El micro, el banquero y yo (parte II)
Columnas > EconomíaPor Julián Rosero Navarrete
lunes 23 de junio de 2008 12:30 COT
Así que, saliendo de la Universidad de los Andes, me abordaron dos lindas muchachas ofreciéndome un producto financiero especial para los estudiantes de la universidad, que provenía de uno de los grandes bancos comerciales que operan en el país. Era una tarjeta de crédito especial, sin cuota de manejo, con intereses moderados y cupo limitado para facilitar a los estudiantes de la universidad más costosa del país, la adquisición de libros, fotocopias, participación a eventos, etc. Les pregunté a las bellas jóvenes si este producto estaba disponible a estudiantes de otras universidades, y me comentaron que únicamente era una línea especial para los estudiantes de la Los Andes. Pese a que soy orgullosamente uniandino, me pareció muy particular y me llamó la atención, que si los estudiantes de todas las universidades tenemos las mismas necesidades, por qué esta entidad financiera tan solo se centró en los andinos para ofrecerle un producto financiero tan accesible y oportuno.
El estudiante uniandino, pese a los estigmas populares, usualmente es una persona de estratos medios con la posibilidad de estudiar ya sea porque tiene una ayuda educativa (como las accesibles líneas de crédito a las cuales tiene convenio la universidad), o en su defecto, está becado por el propio plantel, por los centenares de becas que da. Es decir, según los datos que recuerdo, 2 de cada 3 estudiantes tenía ayuda financiera, y un grupo considerable estaba becado (alrededor de 4 ó 5 de los casi 80 que nos graduamos en la facultad de economía en 2007), es decir, menos de 1 de cada 3 estudiantes es el “niño rico” que todos estigmatizan. ¡Sin contar que tenía un par de amigos, con una exacerbada vocación empresarial, que lograron pagar su carrera por sus propios medios!
No obstante, la cuestión aquí es el producto ofrecido a todos los estudiantes que pasaran por ahí sin detenerse a mirar detalladamente su perfil. Es decir, el “estigma de los uniandinos” como los “niños ricos” de Colombia, colaboró para disminuir el riesgo de no devolución de la cartera, sin saber que 2 de cada 3 nos tocaba pagar créditos hasta 5 años después de declararnos egresados (cerca de 7.000 estudiantes), los alrededor de 100 estudiantes de estratos 1 y 2 que recibieron la beca “Julio Mario Santodomingo”, el grupo de becarios de la universidad y las respectivas facultades, y claramente, los “superman” empresariales que se pagaban solos por no tener “papis ricos” que les pagaran las carreras. Eso “me prendió el bombillo” y caí en cuenta que definitivamente, la cuestión de los bancos no era ningún complicado modelo financiero, sino la pereza administrativa de ensanchar sus productos a los más pobres. Todo se resumía a lo que el Dr. Yunus encontró en Bangladesh en los años 70, pura y mera “falta de voluntad”.
El presidente Uribe comentaba en una reciente alocución que “para un riquito” es fácil acceder a préstamos con cómodos intereses. Esto sigue la lógica del perfil, en donde los bancos miran el monstruoso capital de los grandes empresarios y simplemente, salen corriendo a buscar recursos para prestarle. No obstante, al tratarse de un pequeño o micro empresario, o un pequeño agricultor, con un proyecto productivo, las barreras son tales, que este potencial usuario opta por autoexcluirse. Algo que particularmente, no ocurre con las personas de salarios promedio que acuden a un banco para pedir recursos y financiarse una casa, un automóvil o un televisor plasma.
El Vicepresidente Francisco Santos salió estos días con una de las mejores ideas que se le puede ocurrir a un político no simpatizante de las socialistas reformas agrarias: ¡el gravamen a la tierra improductiva! Esto ya se le había ocurrido a la senadora liberal Cecilia López, pero lo simpático del asunto es que haya salido de la boca de uno de los más acérrimos representantes de la derecha en Colombia. Me acuerda del jocoso comentario de una amiga simpatizante del conservatismo colombiano: ¡eso es peor que la reforma agraria la lidere un gobierno conservador… sí que sería una hecatombe! La propuesta de Santos fue fuertemente cuestionada por los grandes gremios, entre ellos los ganaderos, aduciendo que no contemplaba la definición de “productivo e improductivo”. Es claro que los ganaderos serían a los primeros que se les aplicase el gravamen. Volviendo al tema, otra voz de protesta que surgió frente a esta idea fue la de los pequeños agricultores. Estos poseen varias hectáreas improductivas, las cuales no pueden sembrar por no tener financiación para hacerlo. La única forma de financiarse es a través de arcaicos mecanismos, en que ellos piden prestadas las semillas y pagan con las cosechas.
Hacer un trámite en FINAGRO es uno de los dolores de cabeza más grandes para cualquier agricultor. La “despampanante” Seguridad Democrática está captando muchos de los recursos del erario, y el crédito al campesino no logra dar abasto a los miles de campesinos que necesitan de financiación para volver productivas la totalidad de sus tierras. Por tanto, la entidad, afrontando tal demanda, acude a las barreras normativas llevando a que muchos se autoexcluyan. ¡y ni hablar de la banca comercial!
- 17 may 2008 El micro, el banquero y yo
Con lo anterior, saqué varias conclusiones que ya me rondaban en la cabeza; la primera, que el comprometer a la banca a que destine un porcentaje de la cartera al financiamiento de iniciativas a nivel micro no viola los “religiosamente establecidos” postulados de la economía de mercado. Es más, ayudaría a dinamizar más los sectores que requieren de financiación formal, trasformando esa carencia de “voluntad” por parte de la banca en una “disposición legal y obligatoria”. Por otro lado, ¿cómo se pretende acabar con el conflicto armado (término agrio para el ahora ex Ministro Holguín) si los campesinos no hallan formas de expandirse por no tener acceso a financiación formal? ¿Cómo se pretende acabar con la pobreza si el microempresario no tiene la posibilidad de inyectar capital a su negocio por no tener acceso a una financiación decente? Pues definitivamente, la única forma es como lo que se ha puesto de moda en el presente gobierno: ¡echarles mano a las estadísticas y entregar resultados marca “Acme”!
No obstante, en la discusión de la reforma financiera, el tema del microfinanciamiento fue uno de los puntos picantes, y ya les contaré la perlita con la que salieron los bancos, los “chamanes” de la academia y uno que otro parlamentario incauto…
jueves 7 de agosto de 2008, 22:23 COT
Muy buen par de artículos. Unas preguntas, de curiosidad amateur:
si sabemos que toda la vida ha habido “microcrédito” en Colombia (de una forma u otra, llámese prestamistas, gota a gota, círculos de crédito, etc), ¿hay estudios empíricos sobre su conducta económica (percepción de riesgo, diversificación, cómo evalúan una tasa de retorno)?
Igual, en cuanto a los bancos en Colombia, ¿hay estudios empíricos sobre cómo evalúan y conceden crédito? Recuerdo alguna vez haber leído _A behavioral theory of the firm_ de Cyert y March, sobre qué heurísticas usaban las empresas para establecer precios y cantidad producida, en la práctica, en lugar de lo que la teoría microeconómica supondría.
Lo mismo sobre la conducta real de los usuarios del crédito.
Muy necesario seguir estudiando sistemáticamente esto de las condiciones en las cuales el sistema bancario puede meterse o no en lo del microcrédito.