El día que se cayó el cielo
Ciencia y conciencia > ColumnasPor Thilo Hanisch Luque
lunes 23 de julio de 2007 17:02 COT
Está haciendo una noche estrellada en el desierto de Arizona. El cielo está despejado, y las constelaciones del hemisferio norte brillan majestuosamente con sus estrellas de siempre, y que van girando lentamente, como si estuvieran incrustadas en la parte hueca de una gran esfera celestial que las contiene. Repitiendo uno de tantos ciclos incontables, y confirmando que abajo en la superficie, las cosas parecen estar donde siempre han estado. Excepto quizás por una hondonada de pájaros migrando en masa, lobos aullando desde lo lejos, cada vez desde más lejos, hasta que todo queda en silencio. Sólo se percibe una leve brisa que viene y va, pero ahora ya ni grillos se escuchan. De repente, de la nada, aparece una gran bola fuego con un halo multiespectral de tonos anaranjados a rojos. Parece un gran ojo inquisidor, un ojo colérico, que está mirando desde el cielo cada vez más de cerca. Cesa la brisa, hay un silencio sepulcral en el desierto, y empieza a escucharse un chasquido, luego un rugido intermitente, que se va acercando, al igual que el gran ojo, de manera acelerada, y el ruido se vuelve ensordecedor y constante. En un par de minutos, el gran ojo se transforma en una gran bola de fuego.
Sigue su curso sin que nada pueda contenerlo. Después de impactar con un ruido ensordecedor, se levanta una nube de polvo de cientos de millas a su alrededor, el cielo no vuelve a ser visible por días, quizás semanas enteras, ni mucho menos el ruido de los animales. Una lluvia de piedras de fuego que cubren el cielo de la tierra parece prolongar la eterna noche. Noche que pareciera amenazar con volverse la última. Todo se ha consumado.
Más o menos así me imagino el impacto del meteorito que dejara su huella de más de un kilómetro de diámetro en el Cañón del Diablo del estado de Arizona (Estados Unidos) hace unos 50.000 años. El cráter Meteor de 170 metros de profundidad que se había formado, y cuyos bordes se elevan 45 metros con respecto al suelo circundante, asemeja mucho más al cráter de un volcán que cualquier otra cosa. De hecho fue el geólogo Daniel Barringer quien descubriera en el siglo XIX que no se trataba de los vestigios de algún volcán inactivo, como lo pensaría cualquiera de nosotros, al ver las impresionantes imágenes como la de la fotografía a continuación. Hallazgo muy controvertido para los principales hombres de ciencia del momento, pues según la Academia de Ciencias de Francia de ese entonces, “los meteoritos no existían”. Uno de los mayores exponentes de esta tesis, el naturista francés Georges Cuvier, afirmó textualmente que: "las piedras no pueden caer del cielo, porque en el cielo no hay piedras".
Del meteoroide hasta la estrella fugaz
Ahora ya sabemos que existen. Se estima que la energía liberada durante el impacto del meteoro del Arizona equivale a 150 bombas atómicas como la de Hiroshima, o en cifras más exactas, a la explosión de una bomba nuclear de unos 1,7 megatones. Visto en perspectiva, si no fuera por los contornos de colores, algunos caminos y vías de acceso que se aprecian en la fotografía, junto al cielo azulado y despejado, podría tratarse de un cráter lunar. Todos los días la tierra es impactada por rocas provenientes de confines del espacio. Rocas de diversos tamaños, con mucho hierro en su interior. La mayoría quizás no superen algunos metros de diámetro, y corresponden a restos de asteroides o cometas (recuérdese que el núcleo de las cometas muchas veces es de roca). Cuando los astrónomos detectan que el curso de una de estas piedras es de impacto con la Tierra, lo denominan “meteoroide”. Al entrar en contacto con la atmósfera empiezan a calentarse y derretirse los meteoroides, y por convención entonces se les denomina “meteoros”. La mayoría de meteoros no tienen la masa ni composición suficiente para resistir la fricción con la atmósfera, y explotan en varios segmentos, proveyendo un espectáculo de fuegos artificiales, de muy corta duración, y a veces visible desde la Tierra a simple vista. De cualquier manera se trata de las estrellas fugaces. Algunas personas creemos que es el momento ideal para pedir un deseo al cielo. Los meteoros logran el estatus de “meteorito” al llegar a la superficie terrícola e impactarla. Hay vestigios varios no sólo del meteorito de Arizona, sino también de meteoritos en África y otros sitios en varios museos de mineralogía y geología del mundo, aunque de manera recurrente el más interesante que hallé fue el de Arizona.
Otros meteoritos famosos
Hallar historias de meteoritos en la Web es supremamente fácil. Hay cientos de historias, muchas más de las que ofrece la Wikipedia, y no son pocas las que allí se encuentran. En el sitio Web de David Darling (en inglés) por ejemplo, hay un gran listado de meteoritos con sus reseñas históricas. Todas dignas de contarse y leerse. Pero me llamó la atención especialmente la historia del sitio TECNOCIENCIA.COM sobre un monasterio en Canterbury (Gran Bretaña) del siglo XII. Los monjes allí recluidos observaron el impacto de un meteorito contra la luna. Recuérdese que allí no hay atmósfera que reduzca meteoroides.
