de cuánto apreciamos las vacas quienes nunca las vimos de cerca
Columnas > en minúsculaPor pequeña padawan
mircoles 18 de octubre de 2006 7:58 COT
en los últimos años, los desplazados se convirtieron en un lugar común. políticos y publicistas, damas grises y sociólogos, cada quien aprovecha a su modo las circunstancias. los carteles de “somos una familia de desplasados por la biolensia” están en cada semáforo, en cada umbral.
y, de acuerdo con nuestra vieja costumbre de pensar el mundo en oposiciones, muchos colombianos —y entre ellos casi todos los científicos sociales— nos hemos ido convenciendo de que, así como el desplazamiento es una tragedia, la vida campesina era un paraíso de tranquilidad y autenticidad. después de años denunciando las condiciones precarias en que se vive en muchas veredas del país, ahora resulta que eso allá es maravilloso, excepto cuando los paras o los guerrilleros llegan a sacarlo a uno. el gobierno, claro, está de acuerdo. y entonces produce comerciales que nos muestran que la gente allá tenía su yuca y sus gallinas… la ciudad, en cambio, es el horror, el caos, el hacinamiento, la suciedad, el desempleo. de acuerdo con esta visión, en el campo se tiene siempre la barriga llena y en la ciudad no hay nunca con qué comer. y no.
no estoy diciendo que el desplazamiento sea “un motor para el desarrollo del país”, pero sí pienso que la oposición nunca es tan simple. de plano es mejor tener un pedacito de tierra que no tener nada. pero también es cierto que la ciudad ofrece opciones de educación y salud que muchas áreas rurales del país no tienen, que muchas mujeres que vivían en relativo aislamiento han encontrado la posibilidad de organizarse en redes de vecinas y de construir un espacio para valorar su palabra y obtener cierta autonomía que no era posible donde estaban antes. del mismo modo, muchos niños que allá no iban a la escuela acá tienen un cupo en un colegio público —con todas las limitaciones que eso implica— y un eventual acceso a educación superior en el sena o hasta en la nacional.
por otra parte, este país se ha poblado en gran medida a partir de los desplazamientos forzados por una u otra violencia y ya deberíamos haber aprendido que el desarraigo, aunque indeseable, no es una condena a muerte. la gente sigue viviendo, se recupera, busca opciones. ¿por qué despojarla de esas capacidades?
la idealización de las vacas por parte del gobierno tiene además un efecto perverso: el sistema de atención al ciudadano desplazado. allí, mientras florece la burocracia que con tanto ahínco cuidan sus funcionarios, la ayuda posible se reduce a dos campos: la caridad del mercado de ochenta mil pesos para comer un mes, que obliga a la gente a pasar los días haciendo trámites para conseguir alguna cosa, o la reubicación, entendida como camiones que lo vuelvan a dejar a uno en la casa destruida, donde lo que no se pudrió de la cosecha ya se lo robaron y las condiciones de orden público no han cambiado. y es que el retorno debe garantizárseles a los que quieran volver, pero en unas circunstancias medianamente decentes. lo otro es continuar el ciclo.
también hay que pensar que esa visión de pobres víctimas que hemos propiciado tiene tanto efecto sobre los desplazados como sobre quienes no lo son, pero entienden que aquí el desempleo o el hambre ya no conmueven mucho, así que fabrican sus propios letreros y se paran en el semáforo que quede libre a esperar una moneda.
dejemos algo claro: sería preferible que nadie tuviera que irse de donde está salvo por libre decisión. sería preferible que los paramilitares y guerrilleros no se hubieran apropiado a bala del territorio nacional. pero, ya que son esas las circunstancias, también valdría la pena que el gobierno y nosotros pensáramos en los desplazados como gente en circunstancias complicadas que necesita encontrar su lugar, aquí o allá, de preferencia con algo de apoyo efectivo del estado y sin nuestra compasión por la vida idílica que creemos que perdieron. sobre esas bases sería posible no solo una atención más efectiva y mejor enfocada, sino también una actitud más respetuosa.
mircoles 18 de octubre de 2006, 08:37 COT
no entiendo bien por qué el mercado de caridad de ochenta mil pesos mensuales es una consecuencia de la visión errada de que los desplazados perdieron una vida idílica. la importancia de la reubicación tiene más sentido bajo esa visión, pero, por otro lado, la mayoría de los reubicados regresan al campo voluntariamente, ¿o no?
