Los juegos de rol para los aficionados y para los que no son tanto
Columnas > Las torres de TanelornPor Beto Agudelo
lunes 20 de noviembre de 2006 12:13 COT
Por simple descuido, el grupo de aventureros había ido a parar a un claro del tétrico bosque. El claro que servía como campamento a una manada de Hombres-Bestia, semihumanos engendros que ostentaban en sus rasgos animales el inconfundible sello de los crueles dioses del Caos.
En principio, Thaddeus, el hechicero, pensó que su devoción por esas mismas malvadas y sangrientas divinidades sería suficiente para aplacar a los feroces monstruos con torso de hombres, pezuñas hendidas y enormes cornamentas sobre las cabezas bovinas. Pero, o los Hombres-Bestia eran tan estúpidos como parecían, y no entendeían las lenguas humanas, o estaban realmente molestos por la muerte del monstruo que atacó a Thaddeus y su grupo a la entrada del bosque y que posteriormente el hechicero identificó como un Chamán de los Hombres-Bestia.
Junto a Thaddeus, Krueger, antiguo Paladín de la Luz convertido en el cruel Vengador Oscuro, desenvainó la pesada Espada del Caos, a medias con la esperanza de que el aura oscura despertara temor entre los Hombres-Bestia, en parte preparándose para combatir. Kianna, del pueblo de los Gnomos y dedicada en cuerpo y alma a la honorable profesión del coleccionismo, aseguró un saco que llevaba en la cintura y que contenía su más preciada colección: los ojos petrificados de todas y cada una de sus víctimas… al menos, no recordaba ningún ser que hubiera accedido a entregarle sus pertenencias en vida. Bueno, alguno había… pero estaba segura de haber colectado también sus ojos. Al tiempo que amarraba el saco de cuero, preparaba sus dagas gemelas y de un vistazo verificaba que estuvieran bien impregnadas de veneno. Shi’Atze, la Elfa Oscura, retrocedió un paso y miró al rostro del Hombre-Bestia más cercano, y sonrió. “Parece de peluche”, le oyó murmurar Kianna.
Thaddeus tomó una decisión y extrajo un amuleto de la bolsa de componentes.
“¿Qué piensas hacer?” Preguntó Krueger al tiempo que daba un molinete con la Espada para alejar a uno de los Hombres-Bestia.
“Una Bola de Fuego” respondió el hechicero con mirada decidida. Krueger miró a su alrededor, midiendo las distancias con la vista. “Están demasiado cerca. Nos vas a freír.”
Pero Thaddeus ya estaba realizando el conjuro. Algunos de los Hombres-Bestia, irritados por el uso de la magia del Caos que temían y odiaban, rugieron y alzaron las armas, listos para atacar. Kianna identificó el hechizo y saltó con agilidad tras el grueso tronco de un arbol cercano…
Detuve la partida durante un momento y miré a los ojos a Carlos, que interpretaba a Thaddeus. Le indiqué con un gesto su “Libro de Hechizos”, la hoja con la lista de los encantamientos que podía usar.
“Cuando impacta, ese hechizo explota consumiendo todo lo que haya a diez metros POR NIVEL DEL HECHICERO…”
“Lanzo el hechizo.” Me encogí de hombros y le entregué los dados.
…Justo a tiempo, pensó la pequeña Gnoma, pues en ese preciso instante Thaddeus concluyó el hechizo. Hubo un sonido como de vapor a alta temperatura súbitamente liberado y luego una violenta explosión, un poderoso destello y una oleada de calor calcinante. Lo último que escuchó Kianna fue el furioso grito de Krueger: “¡MALDITO HECHICERO DE…!”
Tras esa memorable partida de Calabozos y Dragones, quedé convencido de que, sin importar qué tan buenos jugadores sean, los aficionados a los Juegos de Rol siempre tienden a hacer alguna estupidez, tarde o temprano. Otros Directores de Juego – Amos del Laberinto, Narradores, Cronistas, o como quiera que su juego favorito los haga llamar – están perfectamente de acuerdo conmigo: quizá el “Hechizo de Imbecilidad” ronde todos los grupos y partidas de Rol, el caso es que las mejores anécdotas siempre incluyen algún estupendo ejemplo de cómo obra la Selección Natural. Es una lástima que los Premios Darwin no acepten postulaciones de personajes fantásticos.
Claro está, siempre pensé que esa especial característica de los Jugadores de Rol era una especie de mal endémico de nuestro núcleo particular, pero a través de Internet, y cada vez con mayor frecuencia, me encontré con incidentes similares y hasta peores.
Un día, revisando una de mis fuentes habituales de fantasía – la versión digital de la revista “Dragon”, de Wizards of the Coast – me encontré con una divertida caricatura que ilustraba exactamente el punto. Una rápida búsqueda en Google me llevó a la página del autor y – oh, dioses del Caos – a la colección On-Line completa de Dork Tower (algo así como “La Torre de Tontos”).
Página tras página, me sumergí en una serie de historias autobiográficas. Sólo hasta mucho después me enteré de que se trataba de las experiencias del autor, John Kovalic, y su grupo de jugadores… pero es que, además, Matt, el protagonista de Dork Tower, es un diseñador gráfico de treinta y tantos años, fanático de J.R.R. Tolkien y de Star Wars y que dirige partidas de rol para sus amigos Igor – un jugador compulsivo – Ken – pragmático Ingeniero de Sistemas – y Carson, el castor, tal vez el más equilibrado de los personajes (excepto cuando se ve transportado a un mundo paralelo a través del portal creado en el interior de una lavadora…). ¿Simple coincidencia? Quizá, pero fue impactante darme cuenta de que no soy en el mundo el único diseñador de treinta y tantos, fanático de Tolkien y de Star Wars y que dirige partidas de rol para sus amigos.
El excelente sentido del humor de John Kovalic, junto con el dominio del dibujo sintético y expresivo y su profundo conocimiento de lo que es ser un “Gamer” (Intraducible al español por cuanto implica la afición a los juegos de Rol, de Video, de Cartas Coleccionables, a los comics…) hacen de “Dork Tower” una carcajada permanente para los “Gamers” y una inquietante aproximación para el público no iniciado en ese fascinante universo. Si, inquietante… puede inquietar hasta el punto de salir corriendo, aterrorizados.
Dork Tower (C) John Kovalic. Todos los derechos reservados.
viernes 24 de noviembre de 2006, 19:40 COT
Mucha creatividad la tuya, amigo Mornatur. Los juegos no son mi fuerte pero tu relato, éste, es suave en el sentido que lo pude leer de corrido… agradable por lo sencillo. Tiene un toque especial esta entrada. Me agrada esa forma en que la relataste.
Un abrazo muy muy afectuoso y deseándote que estés sumergido en el deleite de tu matri.
viernes 24 de noviembre de 2006, 19:55 COT
Los juegos no son sino una prolongación de nuestro ser. En algún momento, una de nuestras pasiones nos hará ganar o perder. Somos ingenuos, valerosos, mezquinos, arrojados o timoratos y esto nos hará avanzar o perecer. ¿Lo tomamos en serio? ¿O nos burlamos de nosotros mismos? Ambas son maneras de jugar que no es sino otra manera de decir que le apostamos a todo, incluso a perder.
Buena entrada, Mornatur.
viernes 26 de enero de 2007, 13:59 COT
se que es tarde para postear peor apenas lo acabo de leer.
los juegos d erol son una nota, y no importa que tanta experiencia tengas siempre se mete las patas.