Ebiru Oravla
impuesto de guerraPor Sentido Común
sbado 31 de enero de 2004 18:42 COT
No basta con trabajar, trabajar y trabajar, si no se lleva un orden lógico.
La confianza ciega de tantos compatriotas en Álvaro U ribe es evidente y hasta positiva, pero ojalá sus esperanzas no se conviertan una vez más en frustración, como ocurrió por ejemplo con Belisario, con Gaviria o recientemente con Pastrana. Por experiencia propia, evito unirme a los estados de euforia colectiva que cíclicamente se producen con el relevo de los presidentes. Con el tiempo, he asumido una actitud reflexiva, antes que crítica, en busca de una verdad objetiva.
Reconozco en Uribe a un hombre radical, cuya convicción obsesiva en torno a los ideales de derecha le valió el respaldo de los electores, en un país que retornaba una vez más de un fracasado proceso de paz, en el que se comprobó nuevamente la poca y ninguna voluntad de la guerrilla por alcanzarla. Por años, desde la época de Belisario, veníamos escuchando el clamor de muchos sobre la necesidad de que en este país hubiera un presidente con las botas puestas. Y aparece Álvaro Uribe con su discurso de guerra y autoridad, encarnando claramente el sentir de estos colombianos. Como quien dice, se unieron el hambre y las ganas de comer.
Pero recorrido un año y medio de camino, ya es hora de abrir los ojos y ver que, desafortunada o afortunadamente, según se mire, al mandatario le falta el talante suficiente para asumir de manera adecuada el reto que se ha impuesto, como es el de transformar al país de acuerdo con su visión particular, a como dé lugar y en los cuatro años de su mandato. Claro que por si acaso, tiene pensado extenderlo, de momento, a otros cuatro. Más que amor por la Patria, en ello hay un claro delirio de grandeza y una mediana dosis de ingenuidad. Las instituciones colombianas no se han hecho de la noche a la mañana y por el contrario, pese a sus imperfecciones y vicios, se han forjado a partir de la maduración de una democracia, incipiente hasta nuestros días, pero en la que se abre cada vez más opción para la participación, especialmente a partir de la reforma constitucional, que poco parece gustarle a Uribe.
Pero no basta con trabajar, trabajar y trabajar, si no se lleva un orden lógico. Todo indica que Uribe carece de él y lo explico de esta manera: Habiendo presentado el famoso referendo a consideración del elector primario, este terminó propinándole su primera derrota. Aún antes de conocerse el resultado definitivo del fracaso, el Gobierno acudió al Congreso para insistir en las reformas, esta vez por la vía legislativa y perdió nuevamente. Actualmente, a más de buscar su reelección y querer fundar su partido personal, el mandatario quiere lograr un acuerdo con las diferentes fuerzas políticas del país, pirueta complicada, luego de la derrota en el referendo que favorece a la oposición ¿Y si hubiese procedido exactamente al revés? es decir, primero lograr un gran acuerdo nacional en torno a sus propuestas. Segundo, con base en el acuerdo, buscar la aprobación de estas por parte del Congreso, dejando de tercera la convocatoria al referendo como plan B, ante la posible negativa del legislativo. Me atrevo a decir que en cualquiera de estos escenarios, su gobierno habría obtenido un amplio consenso, especialmente por parte de la opinión pública, y de haberse llegado a la consulta popular, el resultado hubiese sido contundente como manifestación en protesta contra las maquinarias políticas.
Siguiendo en el campo del deber ser, el Uribismo debió ser fundado como partido en los 80’s, haber incluido la reelección inmediata del Presidente en la Constituyente del 91, haber procedido luego a la elección de Uribe como Presidente, y por último sí, buscar su reelección. En contraste, el orden seguido denota desarraigo institucional y manejo abusivo de la autoridad. Pienso que Uribe no estaba preparado para gobernar, se encontró el poder, no ha podido con él y se le ha subido a la cabeza. No obstante, o a lo mejor por ello, quiere repetir. ¿Estaremos condenados a una segunda parte?
Gracias por su opinión.