Compleja sostenibilidad
Columnas > Eco-grafíasPor Germán A. Quimbayo
sbado 21 de julio de 2007 0:01 COT
Esta columna la escribo después de haber vivido esta semana, algunas situaciones que me hicieron pensar y dimensionar las perspectivas que se deben tener en cuenta para entender, más allá de lo técnico, la complejidad ambiental y los conflictos que le son inherentes.
En los días pasados viví una especie de desplante “mediático”, al no emitirse una entrevista que me hicieron en este espacio televisivo hace rato, quedándome así con las ganas de compartir mis impresiones con un público mayor. Razones de peso existirán para lo ocurrido, como la que un joven ambientalista no le dé la talla para confrontar una visión institucional, por ejemplo, o como me comentó una buena fuente, por “razones de programación”, en fin. De otro lado estuve trabajando en una gestión para una pequeña investigación que estoy emprendiendo, surgida a raíz de un comentario que recibí con respecto a uno de mis planteamientos que al parecer hirió una susceptibilidad y de la cual prometo publicar próximamente en este medio, pues el tema es algo delicado pero interesante. Pero bueno, ambas cosas fueron sopesadas por esta amable instancia, en la cual me hacen un inmerecido reconocimiento.
Las anteriores situaciones me hicieron recordar en cómo cada uno de nosotros, seamos afines a la ecología y las ciencias ambientales o seamos personas del común, o incluso nos valga un pito el ambiente, cada persona asume las temáticas ambientales a su modo y pese a que el tema muchas veces pereciese que lo obviáramos, está ahí siempre, nos interesa profundamente. Pero hay que ver de qué forma nos interesa y que implicaciones tiene sobre nuestra relación con el entorno. A continuación plantearé mejor este argumento.
Cada vez estoy más consciente, de que a los problemas ambientales hay que tratarlos de forma compleja mas no complicada. Me explico. El ambiente debe ser visto como un conjunto de elementos, que conforman una totalidad compleja de abordar. Me asombra entonces ver que ahora cualquiera hable de los temas ambientales, con tanta facilidad pero a la vez con tanto desparpajo, subestimando la real situación y ante todo generando ruido y contaminación mediática respecto a temas tan sensibles como los de tipo ambiental y ecológico. Y a esto me refiero, que sin importar la jerarquía o el nivel que tenga cierta persona, se use el tema medio-ambiental y ecológico, que es como llaman a todos los problemas ambientales (que no son estrictamente problemas ecológicos), para hablar pura m…y emprender propósitos que no siempre tienen la intención que supuestamente guardan.
No con esto quiero meter en saco roto la preocupación del ciudadano de pie, común y silvestre en torno a la crisis global ambiental, que de una u otra forma la sentimos todas y todos, por ejemplo, en aspectos tan básicos como la afectación a la salud (física y mental), entre otros elementos que si analizamos profundamente nos confirman la complejidad de factores que nos afectan a diario. Al contrario, a lo que estoy haciendo referencia tácita es al manejo político (mejor, politiquero) y oportunista que se hace del ambiente. Es increíble ver como en pleno siglo XXI se siga observando una actitud simplista y reduccionista para tratar los temas ambientales, así salgan con el discurso de propender por un desarrollo sostenible, o que se cantan verdades incómodas, a través de conciertos de rock, como si esto fuese suficiente. La única verdad, es la incomodidad que representa estas volátiles posiciones a la gestión ambiental. Lo peor de todo es que a los ambientalistas se nos trate de tontos cuando atacamos con fundamento este tipo de comportamientos.
Henry Mance comenta en este[1] interesante y ya famoso análisis, que la mayoría de personas conocemos que los ecosistemas son vulnerables a la política. Cosa cierta teniendo en cuenta que el mismo Mance pone como ejemplo, la situación del Ministerio del Medio Ambiente, en donde se nos enseña que la historia del funcionamiento de estas carteras y de las políticas que formulan, son vulnerables al cambio o interés político de turno.
