Las sectas: en los límites de la libertad religiosa
Columnas > El psicoscopioPor Javier Akerman
lunes 14 de julio de 2008 13:32 COT
Uno de los derechos fundamentales contemplados en casi todas las constituciones democráticas del mundo es el de libertad religiosa. Todas las personas, independientemente de su ideología y el culto que profesen, tienen sus derechos defendidos legalmente para poder reunirse, practicar y predicar libremente cualquier idea filosófica o religiosa, siempre que no infrinjan ninguna ley.
A finales de 1980 la senadora española Pilar Salarrullana promovió la creación de la “Comisión Parlamentaria para el estudio de las sectas”, que obtuvo la inmediata atención de los medios de comunicación y que desencadenó una “caza de brujas” que llegó casi a extremos inquisitoriales. La histeria desatada provocó que algunos diputados llegaran a proponer leyes que limitaran el derecho de asociación y de libertad de culto e instaron a la intervención policial contra muchos grupos, cuyos nombres iban saliendo a la luz. Finalmente se impuso la cordura, pues solamente se puede actuar judicialmente contra un grupo de estas características si infringe la ley, como en el caso de delitos fiscales, coacción o secuestro de personas.
No obstante, a raíz de esa comisión parlamentaria, se abrió la caja de Pandora y todavía hoy siguen oyéndose voces que claman a favor de restringir ciertos derechos democráticos para limitar la expansión de las sectas. Siguiendo esa línea, es como llegar a prohibir los casinos o los juegos de azar porque pueden conducirnos a la ludopatía. En Francia incluso se llegó a proponer que todo grupo que utilice la manipulación psicológica debería ser prohibido por ley. Y esto abre la puerta a la mordaza y a las cadenas, algo muy peligroso, sobre todo viniendo de un país que ha sido el garante de la libertad religiosa e ideológica en Europa.
Pero… ¿qué es una secta?
Etimológicamente, secta es la escisión religiosa o ideológica de un tronco común, dirigidos por un líder o un grupo disidente. Visto así, podemos comprobar que la secta no tiene por qué ser “buena o mala”, sencillamente es el legítimo derecho que tiene cualquier grupo de personas a separarse de una estructura común a la que pertenecen para crear otra. Así podemos hablar de sectas cristianas, sectas de origen oriental, sectas filosóficas, etc. De hecho, una secta es síntoma de regeneración democrática y permite el sano debate ideológico y multicultural. Lo contrario sería la rigidez, el pensamiento único y la coerción contra la diversidad de pensamiento. La libertad religiosa pertenece al núcleo íntimo de la conciencia de cada persona, pero también al ámbito externo de la sociedad, donde no se puede ejercer coacción sobre la libertad de conciencia o la práctica de una fe determinada que defiende la libertad de culto. Un Estado laico no reconoce ninguna “verdad revelada”, ninguna religión verdadera, pero reconoce asociaciones con derechos específicos en el pluralismo democrático, sin ser este marco determinante para el funcionamiento interno de las mismas.
La jurisprudencia emanada del Tribunal Europeo de Derechos Humanos manifiesta que “tal libertad afecta a la identidad de todo ser humano, amparando la concepción de la vida y de la existencia que cualquiera tenga”. De ahí que constituya un bien precioso también no solo para creyentes sino para ateos, agnósticos, escépticos e indiferentes; es decir, incluye cualquier confesión de fe y éste debe ser un bien común que debemos defender como valuarte irrenunciable de nuestra libertad y de la propia democracia. La propia Constitución Europea deja bien claro que no debe ir ninguna ley “en detrimento de la neutralidad, tanto religiosa como ideológica de la Unión, ni debe existir trato alguno de favor o privilegio, que beneficie a las unas respecto de las otras”. Por ello, acusar de secta a un movimiento religioso o filosófico nos pone en el filo de la cuchilla y marca una clara y tendenciosa injerencia del estado en la imparcialidad que debe sustentar sus actos.
Sectas destructivas
En España y en otros países se ha intentado marcar la diferencia entre sectas “normales” y sectas “destructivas”. No todas las sectas son iguales. En una sociedad pluralista toda ideología o doctrina debe ser aceptada, como se sanciona en la actual Constitución Española y Europea. La peligrosidad de la secta no se basa en sus actividades sino en sus efectos perjudiciales o negativos en los individuos y en la sociedad. Se define como secta destructiva: “Un movimiento totalitario, caracterizado por la adscripción de personas totalmente dependientes de las ideas del líder y de las doctrinas del grupo dirigidas por el líder, que puede presentarse bajo la forma de identidad religiosa, asociación cultural, centro científico o grupo terapéutico, y que utiliza las técnicas de control mental y de persuasión coercitiva para que todos los miembros dependan de la dinámica del grupo, creándose muchas veces un fenómeno de epidemia psíquica y un fenómeno de pensamiento colectivo, sin que tenga que ver la personalidad propia del individuo” (Congreso de Wisconsin).
