Julio Falcioni: ¿técnico de equipo chico?
Columnas > Con los taches arribaPor Rafa XIII
jueves 14 de abril de 2011 11:42 COT
Hay entrenadores que, con la sola mención de su nombre, traen a la mente términos que los definen de manera plena, tales como trabajo, disciplina, seriedad, juego defensivo, disposición para el ataque y la que todos quisieran tener como sinónimo de su persona: Ganador. No obstante, son demasiados los ejemplos de directores técnicos que trabajan mucho, son disciplinados, serios y estudiosos de las innovaciones de los esquemas tácticos y, sin embargo, eso no significa que sean ganadores.
En Colombia, tenemos el caso de Fernando el Pecoso Castro, cuyos equipos animan los torneos, consiguen bastantes puntos, hacen campañas respetables, pero con rareza llegan a ser campeones. Castro, en dos décadas de carrera como DT, apenas ha ganado un título, con el Deportivo Cali en 1996. Otro adiestrador de gran recorrido que tuvo que esperar muchísimo tiempo para dar una vuelta olímpica fue Diego Édison Umaña, que empezó a dirigir en 1988, y solamente 20 años después consiguió un campeonato —el Finalización 2008— con el América. A la fecha, el hombre que en sus épocas de jugador lució el “African look” tiene dos consagraciones en 23 años de trayectoria.
Este tipo de entrenadores son los más apropiados para orientar equipos chicos, es decir, aquellos que, por su plantel de jugadores, capacidad económica, popularidad e influencia mediática, no están obligados a ser campeones en cada temporada o a tener figuraciones descollantes en los torneos internacionales en los que participen. La situación para los técnicos especializados en cuadros de media tabla se complica cuando son contratados por los clubes grandes, como sucede con el ilustre personaje que protagoniza la columna en esta ocasión.
Un gran arquero… ¿Un gran técnico?
Está de más hablar de Julio César Falcioni y su imborrable recuerdo en el pórtico del América. En sus nueve temporadas custodiando el arco rojo (1981-1989) fue figura central del equipo escarlata de Gabriel Ochoa Uribe, quien edificó en torno a él una defensa que era prácticamente inexpugnable. En palabras de Ricardo Gareca, Falcioni era el hombre de confianza de Ochoa, pues el orientador antioqueño había sido arquero en sus tiempos de futbolista y basaba el planteamiento táctico de la formación en su colega. Curiosamente, y a pesar de ser el líder del equipo en el terreno de juego, Julio Falcioni nunca fue capitán del América.
Las cifras de Falcioni con el cuadro de los diablos rojos en sus casi diez años como guardameta muestran cinco campeonatos nacionales consecutivos, un subtítulo, dos cuartos lugares y tres subcampeonatos de Copa Libertadores. Muchas tardes y noches de triunfos y clasificaciones americanas tienen el sello de una atajada espectacular de Falcioni. No en vano, los estudiosos del fútbol profesional colombiano lo ubican como el mejor arquero extranjero en la historia de nuestro torneo, compartiendo los puestos de honor con estrellas de la dimensión de Julio Cozzi, Pablo Centurión, Adolfo Riquelme, Amadeo Carrizo y Luis Gerónimo López.
Falcioni colgó los guantes en 1992, y cinco años más tarde debutó como entrenador de las divisiones inferiores del equipo que lo vio nacer para el fútbol, el Vélez Sarsfield. En varias ocasiones, asumió la dirección interina del plantel profesional cuando se produjeron las salidas de los técnicos titulares, como Osvaldo Piazza y Marcelo Bielsa.
Su paso por el recién ascendido Olimpo de Bahía Blanca tuvo altas y bajas. En el Apertura 2002 ocupó el discreto puesto 17 entre 20 equipos, y en el Clausura 2003 se desquitó ubicándose en la quinta posición, salvando la categoría. De allí se fue a Banfield, en donde, durante dos años de trabajo, clasificó por primera vez en su historia al “taladro” a copas internacionales y lo ubicó de subcampeón en el Clausura 2005.
Era el momento propicio para ir a un equipo grande como Independiente, que en el año de su centenario quería adornar sus vitrinas con un nuevo trofeo. En el Apertura 2005, Falcioni llevó al Rey de Copas al cuarto lugar, pero en el torneo siguiente —el Clausura 2006— todo se fue al piso. Un deslucido puesto 12, con apenas 23 puntos y una octava posición en la reclasificación que daba casillas a las copas internacionales significaron el fin de sus días como DT en el cuadro rojo de Avellaneda.
Julio Falcioni recaló en Colón de Santa Fe para el Apertura 2006 y lo llevó a un muy aceptable cuarto lugar, con 32 puntos, doce menos que el campeón Estudiantes de La Plata. Para el Clausura 2007, los números no fueron tan buenos, y dejó el cargo tras terminar el campeonato en el séptimo lugar, con 28 unidades. Los malos resultados lo siguieron hasta Gimnasia y Esgrima de La Plata, en donde desarrolló su peor campaña como técnico, al quedar en el decimoctavo lugar en el Apertura 2007.
La suerte finalmente le sonrió al ex arquero cuando asumió de nuevo las riendas de Banfield en sustitución de Jorge Burruchaga y logró por primera vez en su historia a alcanzar un título de primera división, en el Apertura 2009, contando además entre sus filas a un colombiano, el juvenil James Rodríguez, y al uruguayo Santiago Silva como goleador del certamen. Como campeón, participó en la Copa Libertadores 2010, cayendo a manos de Internacional de Porto Alegre en octavos de final. El quinto lugar en el Clausura 2010 le aseguró al equipo su participación en la Copa Suramericana de ese año, donde sería eliminado por el Deportes Tolima.
