No quiero ser la mujer experimento
ColumnasPor Johanna Pérez Vásquez
lunes 28 de enero de 2008 15:20 COT
Una tendencia contemporánea muy visible a la hora de empezar relaciones de pareja puede ser denominada “no sé”. Se trata de salir con gente, conocerla un poco y luego de una preselección inicial, reducir el grupo para llegar a una persona con quien se experimentará hasta averiguar qué es lo que se quiere con ella.
En mis conversaciones con hombres con frecuencia aparecen comentarios del tipo “yo soy un buen partido” y “me gustaría descubrir lo que quiero con ella” separados entre sí por un escaso par de frases o palabras, haciendo compleja la labor de descifrar su significado completo, porque si el tipo con quien se habla está tan seguro de no saber lo que quiere ¿por qué insiste tanto en autodenominarse posible matrimoniable?
Para mí es claro que los modos actuales de relacionarse en pareja están tan llenos de grises como un laboratorio de fotografía a blanco y negro, entonces para seguir en el mercado no queda más remedio que evolucionar tan rápido como se pueda, sin perder la esencia propia frente a las mutables situaciones que se viven a diario. Pero esto no es nada fácil.
Una cosa es que con los años uno se haya acostumbrado a cuadrarse con alguien poco a poco, sin esperarlo y sin oír una declaración explícita y otra muy diferente que se esté dispuesta a ser la ratita blanca a la que se le da una pequeña pelota de comida cada vez que hace algo correcto a los ojos del experimentador, aunque para ser más exacta en este caso no sólo se recibe comida, por aquello de las invitaciones a cenar, sino que también se logra atención en forma de llamadas y otros gestos de afecto.
No está bien resignarse a callar los deseos propios o enterrarlos en las profundidades interiores para estar con alguien indeciso, a quien no le importa involucrar sentimientos propios y ajenos como método para aclarar la confusión que experimenta. Simplemente es más aceptable la alternativa de pasar un tiempo sin compañía.
Claro que todos tenemos derecho a dudar frente a relaciones en las que nos tornamos vulnerables, como es el caso de las relaciones de pareja en donde, si corremos con suerte, nos abrimos sincera y completamente, pero también es claro que esos temores no son argumento suficiente para manipular a los demás y así lograr que nos acompañen, con la paciencia de un santo, durante los viajes emocionales que emprendemos para decidir si queremos seguir parrandeando como felices solteros o si estamos listos para poner las bases de un compromiso serio y a largo plazo.
Si bien hoy vivimos una época marcada por variados excesos y diversas oportunidades propiciadas por la gran libertad, ganada a través de los años, es necesario seguir teniendo muy presente, en los pensamientos que acompañan a los actos propios, que las acciones se realizan en el mundo real y no en el vacío, por ende tienen consecuencias tanto en el autor de las mismas como para los individuos sobre las cuales éstas recaen, así que es muy ingenuo creer y pensar que se carece de responsabilidad por las reacciones generadas por la satisfacción egoísta de deseos.
Es necesario recordar del mismo modo que nadie obliga a nadie, en escenarios medianamente cotidianos, a soportar lo que podría considerar vejaciones infringidas por un tercero, es decir, si se mete con un hombre abrumado, perdido y confundido asuma las consecuencias porque si lo sabía y de todos modos quiso seguir con él no espere que esa apuesta como candidata a mujer de la vida sea segura ni mucho menos de bajo riesgo.
Tal vez una mejor opción sea salir frecuentemente, con la diversión como única expectativa, al tiempo que se deja a las circunstancias marcar el ritmo de los hechos, sopesando, entretanto si quien se tiene al frente está sintonizado con el sentir propio. Si no es así mejor será seguir adelante para no perder la oportunidad de conocer a otros que quizás combinen mejor con los colores propios, por estar buscándole el lado a algo que obviamente no lo tiene. Esta opción sólo será posible si desde el comienzo se tiene claro lo que se quiere o al menos lo que no se quiere, que en este caso será no ser la mujer experimento.
lunes 28 de enero de 2008, 17:31 COT
Acabo de darme cuenta que estuve en esa categoría de hombres. Hubo una vez en que había tres “candidatas” con las cuales pensaba que podría haber algo chévere. Y le conté de la manera más inocente a una amiga con la que me encontré despúés de un tiempo. Resulto que no fue ninguna de las tres la elegida. Mi esposa termino siendo aquella a la que inocentemente le conté de mis tres “ratoncillos de laboratorio”. Donde menos se espera salta la liebre. Entre uno más lo piense más se equivoca.