Debemos leer varias veces esta descripción y reflexionar que esta “coerción” mental se manifiesta en muchos otros aspectos de nuestra vida y no solo dentro de una secta. La mercadotecnia o marketing utiliza técnicas similares para hacer de nosotros consumidores compulsivos. La disciplina de partido de muchos grupos políticos también, y no hablemos de la persuasión mediática gubernamental o la modificación del comportamiento a través de instituciones médicas y psiquiátricas. En España hay “alrededor de 500.000 personas que pertenecen a alguna del centenar de sectas operativas en el país”, según ha manifestado la vicepresidenta de la Asociación para la Prevención de la Manipulación Sectaria (Red-Une), Mercedes Montenegro.
Las técnicas de captación y manipulación
La presión del grupo es muy fuerte sobre el individuo, por eso utilizan “la presión social” centrada en la persona. El adoctrinamiento va desde el rechazo de los «viejos valores», a la sustitución de las relaciones personales, el compromiso económico, fomentar el sentido de culpa, el temor y, en otros casos, estimular fatiga psicofísica y la privación del sueño para hacer a los sujetos más vulnerables psicológicamente. Otras estrategias utilizadas son provocar una absoluta sumisión a la jerarquía, la mayor parte de las veces acompañada de cánticos, plegarias, eslóganes, privación sensorial, y chantaje emocional y afectivo. Desarrollar una identidad de “pertenencia al grupo” es fundamental, por eso el perfil del posible adepto a una secta manifiesta mayor vulnerabilidad cuando éste pasa por situaciones personales de estrés, desarraigo familiar o afectivo y crisis psicológicas.
¿Qué debemos hacer?
Educar, educar y educar. La prohibición, salvo en casos de delito manifiesto, solo sirve para reforzar las sectas realmente destructivas o debilitar el estado de derecho y a la propia democracia. La educación en la reflexión y el juicio racional deben ser las únicas armas que se utilicen para combatir la intolerancia y la peligrosidad sectaria. La filósofa alemana Hannah Arendt decía que “la política necesita un espacio público en el que la gente pueda actuar con libertad y revelarse a los demás a través de sus actos y palabras”. Su obra Los orígenes del totalitarismo nos pone en alerta para que vigilemos las democracias liberales modernas y no volvamos a caer en un nazismo o estanilismo disfrazados. La psicología y la reflexión filosóficas deberían ser asignaturas fundamentales en todos los niveles educativos.
lunes 14 de julio de 2008, 16:46 COT
Javier,
Me parece un excelente artículo. El análisis al que lleva es lo suficientemente claro y concreto, y da una salida al eventual problema del “boom” de cultos de garaje. No obstante, hay algo en lo que difiero y es en el concebir la excesiva libertad.
En Colombia, en el año 91, y corríjame si me equivoco, se promulgó la ley de cultos, la cual aducía que en un Estado laico y de Derecho, había la posibilidad de constituir cualquier culto que no viole los principios y las leyes establecidas. Pues bien, en la actualidad tenemos una infinidad de cultos que aprovechando eso que ud insinúa como “inconciencia colectiva”, complejos de culpabilidad, vacíos existenciales, entre otros fenómenos, han constituido a partir de un dogma o creencia, un lucrativo negocio.
Pues bien, una de las cosas que dicha ley de cultos debió concebir, fue el hecho que “el culto” es una “actividad privada” y que contiene una “dinámica económica” excluyendo con esto cualquier posibilidad de relacionarla con las denominadas “actividades sin ánimo de lucro”. Por tanto, si se constituye un culto, este debe registrarse a la cámara de comercio, tramitar una matrícula, y liquidar los respectivos impuestos por ser una actividad necesariamente económica. Se debió consagrar en la ley la constitución de una especie de Superintendencia que se encargue de regular tales cultos, lo cual aminoraría, léase bien, MITIGARÍA la problemática de gran cantidad de ciudadanos estafados por aquellos desvergonzados que instituyen un negocio detrás de un sensible dogma religioso.
El impuesto por su lado, se convertiría en una herramienta que desincentive la creación de estos cultos como negocio, pues sólo los realmente convencidos estarían dispuestos a constituir un culto así las ganancias sean mínimas. En este régimen también debería cobijar a la iglesia católica.
Como esto no se hizo, tenemos la problemática de personas desvergonzadas quienes adquieren poder económico y hasta político detrás de los dogmas con los que insituyen sus cultos. En una democracia, este tipo de problemáticas dejan a los pastores y directores de tales cultos con ventajas sobre otras personas que se sumen a la contienda electoral y no tengan esta condición; de hecho, en el Congreso existen varios parlamentarios con curul debido al voto de sus feligreses.
Bueno, el tema amerita mucha más discusión, no obstante me gustaría dar a conocer esa falencia de la libertad de cultos en Colombia, y evocar una posible solución.
Cordial Saludo,
lunes 14 de julio de 2008, 16:59 COT
Estimado Julián:
Se puede conjugar la libertad y el control sobre los cultos religiosos, que siempre debe existir por si en esos cultos se desarrollan actividades de lucro, estafa, etc. Es lo que he comentado en el artículo. Efectivamente, la libertad de culto no es un “vale todo” porque también hay que proteger los derechos de los ciudadanos ante posibles maniobras ilícitas de desaprensivos; para eso está la ley y si existe un vacío legal hay que cubrirlo consensuando unas normas que protejan la libertad de culto con la defensa jurídica de la ciudadanía.
