Damas harpías y despiadadas
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
martes 11 de marzo de 2008 10:00 COT
Llevo algún tiempo observando el modo en que actuamos las mujeres en escenarios laborales, sociales y familiares al tiempo que me pregunto: ¿por qué nos damos tan duro entre nosotras mismas?
Veo muchas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales haciendo campañas para que se detenga la violencia hacia las mujeres, para que los hombres nos traten con más tolerancia y respeto, pero siento que todas esas iniciativas se quedan cortas.
Para empezar, las mujeres que desean ubicarse en cargos de poder con frecuencia se comportan de un modo masculino y por ende ajeno, buscando parecerse a los hombres para obtener reconocimiento, en lugar de usar sus naturales características femeninas para hallar soluciones pacíficas y creativas a conflictos que tristemente se han convertido en tradiciones. Ejemplo de cómo podrían ser afrontados es la extensísima conversación que se dio en la más reciente reunión del Grupo de Río, donde los mandatarios de varias naciones latinoamericanas hablaron hasta el cansancio, con miras a solucionar pacíficamente un problema que bien pudieron haber abordado con armas.
Aunque en las etapas más tempranas de la civilización las mujeres nos caracterizábamos por ser fraternas, colaboradoras y hasta cómplices entre nosotras, miles de años más tarde observo con pesar cómo nos hemos convertido en harpías competidoras, despiadadas que inventamos cada día nuevas y peores estrategias de agresión para lograr nuestros objetivos sin importar las consecuencias negativas que este tipo de conducta pueda generar.
Las mujeres solemos usar métodos encubiertos para obtener lo que queremos y, con los justificativos de que actuamos haciéndole caso a nuestra intuición y de que es hora de reclamar lo que siempre nos ha pertenecido, seguimos adelante sin pensar en si le hacemos daño a alguien más o si le estamos quitando a otro lo que le corresponde, como si ese “llamado de la naturaleza” y esa certeza de que lo que hacemos es lo más conveniente, fueran razones suficientes para imponer una especie de dictadura femenina.
Quizás los hombres carezcan de sexto sentido, pero en el mejor de los casos resuelven una diferencia a trompadas y ese es el punto final del asunto. Se levantan luego de la pelea, se sacuden la ropa y se dan la mano como caballeros, seguros de que las deudas han sido saldadas, continúan entonces con su vida sin llegar a pensar siquiera en la revancha, eso, repito, en el mejor de los casos. Lo que quiero resaltar es que son frenteros y más directos, que son capaces de olvidar o al menos de perdonar. Tal vez su comportamiento se explique porque están seguros de que pase lo que pase seguirán en una posición privilegiada y por eso les es más fácil soltar. En cualquier caso, tenemos muchas cosas que aprenderles.
No sé si las mujeres cargamos con grandes cantidades de resentimiento sobre nuestras espaldas y por eso queremos ser exitosas a como dé lugar, sin importar el precio, como si tratáramos de cobrar con intereses todas las ganancias dejadas de percibir cuando éramos clasificadas como un ser distinto e inferior al hombre pero, sin importar la explicación, no les veo sentido a las conductas motivadas por tal sentimiento.
Creo que un mundo mejor es aquel en que hombre y mujer tienen el mismo valor, un sitio donde los dos reciben el mismo respeto expresado de formas diversas, por ser seres humanos y no por pertenecer a tal o cual género. Las fantasías de un mundo dominado por las mujeres me parecen tonterías que nada tienen de superior a la realidad que vivimos en la que los hombres prevalecen en las posiciones de poder.
Es verdad que cualquier esfuerzo que se haga con la intención de promover la tolerancia entre las personas es bienvenido, porque la ecuación es fácil, a mayor tolerancia menor violencia. Sin embargo, creo que también estamos cojos en cuanto a la tolerancia entre mujeres, o más bien, estamos cojas. Necesitamos más apoyo entre nosotras, más respeto femenino para las exponentes de nuestro mismo género, porque no tengo dudas acerca de que cuando queremos ser crueles con alguien, la presencia de otra mujer parece sacar lo peor de nuestra naturaleza.
martes 11 de marzo de 2008, 11:14 COT
De acuerdo. Aunque generalizar no sea válido, sí suelen resolverse mejor las cosas cuando se hablan de frente que cuando se recurre a indirectazos.
No sé si ésta sea la razón por la que los equipos de trabajo donde hay más mujeres que hombres suelen ser menos conflictivos que los compuestos únicamente por mujeres o que en los equipos de sólo hombres suelan haber muchas más bromas pesadas pero muchas menos intrigas.
En todo caso, creo que nos va mejor en conjunto como miembros de un equipo (como por ejemplo el Grupo de Río) que cada uno por su lado sacando las garras para almorzarse al vecino antes de que éste se lo almuerce a uno.
martes 11 de marzo de 2008, 12:23 COT
Dices:
“Quizás los hombres carezcan de sexto sentido, pero en el mejor de los casos resuelven una diferencia a trompadas y ese es el punto final del asunto. Se levantan luego de la pelea, se sacuden la ropa y se dan la mano como caballeros, seguros de que las deudas han sido saldadas, continúan entonces con su vida sin llegar a pensar siquiera en la revancha, eso, repito, en el mejor de los casos.”
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En la época del colegio, uno se podía, literalmente, romper la jeta con un compañero y al otro día era nuevamente amigo de él. En cambio dos alumnas que se pelearan, eran enemigas desde ahí hasta la muerte.
sbado 19 de abril de 2008, 21:59 COT
Apolo creo que no hay mejor momento que este para responder comentarios, precísamente hoy que he hecho algo frentero, aunque no sé si sea muy pacífico que digamos.
Cierto es que los equipos mixtos están más equilibrados que los compuestos por un sólo género, nos ayudan a enriquecernos más.
No deja de encantarme la postura feminista de Helen Fisher en El Primer Sexo por ver las cosas desde esta postura, aún no lo he leído pero le tengo muchas ganas.
Entretanto cruzaré los dedos para que mis acciones me lleven a diálogos civilizados y no a mechoneadas. 😉
Ay Rafa, cómo me cae el guante con ese comentario tuyo. Espero tener la sabiduría suficiente para no llegar a los golpes y para reconocer en la otra a una ser humana valiosa como yo y no como una intrusa que vino a quitarme lo que en realidad nunca tuve.
Sigo estudiando la lección del manejo del conflicto que hacen los hombres.
Realmente captaste mi punto al leerme, a eso mismo me refería.