La nueva ortografía
ColumnasPor Fabio Villegas Botero
jueves 7 de abril de 2011 11:43 COT
Hace algún tiempo escribí sobre la nueva Gramática de las Academias, y me atreví a decir que había cierta amplitud en sus normas, lo que alguien me cuestionó. Ahora, he estado estudiando con mucha mayor detención la nueva Ortografía y aquí sí tengo que decir que es de una intransigencia y de un cositerismo dignos de mejor causa. Es un voluminoso libro de 794 páginas, incluidas 22 del solo índice.
La introducción sobre “El origen y evolución del sistema ortográfico del español” se extiende por 30 páginas para defender la no “correspondencia biunívoca entre grafemas y fonemas”, o sea, por qué cinco fonemas vocálicos y 17 o 18 consonánticos que pronunciamos actualmente en español, no se pueden escribir con otros tantos grafemas inconfundibles, sino que se tienen que hacer con la escritura que prescribió una reina española a mediados del siglo XIX, cuando ya todos los países hispanoparlantes, excepto Cuba y Filipinas, nos habíamos independizado. Si hasta 1999 habían esgrimido tres razones para fundamentarlo: etimología, uso constante y pronunciación, ahora suprimen esta última y añaden la “diferenciación de homónimos” (?), la “analogía” (?) y, como razón suprema, la “unidad ortográfica”. Es decir, la norma es escribir como ellos mandan, para que así no haya sino una sola escritura de la lengua. ¿Sofisma?
“Todos los criterios hasta aquí expuestos, dicen en la página 40, han de supeditarse al criterio de la unidad, que es el principio fundamental que debe regir la configuración de cualquier sistema ortográfico”. Sin embargo, en la 36 habían dicho: “Puede darse el caso de que la ortografía de una lengua sea fonológica —en el sentido de que se representen por escrito todos los fonemas que efectivamente se articulan al hablar y no se empleen grafemas sin correlato fónico— (dan el ejemplo del turco y el finés), y que, sin embargo, por razones diversas, normalmente históricas y etimológicas, su sistema ortográfico disponga de varias posibilidades para representar un mismo fonema”, lo que hace que esta Ortografía dilapide 188 páginas bien apretadas en exponer “El sistema ortográfico del español”, no obstante reconocer que solo existen 22 o 23 fonemas, para ninguno de los cuales hay, siquiera, que inventar un nuevo grafema (Subrayados míos).
El siguiente capítulo sobre el uso de la tilde ocupa la bicoca de 88 páginas. Para los signos ortográficos necesitan 164 páginas, con minucias como la de que: “La raya es un signo de puntuación representado por un trazo horizontal (desafortunadamente el computador no me proporciona su representación) cuya longitud suele equivaler, en tipografía, a un cuadratín (blanco tipográfico cuyo ancho mide en puntos lo mismo que el cuerpo o tamaño de letra que se esté utilizando). No debe confundirse en su forma ni en sus funciones con el guión (-), signo auxiliar de menor longitud (…). Sin embargo, esta distinción es bastante tardía”. Dicen que data de 1880. No me extiendo más. En próxima ocasión analizaré el nuevo criterio de la “unidad”.
viernes 8 de abril de 2011, 23:24 COT
Yendo a lo práctico, ¿se trata de una obra necesaria que habrá de influenciar positivamente el aprendizaje de la ortografía? ¿A qué público está dirigida? ¿Es de un precio accesible y razonable? ¿Se justifica pagar por ella el doble que por otras ortografías?
sbado 9 de abril de 2011, 09:50 COT
Traigo aquí una frase de L. S. Vigotsky, uno de los pioneros de las ciencias cognitivas en el pasado siglo XX, quien termina su famoso libro “Pensamiento y lenguaje” con la frase: “Una palabra es un microcosmos de conciencia humana”. No se, es importante saber expresar esa conciencia de la que habla L.S. Vigotsky; sin embargo, a veces pienso que tenemos tantas normas para todo que hasta el mismo español con su gramática, fonología y demás, no han estado exentos de ello. Por algo dicen que es más difícil aprender español que inglés. Por ahora sigo en clases intensivas de lingüística, suspiro.
Un abrazo Fabio y que rico poder leerte aquí en equinoXio!!!
sbado 9 de abril de 2011, 22:45 COT
Soy un admirador del español y de lo bien que se manejan las normas al interior de la Real academia de la lengua española aunque no dejo de reconocer que a veces son ambiguos y anticuados, pero lo admiro a usted también profe por su talento y aporte innovador a esta lengua.
mircoles 13 de abril de 2011, 05:19 COT
Me encantó su artículo. Por lo conciso y bien estructurado. Pero también porque logra poner en lenguaje muy accesible una serie de conceptos complejos y de argumentos no siempre muy fáciles de captar para los que no somos especialistas.
Me gusta también la ironía y la patética cita donde algún académico enjundioso lucha a brazo partido, suda y se despeluca para tratar de definir la diferencia entre la raya y el guión.
Yo, que no tengo tendencias hacia el conservadurismo, siento sin embargo que la difícil ortografía del español me es muy útil para poder leer rápido y entender lo escrito. Eso de convertir todas las q y c en kaes, me perturba dificultando la lectura. Tal vez porque sigo siendo un siervo de la gleba de esa reina española que usted cita y de cuyo nombre no podría acordarme…