Colombia Altoandina y su relación con el cambio climático
Columnas > Eco-grafíasPor Germán A. Quimbayo
martes 5 de junio de 2007 8:00 COT
La Sociedad Geográfica de Colombia, desde hace varios años, viene llevando a cabo varios ciclos de charlas académicas y didácticas (gratuitas) en el auditorio del Planetario Distrital de Bogotá, denominadas Martes en el Planetario. El primer ciclo de conferencias de este año (8 de mayo a 5 de junio) se ha denominado Colombia Altoandina, con el apoyo del Jardín Botánico de Bogotá. A dicho ciclo de conferencias he venido asistiendo personalmente con bastante interés.
El nombre de Colombia Altoandina es bastante sugestivo para los que hemos estado afines a la ecología y ambiente en nuestro país. Sin irnos en detalle extremo de cómo se clasifican los ecosistemas terrestres en las montañas andinas, esa denominación está haciendo alusión a ecosistemas y formaciones vegetales bastante particulares y únicas en el mundo, que se encuentran en las partes superiores de los tres ramales cordilleranos y otros grandes macizos colombianos (como la Sierra Nevada de Santa Marta), entre los 2.800-3.000 y 4.200 metros sobre el nivel del mar (es decir, entre los límites superiores del bosque y el límite con las nieves perpetuas). Dichos ecosistemas son los bosques altoandinos y los páramos[1].
Los bosques altoandinos son ecosistemas bastante biodiversos si se comparan con otros lugares del mundo a la misma altura, y en general se constituyen en lugares con una gran recarga de acuíferos, es decir de mantener la cantidad de agua necesaria para procesos vitales humanos y no humanos.
Por su parte los páramos, de igual forma, guardan un gran nivel de biodiversidad adaptada a las extremas condiciones climáticas y de gran altitud, y cómo lo han querido llamar algunos personajes son “fábricas de agua”, pues su vegetación actúa a manera de esponja que regula el agua que llega a estas zonas: va liberando líquido en el momento justo, acorde a las dinámicas del ciclo hidrológico. Además los páramos son únicos en países como Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, una pequeña extensión en Costa Rica y Bolivia. Según varios estudios, se ha llegado a la conclusión de que los páramos son inmejorables sumideros de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases de invernadero más relevantes.
Volviendo al ciclo de charlas en el Planetario, me llamó mucho la atención una charla cuya temática abordaba el tema de la región Altoandina de Colombia y sus relaciones con el cambio global y climático. Dicha charla estuvo a cargo del reconocido biólogo e investigador del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional Orlando Rángel Ch. A sabiendas de que me esperaba una buena charla, fueron más las impresiones y sorpresas que tuve, que el de encontrarme con cosas predecibles. Me dije a mí mismo, ¿será que por fin la academia se está dando cuenta que se debe tener en cuenta en los estudios ecológicos y ambientales, las complejidades y conflictos sociales, políticos y económicos, para comprender de mejor forma la crisis ambiental global desde lo local? Al parecer sí.
Rángel dentro de su exposición sostuvo que los impactos (positivos y negativos) en la formación y estado actual de estos frágiles ecosistemas, se debían a dos factores principales: (1) una dinámica geológica y astrofísica que determinaba los cambios climáticos planetarios como los periodos de glaciaciones y (2) los factores humanos que determinan las condiciones actuales de los ecosistemas altoandinos, a una escala local y a una escala global. Bastante interesante, ahora veamos el porque de esto.
El primer factor se encuentra asociado a los Ciclos de Milankovitch, que han determinado las épocas climáticas del planeta, como los períodos de altas temperaturas o los períodos de grandes glaciaciones. Esta teoría asume que la energía solar incidente en el Planeta y durante un año completo es siempre la misma, excepto por los cambios de excentricidad, en donde se admite un ligero cambio, asociado a procesos geo-astronómicos (orbita planetaria). La variación relevante radica entonces en el diferente reparto de la energía en cada estación del año y en cada hemisferio, según van variando a lo largo de los años las características de la órbita planetaria. En síntesis, esta teoría habla de los cambios cíclicos climáticos naturales que han venido presentando el Planeta durante millones de años.
El segundo factor se encuentra relacionado al tipo de apropiación humana de los territorios asociados a los ecosistemas de alta montaña, que en Colombia han sufrido de la extensión de la frontera agrícola (por lo general para el cultivo de papa, hortalizas y ganadería) y la urbanización, que confirma la tesis que el 70% de la población del país se asienta en las cordilleras. Sin embargo, el alcance humano ya en una escala global se encuentra asociado al cambio climático, inducido por actividades humanas de gran escala, como la industria, la agricultura extensiva, entre otros.