Ahora bien, es preciso mirar hacia el lado social y cotidiano. Por estos días adquirí una publicación de una de mis grandes influencias intelectuales en el pensamiento ambiental, el profesor Julio Carrizosa Umaña[2], quien pese a tener ya una avanzada edad, este factor no le impide plantear alternativas lúcidas, precisamente por la sapiencia y sabiduría que le brindan los años. Él plantea que una gestión para la sostenibilidad local, debe tener en cuenta (el subrayado es mío):
- Ser dependiente de las particularidades biofísicas, socio-culturales y económicas del lugar.
- Ser potencial porque está sujeta a las condiciones, pero también a los cambios naturales y a la adaptación y creatividad de los seres humanos.
- Que sea definida a través de procesos, pues los procesos son los que se sostienen y se desenvuelven en lugares específicos.
- Ser visible en la mejoría de las condiciones biofísicas, económicas, sociales, políticas e institucionales, es decir, que se conjuga las sostenibilidad biofísica con la sostenibilidad cultural del lugar.
- Contenga un deber-ser de equidad intra e intergeneracional que sugiere la participación de todos los estamentos de la sociedad y el alcance de las decisiones políticas.
Para ser sinceros, todo este compendio sería el ideal, sin embargo estamos aún muy lejos de llegar al mismo pues nuestro sistema cultural no nos permite abordarlo de adecuada forma. Y dicho sistema cultural guía el comportamiento ambiental del colombiano común. ¿Y realmente qué referentes culturales están determinando dicho comportamiento? Vale la pena hacerse esta pregunta que tanto Carrizosa Umaña como yo nos hacemos.
Para la academia (y en buena parte, quien la pueda apoyar y financiar) es saludable tener en cuenta, que debe hacer todo lo posible por generar iniciativas de investigación en cuanto a la conservación de los ecosistemas, pero teniendo en cuenta las conflictividades socio-ambientales que los afectan. Por ejemplo, no existen “dolientes” que estudien profundamente los reales impactos de la fumigación de cultivos de uso ilícito, el comportamiento de sistemas productivos sostenibles en un contexto de economía de libre-mercado o qué impacto están teniendo cultivos como el de la palma africana. E incluso no se tienen iniciativas para hacer conservación de la biodiversidad frente a los cambios climáticos que se nos vienen encima. ¿Podría estar visualizando campos de ocupación para ecólogos? Tal vez, pero son realmente opciones para trabajar en la construcción de otro tipo de sociedad.
Pero para ese ciudadano de a pie, el sentido común y la “democratización” de lo que se entiende como ambiente, son los que permitirán que cada persona siendo un universo completo y único, tenga la capacidad de cuestionarse desde su propia complejidad con el fin de apropiarse y transformar para bien su entorno. Es un deber que el Estado le brinde esta oportunidad a la sociedad en general y que la academia pueda abarcar las temáticas de forma integral y no centrándose en aspectos por separado y como bien remarca Carrizosa Umaña, se establezca un fortalecimiento en el surgimiento de las ciencias de la sostenibilidad, o mejor, ciencias de la sustentabilidad. Buena parte de los conflictos sociales que sufrimos y vivimos, se deben en buena parte a que vemos las cosas como simples relaciones causa-efecto, o que nos develen verdades más bien cómodas.
¡Un saludo especial!
[1] Mance, Henry. 2007. El ascenso y el declive del Ministerio del Medio Ambiente 1993-2006. Foro Nacional Ambiental Policy Paper.
[2] Carrizosa Umaña, J. 2006. Desequilibrios territoriales y sostenibilidad local: Conceptos, metodologías y realidades. Instituto de Estudios Ambientales –IDEA–, Universidad Nacional de Colombia. Bogotá D.C. (págs. 35-36).
sbado 6 de octubre de 2007, 02:57 COT
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