¿qué dicen los desplazados cuando les preguntan por su situación en la ciudad comparada a la del campo antes de que llegaran los malos? ¿hay algún estudio al respecto?
mircoles 18 de octubre de 2006, 09:24 COT
querido j.:
lo es porque la lógica del programa es darles una manito para que no se mueran de hambre, pero no ayudarlos a establecerse en condiciones dignas, porque sería fatal que decidieran quedarse acá con nosotros en vez de volver a su vereda.
por lo mismo, lo que hacían hasta hace un tiempo era armar combos de “retorno” donde si sumercé se devolvía le ofrecían muchas cosas (de las cuales pocas le entregaban, pero qué se le va a hacer) pero si se quedaba entonces de mala. no sé si esa política ha cambiado recientemente, ojalá sea así.
en cuanto a los estudios, los hay en grandes cantidades. en el último que yo conocí, el retorno estaba entre las primeras prioridades entre los hombres… y entre las últimas entre las mujeres. simpático, ¿no?
mircoles 18 de octubre de 2006, 13:46 COT
Idealismo ingenuo propio no solo de los pais supuestamente “en desarrollo” sino de los supuestamente desarrollados. Aqui (UK)el “sueno” de todo futuro pensionado o rico de repente es irse a vivir a un cottage in the countryside o en algun paisaje bucolico en Francia o Italia.
Por otro lado y por respeto a lo que desconozco no me atrevo a opinar de los desplazados “nacionales” pero habria que incluir en el mapa de los desplazados a los “desplazados internacionales” que se atreven a intentar cruzar un desierto a pie o los que ponen gallinas en jaulas los estrechos banos de una casa en el centro de Londres todo para comer “huevos frescos”.
mircoles 18 de octubre de 2006, 14:53 COT
Considero importante replantear la asistencia que se brinda a las víctimas del desplazamiento forzado en el país, que cada vez son más y más… estoy de acuerdo en que el enfoque publicitario y mediático que se le ha dado a esta situación es en muchas ocasiones irrespetuoso e indigno.
Pero me parece que hizo falta en el artículo hacer referencia a las consecuencias negativas que trae la población desplazada a las ciudades, como el aumento del desempleo, la inseguridad, etc., que son a mi juicio, las razones que impulsan el interés de algunos sectores, en mostrar la vida idílica del campo para incentivar el retorno de estos personajes.
Pero bueno, esa es solo mi humilde opinión, y sospecho que usted sabe un poquito más de estos temas que yo. Un saludo
mircoles 18 de octubre de 2006, 17:14 COT
Hola: Desgraciadamente no manejo “cifras”, pero mi intuición me dice que toda ciudad tiene una capacidad máxima para absorber nuevos habitantes. Esa capacidad no es fija, pues no da lo mismo que venga gente con capacidad para producir bienes industriales, por ejemplo, a personas que escasamente conocen el alfabeto y algunas técnicas de siembra y ganadería. No pretendo ser despectivo, pues todas las personas son iguales ante Dios y ante la Ley, pero la realidad es que es mucho más duro sobrevivir en un medio que no es el de uno.
Creo que son precisamente los antropólogos y sociólogos los encargados de estudiar los fenómenos sociales de la violencia, marginación cultural y exclusión social de grupos humanos determinados.
Entiendo su crítica en la medida que las sociedades son “dinámicas”, y no se puede pretender que la gente viva en sistemas aislados los unos de los otros. Una cosa desde luego, es anlizarlo como “un grupo”, y otra como conjunto de varios individuos, con sus necesidades básicas, sueños, frustraciones, etc.
Y si me parece que el número de individuos que acumulan malas experiencias superan con creces a los que se adaptan y mejoran su estatus social previo. Quizás porque la mayoría de seres humanos estamos diseñados para cambiar por etapas, e ir mejorando “paso a paso”, pero cambiar del campo a la ciudad en un santiamén es como si usted le da a un niño de cinco años pase para manejar, plata para gastar y responabilidades de adulto. Su cerebro probablemente no asimile tantas cosas, y no por falta de inteligencia, sino de madurez intelectual y emocional.
