Las frases tienen su propio ritmo (artículo reciclado #1)
Columnas > EscoliosisPor Daniel Páez
sbado 30 de diciembre de 2006 0:01 COT
A mediados de 2006 tuve que reseñar la novela La nostalgia del melómano del periodista cultural Juan Carlos Garay para la revista española Zona de Obras. La nota se quedó terriblemente corta gracias a que el escritor resultó ser un muy divertido interlocutor. Acá está la versión completa de la entrevista en forma de conversación de Messenger. Si los dueños de equinoXio lo permiten, eventualmente seguiré reciclando artículos y diálogos de este tipo, que no son sólo cortar y pegar.
– Llegué, Daniel.
– Buena cara la de su perro…
– Mil gracias, este es el famoso Canito, de Las aventuras de Canuto y Canito.
– No lo recuerdo, mi infancia se vio frustrada por culpa del Inspector Gadget.
– Usted debe ser más joven.
– Sí, modelo 80. Oiga, pero usted es menor de lo que yo pensaba, vengo leyéndolo hace unos 10 años y creí que andaba rondando los 40.
– No, tampoco, apenas 32. Lo que pasa es que empecé temprano, ya desde 7º semestre escribía en El Espectador.
– Uy, juemadre, yo hasta ahora estoy publicando algo allá.
– Claro, eran otros tiempos.
– Yo arranqué en El Malpensante y esos tipos pagan tan mal que me desmotivaron. Pero bueno, usted que es el novelista y experto en reseñas, ¿me podría explicar por qué somos tantos los que hablamos y rajamos de música pero no somos capaces de interpretar ni el “Happy Birthday”?
– Yo personalmente soy un guitarrista frustrado… y usted sabe lo que dicen, que si uno es frustrado en algo se dedica a criticarlo.
– Zappa y Flaubert hablaba mucho de eso.
– Pero al menos en mi caso creo que no expreso frustraciones sino que trato siempre de mostrar lo amable de la música.
– Eso sí, su estilo es menos rajón, menos criticón; a propósito, ¿qué anda escuchando en estos días, qué novedades recomendables?
– Dimanche a Bamako del dúo africano Amadou & Mariam. Es tremendo, es un disco producido por Manu Chao pero conserva la esencia africana. Y no es difícil de conseguir.
– Vea usted, yo me quedé en Kevin Johansen.
– Es que hay mucha música en el universo, yo le puedo hablar también de Fiona Apple, de los Rolling Stones o de la mezzosoprano Cecilia Bartola… aún así, lo que impera es la conciencia de lo mucho que queda por escuchar. Lo que quizá jamás escucharé.
– Esa es una de las cosas que más me gustó de La nostalgia del melómano, que el protagonista (Francisco Talavera) sabe que nunca va a conocer toda la música. Y entrando en esa nostalgia: ¿qué originó la novela, personas que conoció, anécdotas o una idea que tenía hacía tiempo? Porque siempre es sorprendente que alguien que anda tan metido en el periodismo, incursione en literatura sin sicarios.
– Bueno, primero le contesto eso: yo como periodista estoy limitado a narrar sólo aquello que es “real”, y a mí me sucede que la realidad me abruma, los noticieros me deprimen. Entonces preferí, en un momento determinado, inventarme un mundo perfecto. Un mundo donde puede existir una tienda como Cocodrilo Discos y donde la gente es melómana, donde los refranes son letras de Gardel y los traumas consisten en que se raye un disco.
– Sobre ese mundo perfecto me llamó la atención que no hay una ubicación geográfica específica, uno deduce que está en Bogotá, pero no se define claramente, ¿hubo una razón o fue casual?
– Una razón muy sencilla: si yo digo que estoy en Bogotá y ubico una tienda especializada en vinilos y un dueño que vive de comprar y vender vinilos, de inmediato perdería realismo. Entonces, como me interesaba más narrar la tienda que la ciudad, quité todas las referencias a Bogotá o cualquier otro lugar geográfico.
– Sabia decisión, se satura uno con tanto narco y tanta porno miseria o las mismas ciudades mágicas de la costa; me gustó ese detalle porque se siente el aire colombiano, el lenguaje y cosas que nos identifican como país, sin caer en la descripción urbana o pobretona.
– Además es mi primera novela y no quería poner las cosas tan difíciles. Ya con describir la psicología de los personajes es suficiente trabajo. Y una de las cosas que aprendí de Shakespeare es que el lugar geográfico no importa si los personajes son sólidos: Romeo y Julieta están en Verona pero eso no es lo que importa, Hamlet está en Dinamarca y tampoco importa… creo que por eso al final, cuando escribió La Tempestad, se ubicó en una isla indeterminada y ya.
– Ahora que lo menciona, ¿qué referentes tuvo? Obviamente que todo sirve, pero su libro no se puede clasificar dentro de una tendencia muy clara de las novelas colombianas actuales.
– Hay muchas influencias, principalmente una novela de Vikram Seth que se llama Una música constante. Recuerdo que cuando llegué al punto final y cerré el libro me dije: “yo quiero escribir MI propia versión de lo que es una novela de música”. La de él es impecable, fue mi inspiración. Luego lo conocí en el Hay Festival de Cartagena y entendí muchas cosas: él lee y escribe música y, así como yo garrapateo a veces con la guitarra, él lo hace con una flauta india que se llama bansuri.
