Decisiones y vacaciones

“El borracho está convencido, que a él, el alcohol no le afecta los sentidos…, y que por el contrario, sus reflejos son…, mucho más claros, y que tiene más control. Por eso hunde el pie en el acelerador, y sube el volumen del radio para sentirse mejor, bien chévere. Y cuando la luz cambia a amarilla, las ruedas del carro chillan, y el tipo se cree un James Bond. Decide la luz del semáforo comerse…, y no ve el camión aparecerse, en la oscuridad…, ¡PUM! Grito y choque, y la pregunta: ‘¿Qué pachó?’ Pa’ la eternidad…” Decisiones – Rubén Blades

Vacaciones. Si me tocara decir en qué consisten, no me alcanzarían las palabras ni las experiencias propias y ajenas para definirlas. En teoría es una época de descanso, de regocijo y hasta de unión familiar, sobre todo por esta época de diciembre. Pero vaya uno a salir a las calles bogotanas, a sus centros comerciales, a pasear, y verán el nivel de actividad no sólo comercial, sino de actividades físicas de todo tipo que pululan por estos días, incluyendo la de los delincuentes callejeros. Por un lado es normal, si de aprovechar el tiempo para pasear a los niños se trata, o hasta de comprar regalos de navidad. Quizás también sean inevitables algunos “maratones navideños”, léase Novenas de Aguinaldos, ingesta masiva de tamales de todas las regiones de la geografía nacional, aguardientes, viajes turísticos tipo “Plan – todo incluido”, en fin.

Lamentablemente esta época también ha demostrado traer desgracias de “última hora”. El abuso del alcohol por ejemplo, no sólo por los peligros de quienes se creen “James Bond” al volante, como dice la canción. También hay muertes por intoxicación con el alcohol. La intoxicación etílica, como la ocurrida hace un par de días a un turista que ingresaba a través de un aeropuerto internacional de Alemania por inmigración, y le tocaba pagar un impuesto por llevar una botella de Vodka de más, y por eso prefirió tomársela en “fondo blanco”, y casi se muere un par de horas después. Un joven berlinés de 16 años en cambio, no logró sobrevivir tras ingerir 60 copas de tequila a principios de año. Muchos creen que la intoxicación etílica sólo es un problema de alcohólicos crónicos, o de personas irresponsables que deciden manejar un carro, un avión o hasta un cohete espacial. Si escuchó bien: hasta en la NASA hay un escándalo por astronautas borrachitos…

Ni que decir de quienes beben solos, y hasta broncoaspiran su propio vómito, ahogándose en él , o causándose una grave bronconeumonía por aspiración. Peor aún cuando algunas personas acuden a distribuidores de licor de dudosa reputación, dizque para ahorrarse unos pesitos -lo cual es completamente legítimo-, y les venden un alcohol adulterado, no con base a etanol, sino con base a metanol o etilenglicol, por ejemplo. Ceguera, falla renal, falla hepática…, falla multiorgánica, muerte. El menú de términos médicos consecuentes es tan rico como las trágicas historias de quienes las padecen. Y aunque estos delincuentes que venden licor chiviado, y que se tiran nuestras vidas y navidades no sean reconocidos como “terroristas”, si que lo son. Recuerdo que cuando era pequeño, a mi querido pediatra un "cliente agradecido" le regaló una botella de alcohol adulterado. Quedó ciego de por vida. Por eso en navidad debemos ser tanto o más cuidadosos y responsables en todo sentido, no sólo con el trago.

Y la pólvora. Pero, ¿quién soy yo para cuestionar la pólvora, si hace unos años yo mismo junto a grandes amigos míos venteé al menos una tonelada de voladores de todos los tipos, sosteniendo los artesanales cohetes con mis propias manos? Y hasta bajo efectos etílicos. Ya van 30 menores quemados esta navidad, y apenas estamos comenzando. Sólo el ver rostros irreversiblemente deformados de algunos niños, sus brazos y manos amputados en los pabellones de quemados, pudo sacarme de mi locura. Y por supuesto la acertada ley del distrito capital, de prohibir la venta de pólvora al público como yo, y restringir su uso a verdaderos profesionales en el tema y con la supervisión de las autoridades de los bomberos y la policía. Decisión que en su momento se me hizo antipática y arbitraria, pues yo creía que la pólvora hacía parte de la esencia de la navidad. Ahora admito mi error, era todo lo contrario.

Tuve suerte. Tuvimos suerte. No siempre nuestras malas decisiones tienen fatales consecuencias, supongo, porque la vida es generosa con la mayoría de nosotros. Así lo son también nuestros seres queridos, y por eso es más que natural e instintivo nuestro deseo de convertir el día de 24 horas, en un frenesí de 48 horas o más. Vivir intensamente el momento. No dejar de bailar ni un merengue, no dejar ni un buñuelo en el canasto. Volver a escuchar las 24 horas las melodías del Indio Pastor López, Rodolfo Aicardi y Cuco Valoy. No perderse por nada del mundo el espectáculo navideño de las luces nocturnas. Incluso seguir disfrutando de los juegos pirotécnicos, pero en los parques dispuestos para tal fin por las autoridades, y con verdaderos profesionales de este arte.

Viajar por Colombia. Tragarse las doce uvas. Comprar interiores amarillos. Correr con maletas vacías alrededor de la manzana, para garantizar la prosperidad de viajes por venir. Todo eso está muy bien. Y unos traguitos, para compartir, si no va manejar, y no busca probar la tolerancia máxima de su hígado y de sus sentidos, hombre pues también. Por eso mis amig@s lector@s, sólo les pido que no tomen malas decisiones en esta navidad, para que tengan una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo, como se lo merecen ustedes y sus familias. Yo por mi parte me despido, hasta el otro año, y que Dios los bendiga. ¡Hip! Rubén Blades cantando Decisiones en Colombia

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