Gracias por su reflexión.
Un cordial saludo.
lunes 14 de julio de 2008, 18:51 COT
“Se define como secta destructiva: “ Un movimiento totalitario, caracterizado por la adscripción de personas totalmente dependientes de las ideas del líder y de las doctrinas del grupo dirigidas por el líder, que puede presentarse bajo la forma de identidad religiosa, asociación cultural, centro científico o grupo terapéutico, y que utiliza las técnicas de control mental y de persuasión coercitiva para que todos los miembros dependan de la dinámica del grupo, creándose muchas veces un fenómeno de epidemia psíquica y un fenómeno de pensamiento colectivo, sin que tenga que ver la personalidad propia del individuo” (Congreso de Wisconsin).”
Huele a Vaticano que apesta. ¿Coerción? ¿Qué tal la captación de seres humanos no aptos para decidir sobre ella, como el bautizo de los recién nacidos? ¿La amenaza permanente con el Infierno si no se siguen las estrictas y cerradas líneas de pensamiento de los jerarcas?
Pienso que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana es la primera secta que se debería combatir.
Si, ya, lo siento, estoy camorrista y hace tiempo que no hago de las mías en la red, ¿qué puedo hacer?
Pero el comentario es en serio…
lunes 14 de julio de 2008, 19:08 COT
El bautismo “como que no”, porque al no tener el sujeto pasivo conciencia del acto no implica coerción. Otra cosa es la utilización posterior de una doctrina o idea a través del miedo o la intimidación y eso es lo que intento dar a entender en el artículo. Como habrá podido apreciar no he dado nombres de sectas o cultos, para que cada uno saque libremente sus propias conclusiones después de hacer uso de la libre reflexión.
Saludos cordiales.
martes 15 de julio de 2008, 02:08 COT
Cienciología es una estafa.
martes 15 de julio de 2008, 02:41 COT
Si una secta comete delitos debe ser juzgada aún y apesar de que llegue a un acuerdo de compensación económica con sus víctimas. Los hechos son los hechos y en el tema de las sectas no estamos ante accidentes, descuidos o negligencias; nos encontramos ante una praxis, una línea de actuación regular.
El delito de manipulación psicológica ya tipificado o en vías de tipificación en Francia es un avance, no un intento reaccionario de reprimir. Nace con la intención de mejorar, de filtrar a quienes amparándose en los derechos del hombre aprovecha para delinquir. Otra cuestión es que no sepa usarse o se use mal.
http://www.pepe-rodriguez.com/Sectas/Casos/CC/Art_CC_CGPJ.htm
martes 15 de julio de 2008, 07:19 COT
Xenú:
Estoy de acuerdo en todo excepto en el peligro que conlleva la tipificación como delito de un concepto vago y subjetivo como la “manipulación psicológica”, que puede ser la puerta abierta a abusos jurídicos que me provocan inquietud. Como bien dice, la cuestión es que se use mal.
Saludos cordiales.
mircoles 16 de julio de 2008, 08:41 COT
Las sectas: en los límites de la libertad religiosa…
«A finales de 1980 la senadora española Pilar Salarrullana promovió la creación de la “Comisión Parlamentaria para el estudio de las sectas”, que obtuvo la inmediata atención de los medios de comunicación y que desencadenó una “caza de br…
domingo 27 de julio de 2008, 17:41 COT
Interesante post.
Esas definiciones están excelentes. la iglesia católica y el uribismo serían objeto de control judicial para evitar que sigan lavando cerebros.
domingo 27 de julio de 2008, 17:56 COT
Gracias Sr. Buridan.
“Lavar cerebros”… sería un tema muy amplio para tratar. Yo estoy a favor de la “autodefensa psíquica”, el cultivo de la reflexión y de la crítica.
Un saludo cordial.
martes 4 de septiembre de 2012, 05:23 COT
Es correcto afirmar que las sectas originarias o escindidas, cuyos métodos no se amparen en la ley solo están incumpliendo la ley y no por ello todas las sectas son malas.
Pero lo verdaderamente correcto es que todas las sectas originarias o escindidas, incluyendo al resto de médiums, los videntes y tarotistas, deben regirse expresamente dentro de los límites que marca la declaración universal de los derechos humanos y sus convenciones.
No que puedan hacer lo que les de la gana ni en su casa. “en su casa”.
Por tanto, mucho mejor pedir expresamente que suscriban tal declaración, la cumplan y se comprometan a hacerla cumplir. Y que incluya la disolución sin diferenciación entre denominadas religiones establecidas y sectas de todo otra condición.
Que expresamente reconozcan que la moral, los valores y la ética que todos compartimos no son las de cada uno de ellos, sino que son las de todos: la declaración universal de los derechos humanos.
Hacer aprender a todos reflexión y juicio personal está bien, pero mucho mejor explicar cual es la medida de los valores comunes. Y dejarla clara.