– Eso explica la pasión musical. Una pregunta estúpida: ¿cómo le ha ido con las ventas?
– ¿Cómo hacen el amor los puercoespines? Despacito pero bien.
– Cuando dice que ésta es su primera novela, ¿significa que se avecina un próximo libro?
– No será muy pronto… ya estoy tomando apuntes, investigando cosas, haciendo todo lo previo. Pero hablemos de La nostalgia del melómano.
– Claro, ¿escuchó alguna música en especial mientras lo escribía? Así como Tarantino para sus guiones, entre otros ejemplos de melómanos escritores.
– Escuchaba toda la música antes, pero en el momento mismo de escribir necesitaba el silencio. También debo decir que la novela fue el pretexto para adquirir muchos discos que quería conseguir y nunca había tenido. Por ejemplo, un álbum de Bill Evans llamado Alone que aparece mencionado en la tercera parte.
– Difícil, yo no puedo escribir sin música ni conseguir todo sobre lo que escribo.
– Yo necesito el silencio porque las frases tienen su propio ritmo.
– Esa frase me la fusilaré, jejeje.
– Jajaja.
– ¿Cómo siente la diferencia editorial entre el periodismo y la literatura? Me refiero a los calificativos en la solapa, la firma de libros en la Librería Nacional y cosas de ese porte.
– Me sigue pareciendo más emocionante la vida del músico, que se para en una tarima a cantar y le arrojan brassieres… hasta ahora no conozco ningún escritor al que le haya pasado eso.
– De pronto a Ray Loriga…
– Sí, él tiene actitud de rockero… yo de verdad hubiera querido tocar la guitarra eléctrica.
– Por supuesto, habrá de ser mucho más divertido, Mike Patton me decía en una entrevista que todos deberíamos probar ser estrellas de rock por un momento.
– Es más emocionante, sin duda. El escritor es un ser muy solitario. Daniel, ¿podemos cerrar pronto? Es que tengo visita y dejé a mi novia atendiéndola.
– Claro, ya faltan dos preguntas y sale.
– Vale, gracias. En general me gusta mucho demorarme hablando de mis escritos, pero hoy me toca ser más breve.
– Fresco, el artículo sólo puede salir de 2.000 caracteres, o sea ni mierda.
– A mí una vez me pidieron un cuento para una revista y tenía que tener 4.000 caracteres. Yo les dije: “4.000 caracteres es un artículo, pero no un cuento”.
– Prosiguiendo, me parece que su libro plantea lo efímero de los formatos, ¿cómo ve usted el MP3 y el problema de la piratería frente a los coleccionistas tan obsesivos como Francisco Talavera, su protagonista?
– Buena pregunta. Sin duda estamos en un momento histórico. Hace poco leí una entrevista con Bernhard Grill (el inventor del MP3) en la Rolling Stone y él explicaba que el formato no va a cambiar pero sí el medio, el canal por el cual se distribuye la música, que ya no es la tienda de discos sino un computador.
– Estoy de acuerdo, desde que tengo banda ancha me bajo unos 100 discos mensuales.
– Claro, por eso yo comparto la nostalgia de Francisco: me hacen falta los álbumes. Ahora les pregunto a mis alumnos por ejemplo “¿Cuál fue el mejor álbum del año para ti?” y me contestan que no saben de álbumes porque bajan las canciones sueltas del internet.
– Ah, eso es lo feo, a mí sí me sigue gustando el álbum, la joda es la plata.
– Cierto, es una cosa puramente romántica. Yo amo las carátulas, el álbum como concepto… y no sigo porque ya estoy hablando como mi personaje.
– Jejeje, todos dejan su esencia en sus personajes. Bueno, ya para cerrar, y no tiene nada que ver con el tema, ¿qué enseñanza le dejó el cierre de la HJCK?
– Que es muy peligroso que las multinacionales entren a imponerse sin averiguar primero qué es exactamente lo que están acabando. Es comprensible que un español no sepa qué significa la HJCK para la cultura colombiana, pero sería bueno que se instruyera antes. Este episodio creo que en el fondo no ha sido buena prensa para Prisa.
– Excelente conclusión teniendo en cuenta que este artículo va pa’ la madre… patria.
– ¡Ja! No lo había pensado. Pero bueno, esa es mi opinión, ¿que le vamos a hacer?
– Perfecto, gracias, que se emborrache con su visita.
– No mucho porque mañana hay que madrugar. Suerte, y mil gracias por leer mi libro.
– No, hombre, tuve un fin de semana divertidísimo leyéndolo, gracias a usted por la entrevista.
– Chau.
– Chao pesca’o.
jueves 7 de junio de 2007, 14:50 COT
Garay me parece muy del corte de M.Bellón, por lo menos cuando habla de rock: es casi insoportable con todos esos clichés rockistas (el rock se acabó en 1975), pero cuando habla de música del mundo y similares, ya es otra cosa. Interesante la entrevista.
Saludos.