La obsesión puede cambiar el mundo
Columnas > Life in the Picture MotionPor Diana Luque Lavado
martes 19 de agosto de 2008 5:37 COT
Trailer de la segunda temporada de The Tudors
Obsession Can Change the World, el título de este artículo en inglés. Se podría decir que el mundo está cambiando por esa obsesión de tratar, como sea posible, de traer de vuelta el pasado. El cine norteamericano, y el latinoamericano también, está lleno de reconstrucciones de época, unas buenas, otras malas. Amo lo actualmente llamado novela histórica o Historical Fiction, y después de tanto bombardeo por los comerciales de People+Arts, decidí ver The Tudors, haciendo un excelente descubrimiento: la serie resultará muy interesante para el televidente común.
The Tudors es la historia de Enrique VIII o, como yo lo veo, del comienzo del fin de Inglaterra como parte de un mundo que a todos nos es familiar, para pasar a tener su propia iglesia y sus propias leyes donde religión y estado son muy diferentes. The Tudors resulta más interesante que otras series actuales porque, como bien se dice por ahí, la realidad supera la ficción –aunque a veces hay que acomodarla-. Estas las recomendaciones de por qué verla.
Un reparto sencillo y sin mucho bombo y platillo… pero fuerte actoralmente. Jonathan Rhys Meyers, quien hace de Enrique VIII, no es un actor realmente conocido. La primera participación con cierto reconocimiento fue The Magnificent Ambersons, remake de Orson Welles, dirigida por Alfonso Arau (Como Agua para Chocolate, A Walk in The Clouds), y un dramón adolescente como Bend It Like Beckam. Es Woody Allen en Match Point quien muestra el carácter de Rhys Meyers. Aparte de él, solo están Sam Neill (Jurassic Park, Bicentennial Man) como el cardenal Thomas Wosley en la primera temporada y Peter O’Toole (Ratatouille, Troy entre las actuales) como el papa Pablo III.
La actuación de Rhys Meyers como Enrique VIII comenzó un poco sosa para mi gusto, pues mostraba simplemente a un rey caprichoso como un niño que quiere un dulce. No es que Enrique VIII no lo haya sido, pero dentro de él también había un hombre que se educó para asumir una posición de estado y soberano. Los conflictos con su esposa Catalina de Aragón (Maria Doyle Kennedy) empezaron a exigir de Rhys Meyers una entrega al personaje, hasta el punto que uno se compadece de él, gracias al discurso que este rey afligido le dice a Cristo, representado en una cruz, donde vemos las debilidades mentales de Enrique, y que en el momento de la muerte de Tomás Moro (Jeremy Northam), a quien amamos por su fuerza espiritual y deseamos tanto como Enrique que no muera, termina de rompernos el corazón.
Natalie Dormer, como Ana Bolena, también convence. Aunque no existe parecido físico con la Bolena real –desde mi punto de vista Dormer es muy linda para ese papel-, ha logrado pasar de una simple conquista de Enrique, donde uno la cree inocente e ingenua, a ver lo que sucede cuando una persona quiere más poder; sobre todo más del que puede manejar. Repulsivo resulta el personaje de James Frain, el leal Thomas Cromwell, prácticamente el encargado de los trabajos sucios del rey. Me causa repulsión el solo verlo, lo que indica que logra que uno como espectador se involucre con los personajes.
Esto me lleva al creador de la serie: Michael Hirst. Escritor de las dos películas acerca de Isabel I (Elizabeth), The Queen Virgin y The Golden Age –la primera es increíble, la segunda es inconsistente–, al ver su hoja de vida se demuestra que sabe lo que hace. Aunque se han tomado libertades frente a la historia real de Enrique VIII, como el colocar al rey y a Ana Bolena contemporáneos en edad, siendo que él era mayor que ella, y otras discrepancias que se pueden leer en Wikipedia, el asunto acá no es hacer historia sino entretener con ella. The Tudors no es para eruditos, no es difícil de ver como Lost o Heroes, las cuales, si no se tiene mínimo conocimiento de la trama, no es posible seguirlas. Esto me parece importante, deben existir series que pueda ver uno desde cualquier momento, pues en realidad la televisión debe tener la característica de atrapar a cualquier espectador, cosa que no sucede en el cine.
Hirst, apoyado por sus actores, suma una fotografía impecable que muestra los campos de una gris Inglaterra y esos claros oscuros que crean más suspenso: es de recordar la escena donde están a punto de matar a Ana Bolena, ella sentada sola en su cuarto… atmósfera oscura poco usual en series televisivas. Toda la imagen se complementa con un trabajo de puesta en escena: vestidos, indumentaria, castillos, paredes. Puede no ser exactamente el siglo XVI pero por lo menos hace creerlo.
Para concluir, la historia está llena de muchos puntos que la hacen única. No había visto una serie dramática tratar seriamente el tema del homosexualismo, sin volverla Queer As Folk o The L Word (coincidencialmente, ambas series son de la misma productora / canal que The Tudors); las escenas entre hombres están tocadas por el ambiente de licencia de la corte que fue muy común en la Europa de la época. Es sumamente sexual. No sexual a lo Nip / Tuck, sino sexual y sensual: todos sus personajes parecen llamados a hacer el amor, yo le sumo la creencia que así era la época, estaban a vísperas del Renacimiento. Es políticamente violenta, donde se muestran al natural los crímenes de estado, por la corona o por la iglesia, da lo mismo.
Insisto, queremos volver al pasado. Simplemente porque es mejor reflejo de nuestro presente que los noticieros. Y al mismo tiempo, gozamos dándonos cuenta de que nuestros reyes son humanos y débiles, por algo Enrique VIII tuvo seis esposas: para la tercera temporada, se confirmó que vamos a ver a la cuarta esposa del rey, Ana de Cleves, interpretada nada menos que por Joss Stone. Si quiere ver que seguimos siendo iguales desde hace varios siglos, vea The Tudors, producida por Showtime y transmitida para Latinoamérica por People+Arts, los jueves a las 22:00 hora de Colombia.
martes 19 de agosto de 2008, 11:35 COT
Dejando de lado el montón de las licencias que se toman los escritores de la serie, incurriendo en inexactitudes históricas, lo que hace a esta serie un éxito es un casting atractivo, porque todo entra por los ojos. Obviamente, si hubieran puesto a un gordo barbudo como el que puso la BBC hace más de 25 años en “Las Seis Esposas de Enrique VIII” y a una Ana Bolena fea, bajita y sin dientes, nadie vería el programa.
Hay que ver, eso sí, cómo van los índices de sintonía en los países de habla anglosajona cuando muera descabezada el personaje de la bellísima Natalie Dormer, hacie el final de la segunda temporada, pues prácticamente, toda la campaña publicitaria ha estado basada en el romance entre Enrique VIII y Ana Bolena, y la química entre Rhys Meyers y Anita Briem, quien interpreta a Jane Seymour, la tercera esposa del Rey, va a ser distinta.
martes 19 de agosto de 2008, 17:50 COT
Yo estoy de acuerdo con el anterior comentario y, honestamente, cuando Natalie Dormer no esté, no me interesará ver la serie, que ahora apenas sintonizo esporádicamente.