La dieta de Internet (II)
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
domingo 24 de febrero de 2008 5:40 COT
Ya casi completo un mes haciendo la dieta de Internet y ya estoy viendo los efectos.
Después de racionalizar mi patrón de conexión he hallado con mucha facilidad tiempo y motivación para ejercitarme, por lo que pasé de estirarme sólo cuando mis extremidades me lo pedían a gritos, por los largos períodos de inactividad física, a rutinas simples de movimientos que le dan más tono a mis músculos, y si se preguntan si bajé de peso la respuesta es no, sin embargo reduje en 1 centímetro mi cintura, rompiendo así mi propia marca de 64 cm. Como es bien sabido, el sobrepeso está íntimamente relacionado con un estilo de vida sedentario, entonces si yo, que soy naturalmente delgada, disminuí una de mis medidas, con todo y lo que me cuesta, no veo por qué otras personas no puedan lograr resultados más pronunciados si dejaran por momentos su PC para dedicárselos a una simple caminata.
Otro de los cambios que he visto luego de seguir este régimen es que si bien Internet me da opciones de entretenimiento que puedo ajustar enteramente a mis caprichos y que demandan alguna acción de mi parte para ser aprovechados al máximo, he perdido la paciencia para esperar que Facebook ejecute mis órdenes o para que un documental de hora y media cargue, a fin de verlo sin saltos, puede que esto se deba a que mi conexión no es tan ancha como podría o a la falta de memoria RAM de mi laptop, pero también puede deberse a que trabajar al frente de este útil aparato hace que por momentos sienta que me estoy perdiendo la vida que ocurre allá afuera.
Paradójicamente mientras pierdo la paciencia para esperar a que alguna página complete su información la he ganado a la hora de ver televisión, quizás no sea un cambio notable porque me confieso una adicta al electrodoméstico aquél, mas es cierto también que ahora no le veo problema a ver la novela gringa que me encanta en la repetición del día siguiente o del fin de semana con tal de dedicarle el horario de estreno a otras actividades también placenteras pero más imaginativas, como leer un libro, por ejemplo. Entonces viendo las cosas así, creo que me he vuelto flexible para organizar mis actividades y eso no lo había logrado navegando.
Ahora el asunto meramente social. Cuando he conocido gente por Internet me he aprovechado de sus obstáculos para hacer mi versión personal de una prueba de inteligencia, porque para sacarle el jugo a muchas de sus herramientas es necesario estar familiarizado con la tecnología y perderle el miedo al inglés, entonces me doy el lujo de hacer clasificaciones con las personas que contacto fortuitamente en la red, así que si pasan los filtros iniciales establezco relaciones más profundas, virtualmente hablando y de pronto más adelante las llevo a un escenario distinto del monitor.
Un cambio adicional que he presenciado gracias a mis largas ausencias virtuales es saber quién realmente me echa de menos y se preocupa por mí. Ocurre que suelo hablar la mayor parte del tiempo con mis amigos y conocidos más por Messenger que por teléfono o por celular, lo que me ha permitido darme cuenta de quién me extraña y me pide que me conecte más seguido para que le cuente y para contarme de su vida, con lo que he encontrado, sin proponérmelo, una nueva forma de evaluar espontáneamente quién sigue a mi lado y quien no.
En resumen creo que he ganado más de lo que he perdido al alejarme de la conexión omnipresente y haré permanente la incipiente disciplina que he logrado para trabajar y entretenerme en la red, con todo y lo cuadriculado que eso pueda sonar, porque lo importante es cómo me siento haciéndolo así y yo me siento mucho mejor que antes.
mircoles 27 de febrero de 2008, 14:45 COT
“No hay venenos sino dosis venenosas” leí de niño (tal vez en “El Libro gordo de Petete”), e Internet no podía ser la excepción. Tanto los que abusan como los que se distancian indignados de esta diabólica tecnología caen en extremos que, en el mejor de los casos, hacen que se pierdan de cosas chéveres. Yo personalmente encuentro posibilidades que no tendría en mi entorno geográfico inmediato y puedo decir no podría vivir mi vida tal y como la conozco sin Internet.
Sin embargo, aplaudo tu coraje para desenchufarte de Matrix por voluntad propia y no porque te toque. Esos son los cambios de perspectiva que hacen que uno valore más lo que tiene y lo que le hace falta.
lunes 10 de marzo de 2008, 23:41 COT
Cierto es Apolo, cierto es.
Los inventos tecnológicos fueron creados por el hombre para hacerle la vida más fácil, no al contrario, por eso mismo debe ser el creador el que les dé un buen uso, un uso saludable y no quien se deje dominar por sus inventos que al fin y al cabo nada de carácter moral tienen.
Yo la verdad he aprendido y disfrutado mucho esta experiencia, me ha hecho más flexible y más consciente de muchas cosas y ya ha dejado una huella en mí, pues es innegable que ahora uso la conexión más eficientemente, hasta para divertirme.