¡¿Paternalista?! ¡Seguro que sí! De hecho estas personas vienen en busca de “protección social”, y encuentran lo contrario. De ahí la costumbre de decirle “patrón” a todo el mundo, por ejemplo. Llegan con complejo de inferioridad y en real estado de indefensión, y todo el mundo se aprovecha de ellos. Sería diferente si les dieran herramientas como la educación para defenderse en la “selva de cemento”. He dicho.
mircoles 18 de octubre de 2006, 19:41 COT
Buen punto el que tocas. El miserabilismo llevado al máximo esplendor por el Gobierno para ganar indulgencias, y entronizado en el corazón de muchos, quienes a punta de golpes de pecho, edifican su conciencia. Aparte de los mismos desplazados a quienes este miserabilismo les resta las ganas de levantarse, convirtiéndolos en menesterosos.
Los desplazados son como las molestas visitas a quienes se les abraza pero al final no se sabe que hacer con ellas. Bueno, sí se sabe, parar la escoba y rogar porque se haga de noche y un bostezo las ponga en la calle. La escoba, en este caso, son los mercaditos, los subsidios y los abrazos de solidaridad.
Dejen la pendejada. Hay que incorporarlos a la vida, no poniéndolos a soñar con el terruño, sino abriéndoles el futuro, no tanto para ellos, que a duras penas conseguirán sobrevivir, sino para sus hijos que, seguramente, como siempre sucede, se vestirán de ciudad y aprenderán a vivir de ella, lejos del "pueblito de mis cuitas, de casas pequeñitas…"
Buen post, pequeña padawan… buen post.
mircoles 18 de octubre de 2006, 21:56 COT
ante la pregunta que aparece por ahí arriba, doy testimonio en el sentido de que no ha habido y no hay, desde el gobierno pastrana y hasta el actual, una política estatal que se compadezca verdaderamente de la magnitud del desplazamiento por violencia en colombia y busque superarlo integralmente. la asistencia a estas personas se da normalmente vía tutela y se traduce en cuelquier cosa que el juez de turno decida concederles. en su inmensa mayoría, el desplazado (el verdadero) no anhela volver al terruño porque teme por su seguridad, pero además, porque aquí encuentra lo que nunca tuvo allí.
la verdadera salida sería bombardear las zonas rojas de inversión social y desarrollo, generando condicones para que dentro del rancho no huela a vaca. ¿muy ingenuo? no, puro sentido común.
“Si yo pudiera unirme a un vuelo de palomas,
y atravesando lomas dejar mi pueblo atrás,
juro por lo que fui que me iría de allí…
…pero los muertos están en cautiverio,
y no los dejan salir del cementerio.”
os saludo, pequeña.
mircoles 18 de octubre de 2006, 22:38 COT
Bueno, el punto de Marsares es muy bueno. Pero insisto: a mi tampoco me gusta este gobierno. Pero igual no hay cama pa” tanta gente.
jueves 19 de octubre de 2006, 00:03 COT
pues el cuento también está en la sostenibililad de los desplazamientos… estoy seguro que nuestros abuelos y nuestros padres no encontraron, cuando llegaron, una bogotá tan hostil como la que hoy hallan los desplazados por la violencia. esta ciudad es una bomba social que está a nada de explotar y que no ofrece tantas oportunidades para ellos como para uno que sí está educado y que sí las conoce… el punto está en que listo, hay que integrarlos y sacarlos adelante, pero no siempre se va a poder, y esa realidad es tan descarnada y real como el niño que pide limosnas para una agua de panela
jueves 19 de octubre de 2006, 13:22 COT
Estoy de acuerdo en que la reacción del gobierno no debe limitarse únicamente al asistencialismo. Si se queda allí, lo único que lograría es estimular las migraciones hacia las ciudades, forzadas o no, pero entiendo que hay que hacerlo porque a mí me gustaría que me ayudaran si me viera en esa situación.
