Café y croissant
Columnas > Life in the Picture MotionPor Diana Luque Lavado
jueves 12 de febrero de 2009 11:17 COT
Desde que era una niña, me acuerdo perfectamente de la figura de Audrey Hepburn caminando por la acera frente a Tiffany’s. Pero lo que más recuerdo, como niña a la que siempre le han encantado los vestidos, es verla envuelta en ese hermoso Givenchy negro de satín. Ella, con ese vestido, fue mi ícono de la moda, con el que me volví a encontrar, ya siendo adulta, en una silueta del taller de modas de una amiga, donde me fijé que, además, tenía un precioso collar y un cigarrillo estilo pitillo, que siempre me hacía pensar que así valía la pena fumar
Ahora pienso diferente. Respecto al fumar, obviamente, porque por Audrey Hepburn sigo sintiendo lo mismo, pero ahora sé que esa imagen pertenece a la película Breakfast at Tiffany’s (Muñequita de lujo o Desayuno en Tiffany’s, 1961), de Blake Edwards, y que es la preciosa Holly Golightly caminando una mañana, viendo la vitrina del almacén Tiffany’s y tomando un desayuno con café y croissant. Esta es la primera escena de la adaptación de la novela corta de Truman Capote. Obviamente, vine a descubrir esto mucho tiempo después de que vi la imagen por primera vez.
Nunca me había animado a investigar, a ir más allá. Siempre veía el cuento en la librería, pero no lo compraba. Pensaba sacarlo de la biblioteca, pero no lo hacía. Hasta que un día me ganó la curiosidad y decidí conseguir la película. Con semejante apertura, pues la escena del vestido es la primera, temí que Audrey me decepcionara, pero mejor aún, Holly es todo un personaje: alegre, divertida, amante de las cosas buenas y con un oficio que deja dinero y entretenimiento. Toda una mujer independiente.
También esta su nuevo encantador vecino, Paul Varjak, interpretado por George Peppard, que tiene todo lo que dice el estereotipo de escritor: buen mozo, un poco flojo, sin un solo éxito y por ende, sin un centavo. Al comienzo, se ve como una persona muy diferente a Holly, pues tiene esa fachada de característico intelectual que Holly derrumba con una risa y la ayuda de su hermoso gato. Lo que más me gustó de la presentación de ese personaje es que entendemos perfectamente que Holly es una chica muy alegre, demasiado para lo que la sociedad considera adecuado y moral, pero a ella no le importa: su vida solo necesita un poco de diversión.
Y hablando de diversión, lo mejor que tiene la película, lo recomendado son dos fabulosas escenas que narran todo el sentido de la historia que tanto el director, como el escritor del cuento. La primera es la escena de la fiesta, cuando Holly invita a Paul a tomar unos tragos a su casa. Es conocido que muchas de las historias de Truman Capote eran un reflejo de la alta sociedad, en especial la de Hollywood, y que sus representaciones tenían que ver más con lo oculto, lo decadente que sucedía en las fiestas de los años 60 y 70.
Es precisamente esa escena la más lograda por Edwards, no únicamente por la viveza que el Technicolor le da, sino por el humo, el ambiente, y quienes hacen la fiesta. Es maravillosa la escena del espejo donde sale una mujer riendo y después sale llorando: el evidente sentido de las drogas psicodélicas que era el pan de cada día, encierra todo lo que puede traer una fiesta, alegrías y penas. También, dentro de la misma fiesta, está este grito de Holly cuando ve que algo raro va a pasar con una mujer: ‘Timber!’ Y esta mujer se cae al piso, seguramente ebria, y todos siguen bailando. Mi ingenuidad no me había permitido ver una escena tan escandalosamente deliciosa en una película.
Ya lo segundo tiene que ver con el significado propiamente dicho del lugar favorito de Holly. La frase que ella usa para explicarle a Paul lo que Tiffany’s significa: ‘Cuando quiero sentirme bien, tomo un taxi y voy a Tiffany’s, me tranquiliza de inmediato. La tranquilidad y verlo todo, nada malo puede pasarte allí’. Suena evidente para una mujer, esta tienda internacional es conocida por sus diamantes, así que el que una mujer se sienta feliz en una joyería no parece nada nuevo, pero yo creo que cada persona tiene su propio ‘Tiffany’s’, ese lugar donde hay tranquilidad y creemos que nada malo podrá sucedernos. Ese es el gancho de Breakfast at Tiffany’s.
Datos de la película hay muchos: Capote quería a la preciosa Marilyn Monroe para el papel de Holly, pues era su mejor amiga en la época, el guión escrito por George Axelrod fue nominado para un Oscar, pero quien ganó fue Henry Mancini, conocido por la música de La pantera rosa —¿quién no la ha oído?— por la canción Moon River, que canta la propia Hepburn; y la actriz Kim Novak, actriz de Vertigo de Hitchcock, criticó el personaje de Holly, como algunas otras comedias sexuales de la época. Contar más cosas de la película podría dañar la trama, así que simplemente es hora de ver el esplendor del Nueva York de los sesenta.
Yo, por mi parte, lo que sí creo es que todos tenemos nuestro lugar para desayunar con café y croissant.
[Actualizado el 12 feb 2009 a las 16:18 COT]
jueves 12 de febrero de 2009, 12:48 COT
Lo triste es que hay un centro comercial en Londres en el que la gente va a tomar champaña delante de Tiffany”s… O no sé por qué eso me parece triste.
Creo que la canción se llama “Moon River” , no “Moon light”.
Me gustó el texto, igual…