplo, su médico pediatra es uno de los que “sí” puede. Lo mismo si tiene una nana de confianza.)
–Explícales qué le deben decir a alguien que los quiere tocar. Así si les pasa, saben qué hacer.
–Asegúrate de que siempre tengan claro que ellos no tendrán un problema si se niegan a tocar a alguien o si te lo cuentan a ti.
–Háblales con términos sencillos y con la verdad.
–Si te hacen muchas preguntas, y no sabes qué responder, consulta con un profesional (médico, psicólogo o asistente social), en la escuela o centro de salud mental de tu comunidad.
–Termina la charla aclarándole a tu hijo que siempre estarás ahí para protegerlo, que puede contar contigo si alguien intenta algo.
Por último, dejar una pauta mínima para acompañar a los chiquillos, sobre todo en estos tiempos cibernéticos y despersonalizados:
- Diles a tus hijos que nunca den su domicilio, nombre de la escuela, número telefónico o dirección electrónica.
- Explícales que jamás vayan a encontrarse cara-a-cara a solas con un amigo que conocieron por Internet.
- Aunque el “nuevo” amigo les diga que tiene 16 años y que va a la escuela en la ciudad vecina, explícales que puede ser mentira.
- Monitorea a tu hijo cuando esté chateando o navegando por Internet.
- Pregúntale a tu hijo si tiene una página personal. Si la tiene, explícale que eso no es un diario privado sino que su información está al alcance de todo el mundo, incluso de peligrosos predadores.
- Si ves que algo se le va de las manos, no dudes en ponerle un límite a tu hijo.
A la pregunta de mi querido vecino equinoXial Julián Ortega de si aplicar cadena perpetua o castración química habría que añadir atención siquiátrica. Lo cual no quiere decir, para nada, que no se aplique cabalmente la ley penal.
Y un poco más allá: ¿qué sentirían ustedes, qué harían ustedes, si por acaso del destino un hijo les nace pedófilo –y Dios no lo quiera–, sabiendo que aún no hay un claro tratamiento científico para su manejo?
mircoles 18 de octubre de 2006, 13:43 COT
Lo enfocas desde un punto de vista completamente ajeno al tradicional.
Como para compartir con los que tienen niños tanto por las recomendaciones como por el enfoque de enfermedad de la situación
mircoles 18 de octubre de 2006, 21:23 COT
Sencillamente, este es un verdadero “artículo destacado”. Maravillosa forma de darle una visión de 360º al tema. Y por último, un abrebocas a la sorpresa. Qué buena será la confrontación de tus argumentos allí. (tu sabes)
jueves 19 de octubre de 2006, 07:24 COT
Lo que ocurre, Mauricio, es que vivimos una tendencia casi natural a evaluar las cosas desde un punto de vista censurador, lo cual recorta la visión global y elimina las aristas que pueda tener ese tema o situación, parcializando el concepto. Y tratándose de una enfermedad, hay que considerarla en esta dimensión, pese a la furia que nos cause sus consecuencias. Abrazo.
Muy agradecido con tus palabras, Sentido Común. Se trata de lo que le comentaba a Mauricio, cuando abordamos ciertos temas: la ira, justificada, nos nubla el entendimiento. Y, por favor, no le des tantos grados al giro, porque al final quedamos en la misma posición cero. Abrazo.
jueves 19 de octubre de 2006, 18:59 COT
Julio: En verdad manejaste el tema con sus aristas. Gracias por esa
reflexión que nos haces al final. No lo había pensado desde el punto de
vista de sufrirlo en familia de un caso de estos, por ello es relevante
aplicar la asesoría de un experto.
Generalmente cuando se escucha un caso de estos, la sociedad lo condena y no
miramos el asunto como una enfermedad que hay que tratar.
Es loable también este escrito porque ayuda a tomar medidas preventivas y
correctivas.
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jueves 19 de octubre de 2006, 19:01 COT
PAtológica o no, es una condición que no debería tolerarse entre personas con responsabilidad social.
Y como sea, incluso los sacerdotes – de cualquier credo – deberían atenerse a la plenitud de la ley.
jueves 19 de octubre de 2006, 21:08 COT
Es que a veces racionalizamos mucho las cosas; es decir, Lully, las segmentamos, las distorsionamos y creemos que esa es la verdad verdadera. Pero como en este asunto, en todos los asuntos sería sabio aplicar una visión más totalizadora. Por esta razón, es que el artículo no confronta el de nuestro querido vecino Julián Ortega sino que abona una mirada, nada más. Abrazo.
En el texto advierto, Mornatur, que es imprescindible la aplicación con rigor de la Ley. Quizás valga decir aquí que se habla tanto de la ley civil como de la eclesiástica. Y obviamente, tampoco se propone tolerar a los pedófilos. ¡Más faltaba, Mornatur! Sin embargo, trato de aportar un aspecto médico a tenerse en cuenta, para juzgar a estas personas. Y alcarar que el pedófilo es un ser distinto del homosexual. De modo que, así como el Estado provee centros penitenciarios, debería proveer asistencia médica, para hacerle frente a este fenómeno social. Abrazo.
viernes 20 de octubre de 2006, 09:15 COT
Interesante visión del tema de la pedofilia, paro desde el puno de vista de un madre con dos hijos pequeños y que pueden ser victimas de un profesor, sacerdote o cualquer persona de confianza de la familia, todos esos argumentos se me vienen abajo y en lo único que pensaría es hacerle pagar con mis propias manos el daño cometido.
erika
lunes 23 de octubre de 2006, 20:16 COT
Perfectamente comprensible, Érika. Tal como lo anoté: “La primera reacción de una madre, ciertamente, será la de arrancarle los genitales al perpetrador y pisotearlos y escupirlos”.
¿Qué otro sentimiento puede despertar, sino de impotencia, de furia, de venganza?
No es fácil el tema, Érika, pero es más complejo de lo que uno quisiera. Abrazo.
viernes 27 de octubre de 2006, 18:25 COT
Me parece muy interesante esto,de decirle a los hijos todo pero como y cuando es el tema.ya que algunos hijos aprenden mas de la tv,que los consejos de los padres,vivimos en un mundo que va demasiado rapido,y si en algo fallas como en la educacion de tus hijos,vamos fritos,ya que es mencionar algo, te dicen que sos un viejo de antaño.dejo un mensaje que decia florencio sanchez escritor uruguayo
..Los hombres sin caracter,son muertos que caminan….
lunes 13 de noviembre de 2006, 00:33 COT
[…] Pedofilia […]
lunes 13 de noviembre de 2006, 08:17 COT
Hay que buscar la mejor manera, Wizard, de poder acercarse a los chiquillos de hoy en día. Pero ellos tampoco son personas cerradas y refractarias con los padres, como uno cree; ellos escuchan, y la prueba de esto es que tú mismo fuiste hijo rebelde, y recuerdas y atiendes lo que pudieron enseñarte de niño. No hay que descorazonarse, solo tratar de tener una mirada más universal y un corazón más abiertos con los nuestros, para que no vengan extraños a torcerles el camino. Abrazo.
sbado 11 de junio de 2011, 20:43 COT
¿Y qué tal si es una orientación sexual?
viernes 26 de agosto de 2011, 10:07 COT
[…] para todos los acusados en 1966 por los niños del Tihamer Toth. Artículos relacionados: Pedofilia Pedro Rubiano Sáenz, altanero y encubridor Hipocresía, falso moralismo y excomuniones […]