Yo estoy seguro de no haberme equivocado 🙂
lunes 28 de enero de 2008, 20:42 COT
Claro que no, no debemos estar dispuestas a ser mujeres experimento. Cada una elije la forma en que quiere relacionarse, pero sin dejar de decir, sin dejar de ser, así sea muy interesante la persona con la que se está…
lunes 28 de enero de 2008, 21:33 COT
Lo miro desde otra perspectiva. De alguna u otra forma todos solemos ser experimentos. Conozco personas que se casaron felices y hoy están separados. La mujeres, sin duda somos como un jardín de rosas que hay que estar regando y, los hombres, por supuesto también merecen lo mejor. Así que, todos estamos en constantes períodos de prueba, así cualquier relación de pareja logra complementarse en el día a día con respeto y sobre todo amor.
Te saludo Johhana con alegría por tenerte en la casa de equinoXio.
mircoles 30 de enero de 2008, 04:37 COT
Habiendo sufrido yo misma la indignidad de ser mujer experimento, ahora ya no soy tan rigorista con lo que esto supone. Ahora me estoy acercando a una persona que no se salta muchos de los parámetros que yo creía tener claro que deseaba, y aunque me da vértigo, me parece mucho más real y excitante. No se puede tratar a las personas como cobayas y hay que tener empatía… pero tampoco se puede vivir con una visión cerrada a la sorpresa y al cambio.
mircoles 30 de enero de 2008, 11:14 COT
No hay nada seguro entre los humanos,ni mucho menos no ser parte de un experimento como lo es diariamente la vida.
Uno se tiene que preparar para vivirlo y sentirlo.Mientras mas experiencia se tenga hay mayor posibilidad de no fracasar.Ese miedo a creerce experimentado entre las partes de una relacion no nos dejan ser felices.
Si uno controla su experimento o mejor llamarlo vida,encontrara razones que hoy son muy pocas; para saber a que vinimos a esta tierra.
mircoles 30 de enero de 2008, 19:34 COT
Como bien dices, el problema está en salir con gente que no tiene ni la menor idea de qué es lo que quiere. Por eso todo intento de relación se convierte en un “vamos a ver qué pasa”.
Creo que lo mejor que podemos hacer por la especie es tratar de averiguar nosotros mismos qué es lo que queremos y no contribuir a este desgaste sin mucho sentido.
jueves 31 de enero de 2008, 08:05 COT
Un riesgo más de la vida. Todos los “cálculos” que se hagan en tonalidades grisáseas o coloridas serán ajustados en la medida que el tiempo pase.
lunes 4 de febrero de 2008, 13:31 COT
Mauricio justamente por eso, porque a veces se decide mejor con el corazón que con la cabeza es que yo trato de apagarla a ver si me va mejor.
Deli tú que ya saliste de estas lides y ojalá sea para siempre.
Macladu justamente eso era lo que tenía en mente mientras cerraba el artículo.
Lully yo creo que las relaciones y las personas merecen ser cuidadas cuando uno las desea armónicas, bien, equilibradas y si uno piensa en eso respetará al menos a la gente que le importa, evitando maltratarla y por ende hacerla experimentos, el resto es azar y en nuestras manos no está.
Gracias por tu cálida bienvenida a este sitio.
Exacto Mar, el equilibrio es la clave. Si te entiendo bien sigues con una guía para encontrar pareja pero flexible, bien por esa.
Fransj creo que entre más experiencia se tiene se sufre menos porque se aprende que no hay muchas cosas realmente irremediables y que las fuentes de felicidad son infinitas si se las sabe encontrar.
Don Apolo justamente esa es la idea y lo que me propongo, para evitar involucrar mutuas confusiones es no prometer nada que sé no podré cumplir, al menos en la gran mayoría de los casos.
Bien lo dices Marqués, entre más uno se aleja del cuadro mejor ve la figura que lo forma y en este caso la distancia es el tiempo.