Gervasio de Canterbury escribió la siguiente crónica (fragmentos): “El cuerno superior se abrió en dos y en el punto medio de la división emergió una antorcha flameante que vomitaba fuego, carbones calientes y chispas. Mientras, el cuerpo de la Luna que estaba debajo se retorció. La Luna palpitó como una serpiente herida. Después recuperó su estado normal. Este fenómeno se repitió una docena de veces o más, asumiendo la llama varias formas retorcidas al azar… Entonces, tras estas trasformaciones, la Luna tomó una apariencia negruzca de cuerno a cuerno.” Se cree que el cráter lunar correspondiente a la historia en cuestión es uno llamado Giordano Bruno, de 22 km de diámetro.
Ochocientos años más tarde, durante el mes de julio de 1994, o sea hace trece años exactamente, se observó el impacto de fragmentos del Cometa Shoemaker-Levy en el planeta Júpiter, al sur (o por debajo) de la famosa gran mancha anaranjada del gigante gaseoso. Recuérdese que se estima que caben unas cuatro tierras dentro de ésta. En la fotografía que sigue a continuación se observa la mancha oscura abajo y a la derecha de la mancha en cuestión, y que sería del tamaño de nuestra tierra. Supongo que si el cometa en cuestión hubiera apuntado hacía la Tierra, antes de convertirse en meteorito, yo no tendría ya nada que decir. Eso sí, cambiando un poco de tema, se afirmó que era la primera vez que observábamos un fenómeno parecido en el Sistema Solar, y creo que cuando dijeron eso, se habían olvidado de los monjes de Canterbury, que son para mi los verdaderos pioneros en este tipo de observaciones.
Pero sin duda alguna el meteorito más relevante a la historia del planeta Tierra es el que correspondería al Cráter de Chicxulub, en la Península de Yucatán (México). Como seguramente ya saben la mayoría de lectores, es allí donde se cree que impactó un meteorito de unos 10 kilómetros de diámetro hace 65 millones de años, conllevando a la destrucción de todas las especies de dinosaurios, hasta entonces la especie dominante de la tierra. Tratando de entender la energía liberada por estos cuerpos celestes, alguna vez escribí un artículo llamado Murphy y las canicas espaciales, aquí mismo en equinoXio, para los que quieran saber más del asunto. De cualquier manera, si este impacto no hubiera ocurrido, es posible que nunca hubiese evolucionado la especie humana. Por supuesto, hay quienes creen que el experimento cósmico se repetirá, quizás no hoy ni mañana, pero un día de éstos. Ya lo decía yo en otro contexto, en mi artículo sobre un asteroide que podría impactarnos dentro de un par de décadas, según fuentes de la NASA: Un acto de humanismo. Y entonces quizás, surja otra especie dominante. Me pregunto si será más parecida a la de los dinosaurios o a la de los humanos. O si quizás esta vez la ciencia si le permita al hombre alterar su destino como especie para bien, y no para mal, para variar. Hasta la próxima.
Imágenes de la NASA y del Museo de Mineralogía de Arizona
martes 24 de julio de 2007, 08:39 COT
Que interesante, no sabia nada de esa observacion realizada por los monjes. Tal vez no ha sido tomada en cuenta por la mala propaganda que le hicieron a canterbury, cierto poeta medio chismoso, con sus cuentos de caterbury. Que fueron hechos cerca de esa miosma epoca (no lo he comprobado, pero seria interesante que fuese de esa manera).
Voy a revisar las referencias, ya que cuando era niño tenia un libro donde aparecia una mujer gorda en USA la caul le habia caido un meterito que le dio en su cadera, ella estaba dentro de su casa, luego una vez contando esa historia alguien me dijo que en esa misma casa habia caido otro. y las robabilidades son, no se demasiado inmensas. La buscare
jueves 26 de julio de 2007, 00:45 COT
Para los que se preocupan de la caída de objetos desde el cielo, en la página de la NASA
se muestran los Asteroides potencialmente peligrosos (PHAs en ingles), los vínculos llevan a animaciones de las órbitas de los que mayor amenaza representan en cada mes.
Saludos
domingo 29 de julio de 2007, 20:28 COT
Hola Luis: Debía ser muy gorda la señora que dices, para que le cayera dos veces un meteorito encima… 🙂 SALUDOS
Hola Aturdido y confuso: Muchas gracias por el comentario y por ese link. SALUDOS
sbado 10 de noviembre de 2007, 16:10 COT
En el cielo si que hay piedras a mi callo una y no paso nada porque tiro mi mujer por ser enfadada conmigo.Esto lo se el resto son especulaciones me rio con las cifras que sobrepasan a 6000 años los ciento mucho pero esto es la verdad