Los ojos, espejo del cuerpo
Ciencia y conciencia > ColumnasPor Marsares
sbado 3 de mayo de 2008 6:57 COT
Los ojos son el espejo del alma, dicen los románticos, pero al parecer también lo son de nuestra anatomía. Un método reciente descubrió que en las proteínas del cristalino pueden encontrarse respuestas sobre el prosaico cuerpo.
Los ojos revelan más cosas de las que uno quisiera. A veces basta una mirada para reconocer pasiones ocultas y por ello Quevedo al hablar del amante cortés, advertía: “Ojos, guardad al corazón secreto”. Difícil tarea. Los ojos muestran más de lo debido. Un texto de Cabrera Infante sobre la actriz del cine mudo Gloria Swanson, actuando en Sunset Boulevard, lo dice todo:
“Toda la película, como la casa palaciega raída y ruinosa, está llena de Gloria Swanson o, mejor dicho, de sus ojos. Tal vez los ojos más bellos del cine, los más expresivos (con los de Bette Davis), los más fotogénicos (junto a los de Joan Crawford) son, sin duda, los más reconocibles porque son a la vez sofisticados y feroces. Hay en esos ojos un lejano rumor salvaje que sólo tienen los gatos: una fiera doméstica que nunca ha sido domada.”
Como los ojos todo lo cuentan, una salida es volverlos esquivos para evitar que digan lo que no deben. Pero no mirar puede decir mucho más. La malagueña no deja que sus ojos miren a su amante, pero nada consigue porque él percibe el engaño pues no los deja "ni siquiera parpadear". Ojos esquivos o vengadores, para el caso es lo mismo, siempre son capaces de cualquier cosa. Bien lo dijo Lear con la muerte de Cordelia: “Si yo tuviera vuestras lenguas y ojos, los usaría de tal modo que la bóveda del cielo se quebraría”.
¿Pero si los ojos pueden delatar el torbellino de las pasiones, por qué no pueden ser más prosaicos, revelando también los secretos del cuerpo? Hace mil años los caldeos descubrieron que el iris mostraba las enfermedades y su localización. En los tiempos modernos, el húngaro Ignatz von Péczely (1826-1911) lo descubrió a los 11 años cuando, al rescatar una lechuza, le quebró una pata. Horas después pudo observar una mancha negra en el iris, la que se fue aclarando mientras el ave se recuperaba.
Las investigaciones siguieron, pero no así la confianza en este tipo de diagnóstico, hoy relegado a la medicina alternativa. Sin embargo, al parecer los ojos si guardan secretos físicos. Por lo menos es lo que acaba de descubrir Niels Lynnerup, antropólogo forense de la Universidad de Copenhague, buscando los rastros de carbono 14 que se acumulan en el cuerpo.
Este isótopo radiactivo, que absorben los cuerpos y se mantiene inalterado mientras viven, comienza a descomponerse a su muerte a un ritmo que la ciencia ha calculado. La novedad es que, a raíz de las pruebas nucleares en el siglo pasado, se produjeron altos niveles de este isótopo desde 1955, disminuyendo a partir de 1963. De ahí que todas las personas que nacieron en los últimos 60 años llevan esta especial marca radiactiva.
Sin embargo, aunque el carbono 14 se acumula en tejidos como la piel y los músculos, la renovación constante de las células es un tropiezo para llevar la cuenta. Aquí es donde entra a jugar el cristalino del ojo. Sus proteínas son inmutables por lo que se convierten en un indicador ideal para establecer la fecha del nacimiento ya que ellas se forman durante los dos primeros años de vida. Un modelo matemático permite calcular con precisión la edad del cadáver, de ayuda en grandes tragedias donde puede pasar mucho tiempo para identificar las víctimas como en el tsunami de 2004.
Así, tan importantes son nuestros ojos que aún, después de muertos, siguen contando nuestra historia. Razón le asiste a Octavio Paz cuando dice que los ojos son "espejos de este mundo, puertas del más allá".
sbado 3 de mayo de 2008, 15:13 COT
Los ojos nos permitén mirar más allá, en especial me siento privilegiada por tener esta virtud de hacerlo y sentir el sentir de quien observo. Deliciosa la lectura sobre el tema que, los ojos me apasionan y acompañados de mi percepción femenina, me llevan a encontrar rinconcitos en quienes miro.
Besitos para tus ojos querido Marsares!