Uno, dos y tres, Álvaro otra vez!
impuesto de guerraPor Sentido Común
viernes 16 de abril de 2004 19:34 COT
El país reclama más horas de trabajo, trabajo y trabajo, pero para gobernar,
no para hacer campaña. El referendo así lo demostró.
Recurrentemente viene saltando a la palestra de las noticias el tema de la reelección de Álvaro. Así, con nombre propio, porque lo que se pretende no es ningún beneficio futuro y genérico que pudiera traerle al país la reelección como herramienta de la democracia; se busca solo la continuidad en el trono de Álvaro y sus colaboradores, algo tan coyuntural como individualista. Por la fuerza de la costumbre, hemos ido perdiendo de vista la función institucional que tienen la Constitución y las leyes, y aceptando cada vez con menor resistencia, que los mandatarios de turno, o quienes tienen influencia sobre ellos, modifiquen a su medida y voluntad las reglas del juego.
En este caso se invoca la necesidad de continuar una buena obra de gobierno. Pésima excusa porque la realidad es que ni siquiera la hay. O que alguien demuestre lo contrario. Pero además ¿es que la propuesta de Álvaro solo puede ser ejecutada por Álvaro? Con la misma lógica, tendríamos que elegir por doce años a los alcaldes, para que desarrollaran el Plan de Ordenamiento Territorial de su Municipio.
Muchos colombianos cohonestan con que desde el primer consejo comunitario, a un costo de doscientos millones cada uno, y en muchos otros de sus actos públicos, Álvaro venga haciendo disimuladamente proselitismo por su reelección, utilizando todos los medios que brinda su cargo a costa de nuestro bolsillo. Como no sería bien visto que se autoproclamara candidato desde ahora, por lo pronto ha sabido liberar “oficialmente” al monstruo a través de testaferros como Noemí y Sabas, quienes actúan como pararrayos, recayendo en sus testas cualquier acusación sobre participación indebida en política. Pero ya veremos que cuando llegue el momento del destape, Álvaro hablará de política, intervendrá en política y seguirá haciendo política, y no pasará nada, pues ofrecerá “planas garantías” a sus oponentes y contará seguramente con el apoyo de las encuestas.
Es evidente que la iniciativa de la reelección de Álvaro, con todo y la reforma constitucional obligada, no surgió del ciudadano común, sino que a todas luces es un producto más de su propio egocentrismo. A quienes ven a Álvaro como un mesías criollo y al pueblo colombiano como el gran favorecido con un segundo período suyo, quiero decirles con gran pesar, que aparte de la gloria personal para Álvaro, los principales impulsores de su reelección son en realidad los verdaderos beneficiarios directos de otros cuatro años más de lo mismo. Los votos sí saldrán del pueblo colombiano, pero jalonados por quienes estarán al pie del cañón: sus amigos de vieja data, casi todos paisas que ocupan hoy los principales cargos del Estado, sin meritocracia de por medio; muchos liberales oficialistas volteados a punta de dádivas clientelistas; muchos conservadores, que han descubierto que en Álvaro de alguna forma están vivos los ideales de Laureano Gómez; los industriales, comerciantes y banqueros, a favor de quienes ha gobernado sin tapujos; y por último, un grupo de ciudadanos colombianos, no tan grande como fuerte y peligroso, que apoyó logística y financieramente la elección de Álvaro 1 y apoyará Álvaro 2 y hasta 3 si nos descuidamos. Se trata ni más ni menos que de los paramilitares.
Pero ¿sí será que al final de este cuatrienio el público emocionado pide repetición? Si la gestión del gobierno siguiera, como parece que seguirá, centrada en mantener su statu quo y no en producir resultados concretos a partir de inversión social, cualquiera le apostaría doble a sencillo a que el hombre no es reelegido. Pero prefiero abstenerme de apostar, porque para ello será necesario que pase otro milagro mayor, como es que se rompa el encanto que ejerce Álvaro en la gente que vota.
Gracias por sus comentarios.