Sin embargo, no creo que porque en el campo no haya las mejores condiciones los desplazados van a estar necesariamente mejor en la ciudad. Nosotros ya hemos desarrollado las mañas necesarias para sobrevivir acá, pero alguien criado en el campo posiblemente esté mejor en el entorno para el cual se preparó toda su vida. Es cierto que en la ciudad hay ventajas de acceso a ciertos servicios y recursos, pero no necesariamente esas ventajas compensan lo que los campesinos pierden con el traslado.
Por lo pronto, el conflicto armado y la respuesta del gobierno sólo está acelerando esta “reforma agraria al revés”, donde las tierras de muchos pequeños cultivadores pasan a manos de unos pocos latifundistas paramilitares. Habría que empezar ya a mejorar las condiciones de vida en el campo para que dentro de 20 años sea mejor negocio quedarse allá que emigrar hacia unas ciudades donde aumentan la presión sobre un entorno que no está preparado para recibirlos en buenas condiciones.
viernes 20 de octubre de 2006, 07:24 COT
adrina: sí, el tema de los migrantes necesita una mirada cuidadosa, tanto acá dentro como allá afuera.
alicia: pues lo que yo creo es que el desempleo y la inseguridad no son consecuencia de los desplazados sino una de sus causas (aunque, finalmente, creo que es un círculo). medidas para afrontar estructuralmente esos dos problemas podrían ser un buen punto de partida para resolver también el del desplazamiento…
thilo: acumular malas experiencias y adaptarse y mejorar no son posibilidades excluyentes, de hecho casi todos hacemos ambas cosas. en cuanto a la capacidad límite de una ciudad, creo que no está en la cantidad de personas sino en el modo en que se organizan y usan los recursos. quizá es eso lo que habría que revisar…
marsares: creo que tiene usted razón.
sentido común: como siempre, sumercé ostenta los motivos de su nombre.
jose: que las cosas no siempre (o más bien casi nunca) se pueden, es una verdad de a puño. el punto es qué hacemos frente a eso… ¿no cree que podríamos hacer de esta ciudad un lugar menos hostil?
andrés: su diagnóstico es esencialmente correcto, pero tengo una diferencia grande de opinión con usted: la gente desarrolla todos los días nuevas habilidades, aunque sea en condiciones adversas, y así como mi abuelito es de santa rosa de cabal y se las arregla en la ciudad, después de un tiempito de adaptación usted y yo podríamos vivir bien en una vereda. y resulta que esos campesinos a los que usted se refiere son seres pensantes con la capacidad de cambiar sus costumbres cuando les toca, igualito que usted y que yo.
viernes 20 de octubre de 2006, 10:47 COT
Desde luego Colombia, es mucho mas grande que España, con selvas y montañas y un monton de territorio inexplorado e inaccesible. Pero los el gobierno y los militares me siguen pareciendo unos incompetentes de cuidado no puedan solucionar una guerra que dura decadas.
viernes 20 de octubre de 2006, 15:16 COT
Hola de nuevo. El artículo es excelente, y pone a pensar desde otra perspectiva. Pero me sigue pareciendo, y lo digo digo de forma respetuosa, puro idealismo romántico. Sería diferente si la “propuesta implícita” fuera la de llevar más desarrollo y tecnología al campo. Por ejemplo, desarrollar la Internet para que acabar con el “aislacionismo cultural”, por llamarlo de alguna manera.
No me imagino el “plan de desarrollo” que pueda funcionar bajo esta perspectiva. De pronto me falta más apertura mental.
Que este gobierno, y los anteriores son “incapaces”, de cualquier manera no solventa los imposibles económicos y si se quiere, “sociológicos” del problema. Personalmente creo que en política hay que ser más pragmático y realista. SALUDOS.
sbado 21 de octubre de 2006, 18:32 COT
¿cómo? es decir, se pueden hacer cosas, pero todo tiene un precio político que nadie está dispuesto a pagar… lo mñas grave del cuento es que, como son los mandatarios de esta ciudad, lo terminen pagando los mismos desplazados y pase como siempre, al caido caerle…
lunes 23 de octubre de 2006, 20:34 COT
Comparto el sentido profundo de tu texto, pequeña. Abrazo.