Mujeres Jedi
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
martes 15 de junio de 2010 17:19 COT
Cada vez que veo un comercial de lavaplatos o detergente me convenzo de que soy una mujer jedi, me repito por infinita vez que me gustaría más combatir el Lado Oscuro de la Fuerza, antes que regalarle mi vida a limpiar la casa. Prefiero que los platos y la ropa sucia se acumulen, en lugar de perderme la lectura de un buen libro o una buena conversación con gente interesante.
Los modelos de feminidad han cambiado poco, a pesar de que las mujeres comenzamos a trabajar fuera de casa y superamos en número a los hombres en las universidades. Los avances científicos y tecnológicos sólo nos recuerdan a diario que es más fácil cambiar el modo en que vemos películas que la forma en que pensamos, que es más sencillo inventar productos para limpiar la ropa que técnicas para sacarnos de la pobreza mental. Ante ello las mujeres jedi nos sentirnos extrañas.
Disfrutamos viendo una y otra vez The Devil wears Prada no porque queramos tomar ideas para saber cómo vestirnos, sabemos bien que esas tendencias ya están pasadas de moda. Lo hacemos para admirar una y otra vez a la miserable Miranda, porque en el fondo queremos ser un poco como ella, queremos ser una mujer inteligente con poder, una dama jedi que con su intuición predice las perturbaciones en la fuerza.
Ser mujer y preferir aprender de política, de estrategias en los negocios, de economía o de ingeniería parece una contradicción, pero para nosotras es más natural gastar tiempo y dinero consumiendo información que comprando cosméticos. Si tenemos que arreglarnos para una fiesta de gala, un matrimonio o un coctel lo haremos, pero no nos preocuparemos todos los días por vestirnos como si las calles fueran pasarelas. Los tacones están bien para algunas ocasiones, sin embargo para las damas jedi, que peleamos batallas con frecuencia, se hicieron los zapatos bonitos y cómodos que nos permiten pensar en nuestro siguiente golpe, sin la distracción de los pies adoloridos.
Crecimos de un modo distinto, aprendimos a limpiar para ser capaces de vivir sin servicio doméstico, nos aburre la sola idea de tomar un curso avanzado para sacar manchas. La pasión la sentimos por las filosofías orientales, por los recovecos de las humanidades, por los misterios de la física cuántica y por los hombres.
De niñas jugábamos a las muñecas, pero preferíamos los carros y las espadas, teníamos más amigos que amigas y nos fuimos dando cuenta que ellos, los hombres tenían futuros más divertidos y amplios, por eso nunca dejamos de jugar con ellos y con sus espadas.
Esta columna también está publicada en Cartel Urbano y en mi blog Licuc