¿Y qué tiene que ver todo esto con los ecosistemas de alta montaña? Como los páramos se han formado recientemente (desde el punto de vista geológico y evolutivo), tienen que ver mucho con las fluctuaciones y ciclos de las nieves perpetuas asociadas a dinámicas climáticas globales (Ciclos de Milankovitch). Los páramos son la herencia que nos dejó la última glaciación hace unos 10 mil años aproximadamente. Es como si las nieves se contrajeran y se expandieran constantemente bajo ciertos períodos de tiempo, asociados con cambios climáticos globales naturales.
Sin embargo el cambio climático extremo e inducido por actividades antrópicas de gran escala, han hecho que estos procesos se vean afectados y en consecuencia perturben las dinámicas naturales de sucesión vegetal que forman a estos ecosistemas, sin dejar que la vida asociada a los mismos se pueda adaptar a los abruptos cambios. En este mismo costal, nos debemos incluir, pues no es solo que los frailejones (Espeletia spp.), puyas (Familia Bromelaciae), encenillos (Weinmannia spp.) o los osos de anteojos (Tremarctos ornatus), se desaparezcan. Estamos todos conectados.
El incremento de las temperaturas en alta montaña afectaría los ecosistemas de páramo (y en general todos los de alta montaña) disminuyendo casi totalmente su extensión (de) generando en una pérdida en su capacidad de intercepción, almacenamiento y regulación hídrica, poniendo en peligro el abastecimiento hídrico de buena parte de la población colombiana[2]. Es por esto también que estos ecosistemas son el ojo del huracán para los interesados en privatizar el agua y desconocer dinámicas socio-ambientales y hasta ancestrales de construcción social del territorio.
Aparte de esto, existe un peligro de perderse para siempre una vasta biodiversidad de flora y fauna asociada. Mucha de esa flora, aparte de ayudar al ciclo hidrológico, ha sido usada (y comprobada) como fuente para la medicina tradicional.
A esta dinámica, lastimosamente, se le suma la afectación local a estos ecosistemas y las conflictividades ambientales que presentan. Un modelo inapropiado de uso y disposición del territorio, acaecida por años y años de una poco clara política de Ordenamiento Territorial y de Reforma Agraria, el modelo económico y político imperante en el país que poco comprende los complejos y aún latentes ciclos evolutivos, ecológicos, climáticos y hasta geológicos que tiene el Planeta y los ecosistemas que lo forman.
Al momento de cuidar los bosques y ecosistemas terrestres, siempre nos fijamos en las selvas tropicales húmedas de tierras bajas, como las de la cuenca Amazónica y Pacífica (ríos Atrato, San Juan y Patía), pero nunca dimensionamos la importancia de los ecosistemas de alta montaña, que radica en el mantenimiento y regulación del ciclo hidrológico, que mantienen nuestros complejos urbanos y rurales y además son cuna de grandes cuencas hidrográficas como las anteriormente mencionadas que permiten la formación de grandes ecosistemas boscosos.
Según Rángel y otros académicos, Colombia tiene todos los tipos de páramos (secos, semihúmedos, húmedos, muy húmedos y pluviales). Estos páramos poseen el 8% del endemismo de la flora colombiana y el 40% de la misma flora de páramo, es endémica. Por algo no solo los páramos y bosques altoandinos, sino todos los ecosistemas y biomas que comprenden la región Andina de Colombia, Ecuador y Perú, han sido considerados como un Hot Spot, o región clave para la biodiversidad mundial.
Es imperioso tener en mente, que aún vemos el cambio climático como lejano a nuestra realidad y cotidianeidad. Recordemos que los primeros que vamos a sufrir las consecuencias de dicho cambio, vamos a ser los países del trópico, en especial en zonas de alta montaña. Reitero, en honor a la verdad en esta cuestión del cambio climático se deben pedir corresponsabilidades, sin embargo nosotros a la hora del té no tenemos muchas velas en ese entierro. Hay que exigirles a los de arriba, y más cuando la cumbre del G-8 se acerca esta semana.
¡Un saludo especial!
[1] Varios autores. El Páramo: Ecosistema de Alta Montaña. Bogotá, Fundación Ecosistemas Andinos, Gobernación de Boyacá. 1996.
[2] Programa para el manejo sostenible y restauración de ecosistemas de la alta montaña colombiana: Páramos. Ministerio del Medio Ambiente, República de Colombia. Bogotá, diciembre de 2001.