De nuevo a un grande, pero…
El buen desempeño de Falcioni hizo que los directivos de Boca Juniors se fijaran en él. Tras una serie de informaciones cruzadas y rumores, finalmente se confirmó su contratación. Era la segunda vez que se enfrentaba al reto de dirigir a un club grande, y tal como ocurrió en Independiente, la presión no se hizo esperar. En Boca, que ha obtenido en su largo historial prácticamente todos los títulos que existen, está prohibido hablar de procesos, de esperar y de hacer buenas campañas. Sólo sirve ser campeón todas las veces que sea posible. Lo demás se considera automáticamente un fracaso.
En las nueve fechas disputadas en lo que va corrido del Clausura 2011, Boca Juniors ocupa la casilla 16, con apenas 10 unidades. El descontento ronda las huestes del cuadro azul y oro, que no ha sido campeón desde el Apertura 2008, y eso es mucho tiempo para uno de los cinco grandes del fútbol gaucho. Pero más allá de la incómoda posición en la que se encuentra, lo que preocupa al hincha es que el equipo no está jugando a lo Boca, esto es, mostrando una entrega de principio a fin de cada partido, y compensando la ausencia de técnica —cuando ésta falte— con empuje, con ganas y ese espíritu de fútbol combativo y de lucha que siempre ha caracterizado a los xeneizes.
Para colmo de males, los líderes en la cancha y en el vestuario, Juan Román Riquelme y Martín Palermo, o bien no están en su mejor nivel porque ya tienen mucho kilometraje en sus piernas, amén de las lesiones, o bien tienen montado un sindicato para hacerle el cajón a Julio César Falcioni. Esto último de raro no tendría nada. Ha pasado en muchos equipos, y seguirá pasando mientras exista el balompié, porque para los directivos es mucho más fácil, en caso de que no se den los resultados, sacar a una sola persona (el técnico) que echar a los once jugadores.
Si miramos el pasado reciente de Boca Juniors, terminada la era de Carlos Bianchi, en la que se consiguieron Libertadores, Intercontinentales y títulos locales por bultos, han pasado nueve técnicos antes de Falcioni, cuatro de los cuales, a pesar de haber obtenido por lo menos un título, vieron rodar sus cabezas al primer traspiés. Ischia, Benítez, Basile y Russo, con todo y que dieron vuelta olímpica, corrieron la misma suerte de Brindisi, Lavolpe, Alves, Pompei y Borghi. Así las cosas, y esta es una opinión personal, el hilo que sostiene la espada sobre Falcioni puede terminar por romperse en la decimocuarta fecha, cuando se dispute el superclásico ante River Plate, en La Bombonera. El hincha boquense tal vez le perdone a un técnico que no quede campeón, pero lo que no olvidará tan de buenas a primeras es que le permita a su eterno rival ganarle en su propio estadio. Varias renuncias de entrenadores, tanto de River como de Boca, se han producido al término de una derrota ante su oponente tradicional.
Los mejores amigos y a la vez los peores enemigos de los técnicos de fútbol son los resultados. Ganan tres partidos seguidos y son ensalzados como los más sabios en materia de táctica y planteamiento de juego. Pero luego pierden tres partidos y son considerados enseguida como ignorantes, además de recibir toda clase de insultos desde las tribunas. Falcioni tiene en las manos la salvación de su propio pellejo. Si ve que hay un sindicato de cajoneros conspirando en su contra, simplemente no los debe volver a poner en la titular, y jugársela con otros elementos, leales a sus ideas. Ya si allí tampoco se obtienen los puntos que se esperan, es bueno que vaya pensando en volver a un equipo con menos aspiraciones, en donde ser campeón no esté trazado como el único objetivo de su trabajo.
jueves 21 de abril de 2011, 16:57 COT
Recordar a Julio César Falcioni, su paso por el fútbol colombiano y conocer su desempeño actual como Director Técnico en Argentina, de tu mano Rafa, es fascinante. No sé hoy si ya se jugó el partido entre River y Boca, no lo sé pero la estrategia que planteas para que se la juegue con jugadores alternos sería buena opción.
De una u otra manera, en equipo chico o grande siempre será el Falcioni que inquietó en Colombia y la copa libertadores por su excelente desempeño.
Un abrazo!
sbado 23 de abril de 2011, 14:42 COT
Lully, el clásico Boca-River es en mayo, pero a Falcioni le siguen dando hasta con la tranca de la puerta, porque no gana.
En entrevistas recientes, Falcioni recordó dos anécdotas de su paso por el América y las finales de Libertadores, en la del 85, el arquero cuenta que él era quien debía patear el penal que ejecutó De Avila, pero que en el último momento se arrepintió, y todos saben lo que pasó. Después de la increíble derrota del 87, pensó en retirarse inmediatamente del fútbol porque estaba destrozado anímicamente, pero Ochoa Uribe lo convenció de que siguiera. Un par de meses después tuvo aquella tarde histórica en la que le tapó dos penales a Nacional y lo eliminó.
martes 26 de abril de 2011, 09:11 COT
Gracias apreciado Rafa por estos datos que desconocía y que no dejan de ser agradables a mis sentidos. Falcioni, Ochoa, y ese grupo selecto, nos ha dejado una época brillante del fútbol colombiano. Así mismo, la imagen hacia el exterior se difundió positivamente. Ayer, cuando El Medellín le ganó al América, me comentaba un amigo: “O el América está muy malo, o el Medellín se está superando”. No le pude contestar porque el nivel del fútbol parece que ha bajado con la ausencia de técnicos como Ochoa. Este tema podría ser una de tus próximas columnas, porque que mejor que un análisis de un periodista conocedor del tema como tú Rafa.
¡A warm Hug dear Rafa!