¿Independencia o secesión?
ColumnasPor Julián Rosero Navarrete
mircoles 20 de julio de 2011 13:36 COT
Hoy, 20 de julio de 2011, se celebra una vez más el aniversario del Grito de Independencia, completando 201 años del día en que se armó la “trifulca” en Santa Fe, capital del Virreinato de la Nueva Granada, y cuyo anuncio fue el estrepitoso sonido de la caída de un florero de porcelana sobre el adoquín de piedra. Y qué historia: Llorente, el español avaro, y los hermanos Morales, los iniciadores. Sin embargo, en alguna ocasión, alguien trató de exponer que la historia estaba un tanto tergiversada: señalaba que, contrario a lo que enseñan en la primaria, Llorente muy gustoso prestó su florero y pues, como no estaba planeado eso (ya que esperaban una negativa) los hermanos Morales armaron un escándalo porque sí, agrediendo al comerciante y provocando que sus 17 hijas salieran corriendo en busca de ayuda por la hoy “Plaza de Bolívar”. Esto, claramente, devino en una soberbia confusión para muchos pues, de repente, lo que parecía una pelea entre vecinos, terminó en el Grito de Independencia y generando el lustro más anárquico de la historia nacional.
Sin embargo, sea como fuese la historia, con sus imprecisiones y románticas confecciones, lo que sí es cierto es la duda que genera el tratarlo como el “día de la independencia”. ¡No, querido lector! ¡Este no es uno más de los cientos de artículos que critican si en la actualidad Colombia es independiente y soberana! Lo que trata el presente artículo es acerca de una imprecisión semántica al utilizar la palabra “independencia”. Pues sí, al leer detenidamente el Memorial de Agravios escrito por Camilo Torres en 1809, sorprende el estribillo que dice:
Tan españoles somos como los descendientes de don Pelayo, y tan acreedores por esta razón a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto de la nación, como los que, salidos de las montañas, expelieron a los moros y poblaron sucesivamente la Península; con esta diferencia, si hay alguna: que nuestros padres, como se ha dicho, por medio de indecibles trabajos y fatigas descubrieron, conquistaron y poblaron para España este Nuevo Mundo.
Lo que da a entender que eran, como fuere, “españoles de acá” contra “españoles de allá”. Los populares “criollos” contra el olvido y el desconocimiento de los “chapetones peninsulares”. Para hacer entender mejor el punto, es como si alguien del Chocó (colombiano de la periferia) armara una revuelta contra la administración en Bogotá (con colombianos de la capital) por la pésima infraestructura y la pobreza a la que está sometida su región. Independencia, per se, hace referencia a deshacerse del yugo impuesto por un pueblo diferente al originario, por ejemplo, como el caso de Vietnam y la administración francesa en la primera mitad del siglo XX.
Así que, en ese orden de ideas, lo que ocurrió en el virreinato de la Nueva Granada fue una guerra de secesión y no de independencia. Independencia hubiese sido si alzados en armas, los indígenas de las distintas culturas que poblaron Colombia se hubiesen deshecho de la administración peninsular y con ella, de los miles de criollos que aún manejaban el virreinato. Pero no, se cortó el cordón umbilical europeo y pues los mismos españoles, aunque “criollos”, se quedaron gobernando. De hecho, si se inspecciona la historia del suroccidente del país, los indígenas, al mando del Coronel Agustín Agualongo Cisneros, pelearon en concomitancia con el Batallón Aragón dirigido por el General (¿Coronel?) Boves contra los ejércitos de la emancipación neogranadina.
En ese momento, el discurso del coronel indígena, a pesar de estar perdido en la historia y las confecciones románticas de la misma, redundaba en que les iba a ir peor siendo gobernados por los criollos que por sus pares peninsulares. Y pues fue así. Con el tiempo, los grandes terratenientes y los conflictos internos fueron acabando con estos pueblos originarios, a pesar del mestizaje, al punto que hoy tan sólo conforman un triste 4% de la población total. Sus lenguas, sus costumbres y, de hecho, su lucha por una verdadera emancipación se diluyó en los 200 años de historia, y pues aún su pobre eco se sostiene en la “absolución” que les otorgó la Constitución Política de 1991.
¿Qué ha pasado con los indígenas y sus pueblos al cabo de 201 años del Grito de Secesión? Nada. Lo mismo. Sumidos en pobreza y pues, en medio de su corrupción. La Nación hace todo por ellos y sólo negocia en las denominadas Mesas de Concertación Permanentes, lo cual es un “saludo a la bandera” pues al puñado de asociaciones nacionales muchas veces las declaran ilegítimas. Es más, el que exista un “puñado” de asociaciones ya muestra per se la dificultad en la organización de los pueblos originarios. ¡Y qué decir de su independencia!
mircoles 20 de julio de 2011, 14:20 COT
[…] [es] José María Espinosa, one of the first Colombian cartoonists; and Julián Rosero Navarrete argues [es] that the “independence” was actually a “secession war” among Spaniards from […]