Elecciones y selecciones: amantes y mendigos
Columnas > Paso sin destinoPor Lukas Jaramillo Escobar
miã©rcoles 17 de junio de 2009 23:24 COT
Atención a los personajes con aspiraciones presidenciales, habrá que ponerse en la tarea de rastrear los lenguajes soterrados y los gestos demasiado obvios para ser notados. El hecho de ir clasificando candidatos por su falta de gozo podría evitar una estafa de nuevo agónica. Volver a lo básico, tras los excesos del neón que hacen sospechosos los llamados a los valores de escaparate, para evitar que las cosas aparezcan tan feas.
Una tregua de la sobredosis de realidad que nos viene obligando a imágenes de nobles montañas trastocadas con todo lo macabro, la pudorosa selva arrebatada con el espanto de negocios ensangrentados y operaciones encantadas con malos polvos. Temas tan benignos como el de la infancia, la educación o la salud corrompidos con los más pueriles negocios de hombres sin gracia o desgraciados que en el momento todos hablaron de honradez y justicia.
Vamos a estar ante personajes que, si los miráramos con atención durante más de dos minutos, los descubriríamos descalificando algo al acusarlo de ser un sueño, hablando de lo imposible cuando no les cuadra la rentabilidad, y dictaminando que algo no es justo cuando no los favorece. A aquellos que en poco tiempo podrían pasar de mendigos que enuncian sus proyectos por unos votos, y pronto obligan a otros a mendigar sus sobras negándose con aquello del presupuesto, les tendremos que dar un lugar más estético a fuerza de nuestras palabras. Las palabras vivas van adquiriendo nuevos significados que obligan la creatividad de una intensa sinceridad, filtrando así, a la larga, los eufemismos de los mezquinos.
El ejercicio jugando, mientras otros hacen cosas serias, que propongo, es el de rastrear en los gestos de aquellos personajes que inexplicablemente se candidatizan el arte de dar la bienvenida y poner a prueba las palabras de lo imposible, injusto y los sueños. Aclaremos entonces que imposible podría ser en este juego aquel sueño al que no se le deja ser bienvenido, y creo profundamente, tal como lo expone una mala película, que sacar en un gran porcentaje de los casos la palabra injusto y remplazarla por la aseveración de que algo no es bonito o estético crearía una entretenida actividad, adentro y afuera.
Al ver ya lo aburrido que se pone el concurso con los comentarios de candidatos y precandidatos, el torpe uso del lenguaje de nuestra clase política entre contador y leguleyo, se hace urgente repensar las agendas íntimas para encontrar sentido en medio de una sobreoferta de destino que no ha hecho más que mantenernos descarrilados de lo importante por amplias avenidas de temas rimbombantes. Convencido de que lo objetivo murió o nunca se inventó más que para no discutir la subjetividad de otro, busco intuitivamente a personajes adictos de lo imposible que nos pongan a soñar aunque sea por un minuto, y aguzo mis instintos para encontrar un artista de la bienvenida.
El arte de dar la bienvenida comulga con el infinito, la gratuidad y la estética. La generosidad viaja en el tiempo y recoge el génesis de la cascada para el sediento, pasa por la primigenia fogata para el extranjero, se hace a la estación permanente de las grandes obras artísticas incansables ante las miradas y los oídos, y llega a la era de la información, donde espectáculos de conocimiento y de conexión se abren ante la intención de ser gratuita, de pertenecer a lo humano así como lo humano le empieza a pertenecer como reflejo del monumento del altruismo (el único, el anónimo). Aquellos que nos empiezan ya a hablar del ahorro, y nos tratan de traumatizar con la estéril rentabilidad, sólo conocen una pequeña parte de la humanidad, aquella que está vestida o deshumanizada de ejecutivo o alguna cosa sin piel que perdió la simpatía mamífera en competencias que nos recuerdan un mundo unicelular.
Aquellos que buscamos la nada hacemos excelente pareja con los que están dispuestos a darlo todo, resulta lo más refrescante encontrar esa extravagancia y abundancia que hace de la economía algo erótico, que logra escapar de la neurosis de la contabilidad que todo lo mide. Me imagino, con algo de buen gusto, una Colombia que entra en una relación menos incestuosa con un generoso, cayendo en el pecado de los descreídos y buscadores de la nada de la ninfómana y el devoto, para por fin salir del mediocre Síndrome de Estocolmo que constituye su mal de vereda que no es más que un lento sadomasoquismo.
Se busca o mejor te busco, hombre o mujer que pueda mirar, antes de tanto papeleo, las llagas en los pies de un país errante que se expulsa de sus viseras, regalando como el que se inclina a mojar las ampollas, la sensación de ser bienvenido, de haber vuelto a casa. Te busco, mujer u hombre que has hecho carrera por dentro para darte vos mismo y dar la certidumbre que lo otro se va consiguiendo, haciendo recortes en todos menos en nuestra capacidad de soñar, otorgando, aún a fuerza de inseguridad (democrática), todos los riesgos para ser libres.
Igual nos van a mentir (la eternidad dura un tramo y los grandes sueños son más grandes que su propia realización). Busquemos, como con los amantes, que sea con gracia, que vaya en búsqueda de la belleza y que tenga que ver con los pequeños milagros del ser humano, con una gran generosidad que no se cansa de dar la bienvenida.