El paisa, los paisas, los urabeños
ColumnasPor Fabio Villegas Botero
viernes 21 de enero de 2011 9:32 COT
Esos tres nombres tan representativos del pueblo antioqueño se escuchan a diario en la televisión y la radio y aparecen con frecuencia en periódicos y revistas. Por desgracia, no es para elogiarnos, menos aún para resaltar nuestros esfuerzos y logros de todo orden. No. Para destacar a personas y grupos de criminales que siembran el terror, la muerte y la desolación por todos los rincones de la patria.
¿Se pusieron ellos mismos esos nombres, o han sido personas de otras regiones del país quienes, quizás por odio o envidia al pueblo de la “dura cerviz”, se los han colocado? No sabría responderlo. Lo que me entristece, y nos debe causar un profundo dolor a todos los antioqueños, es vernos retratados ante toda la nación y aun el extranjero en unos ejemplares de tanta perversidad que nos humillan y hacen aborrecibles.
¿Quiénes somos los verdaderos paisas? ¿Cómo nos consideran los demás colombianos? Son preguntas que debemos clarificar para bien propio y de los demás colombianos. Dejar que se nos siga asimilando a unos patrones tan perversos, solo va en detrimento de un grupo humano tan numeroso y de la labor que podamos realizar en todos los ámbitos.
Hace algunos años publiqué un libro de mi autoría: El alma recóndita del pueblo antioqueño. Se han agotado dos ediciones y actualmente la Gobernación de Antioquia lo está reeditando para hacerlo llegar a los establecimientos educativos y a un gran público. Basado en una investigación del ADN de una muestra representativa de nuestra población, realizada por el Grupo de Genética Molecular de la Universidad de Antioquia, mostraba que somos un grupo de características muy especiales, como lo reconocen propios y extraños, incluidos muchos investigadores internacionales que lo han estudiado con sumo interés. Nuestro ADN muestra que venimos de una mezcla racial impactante: más del 90% de los ancestros masculinos son europeos, mientras el femenino es también en más de un 90% de madres indígenas. El resto de mezclas es con negros venidos de África como esclavos. Lo más curioso es que, a pesar de la resistencia de muchos prohombres de Antioquia a admitir un ancestro judío que se nos endilgaba como insulto, la realidad es que si está presente; más del 17% del ancestro masculino tiene ese origen.
Ante esto me preguntaba: ¿es bueno o malo descender de un determinado grupo étnico: europeo, indígena, negro, judío? Fuera de que nadie debe renegar de sus padres, lo importante es conocer sus potencialidades, como también sus deficiencias. El pueblo antioqueño tiene un historial maravilloso de realizaciones a lo largo de su historia, lo que nos debe enorgullecer. Sin embargo, también hemos tenido grandes falencias. Al final del libro dedico un capítulo a sus “Fortalezas y Debilidades”. Entre las primeras destaco una inteligencia brillante y ágil y facilidad para la comunicación. La educación la dirige a lo práctico, al negocio, a ganarse la vida, a aprender cómo enriquecerse. Tiene una ambición desmedida por el dinero y quizás más por tierra y gran amor a su terruño. Es emprendedor y trabajador. Hospitalario, Le encanta enseñar a los hijos. Sus mayores fortalezas son la familia y la religión. Pero es brusco, arrogante, pendenciero. Su herencia de converso judío se manifiesta en hipocresía, en anomia, irrespeto a la ley; la única que respeta es la suya y su argumento definitivo es la fuerza. De ahí que hubiéramos como endiosado a los narcotraficantes, a los paramilitares. La violencia ha sido endémica en la ciudad y en el campo. ¿Por qué no tratar de eliminar estas fallas y fortalecer nuestras capacidades? Tiene que ser un propósito colectivo y el contenido más radical de la educación.