Asusta el cobarde y la libertad de la vida
Columnas > Paso sin destinoPor Lukas Jaramillo Escobar
martes 10 de marzo de 2009 14:46 COT
Después de tocar fondo con el delirio de Pablo Escobar, después de padecer la mayor miseria de la estética con que detrás de tanta fuerza destructiva se escondiera un personaje apodado Don Berna y que viviéramos un proceso de reinserción en Medellín como un paso difícil para la reconciliación, algunos todavía insisten, con manos que no saben acariciar, que no portan callo y que son frías como quien no sueña, en notas de miedo torpemente garabateadas desde sus propios traumas esgrimiendo la peor de las cobardías: el sistema de matar.
El animal agoniza, deseo yo como dueño de mi ciudad, dueño por no quitar nada, por despertarme cada día a ver cómo hago, por acostarme sobre mis únicos problemas y no debajo de los miedos de nadie. Y esta vez, aunque ruja, en Medellín la alimaña se encontró con una ciudad en la que, escapando de nuestro pasado, sabemos quién es aquel que nos dice “usted no sabe quién soy yo”: es un cobarde, un flojo, una persona sin arte u oficio, que debimos acoger a tiempo, como a un enfermo, pero que no nos puede meter en su pequeño mundo oscuro.
Torpes, los incapaces, mataron bastante en un mismo día, peligrosos como una bestia desesperada que no calcula y ya no encuentra mucha rentabilidad en sus zarpazos, además ya sin un plan, intentaron cabalgar sobre los traumas existentes, panfleteando a la ciudad con argumentos sobre la higiene y adelantándose a pedir perdón, inmaduros e ingenuos, como niños conscientes de su estrago y creyendo que se pueden dirigir a algo que ellos llaman sociedad, sin merecerlo, sin ningún valor para abrogarse ese derecho. Los pillos, los que no pueden soñar con escribir algo que reviva, no entienden que la gente que erige edificios, que enseña a leer, que salva vidas en un hospital, son, con autoridad y legitimidad, los que se pueden despertar un día y empezar una carta con sociedad, seguida de dos puntos, para hablar de lo sagrado de la vida y de sobre la diversidad para encontrar el propio camino que se convierta en la buena vida, con aprecio infinito por la libertad.
Con resquemor a perder no la seguridad (que es un medio para alcanzar otras cosas) sino la libertad que hemos ganado con tanto esfuerzo en algunos de los barrios humildes, repito para mí mismo: Medellín, mamacita, no tengas miedo. Y no me niego a tenerles compasión a los que se dedican a dar la muerte por carecer de tantas cosas, tampoco niego la piedad de la reconciliación porque uno entiende que nuestros “malitos”, nuestros enfermitos, nos pertenecen, pues en algún momento se nos perdieron, pero basta con observarlos para darse cuenta que aquellos que intentan hacer llorar un barrio es porque son incapaces de hacer reír. Después de todo, y con la levedad del que no puede dar vida o contenerla, para asustar no hay que ser creativos, mientras que para ser responsable por una sonrisa, se necesita genialidad.
mircoles 11 de marzo de 2009, 03:43 COT
Ese que nos dice “usted no sabe quién soy yo” no es un enfermo, es un delincuente, un criminal un antisocial, una peste social, y muy seguramente todo lo que ha conseguido, hasta su cargo lo ha robado. Los enfermos son víctimas, pero los de esta clase por el contrario son victimarios.
La misma descripción cabe para aquellos quienes desde las posiciones de poder nos gritan, nos amenazan, nos insultan, nos intimidan para que no delatemos sus fechorías y sus intentos de eternizarse en el poder.
mircoles 11 de marzo de 2009, 21:04 COT
Hola Lucas!!
Inmersa en tus letras, se me antoja una analogía entre el pasado y el presente de mi Medellín. Ahora seguimos con el fantasma de un Pablo Escobar y de la sombra cercana de un Berna, que se mezcla disimuladamente a la falta de binestar que se adentra en los rincones de la ciudad. Una ciudad que ya no es primaveral, pero tampoco segura. Ahondar en realidades es cuestionable para este gobierno de Uribe, donde la labor social está en el piso dejando a diestra y siniestra muchos enfermitos y malitos que actúan como un cáncer en los entornos.
jueves 12 de marzo de 2009, 18:53 COT
Me gustó mucho esta entrada, debo decir que la primera de todas las que has escrito. Muy bonita me pareció, por eso creo que me gustó tanto, sencilla y sin pretensiones pero muy del alma
viernes 13 de marzo de 2009, 19:41 COT
“Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero. Pero amo tus cielos claros y azules, como ojos de gringa.”.. -Gonzalo Arango-
sbado 14 de marzo de 2009, 23:48 COT
Aquí lo de enfermito, es usado con algo de ligereza, porque siempre hay un momento donde todos pudimos elegir y ese es el valor, el heroismo: superar sus circustancias, superponerse al destino. Sin embargo una mayoría diversa y vital se diferencia de aquella minoría que parece enferma porque no tiene enemigos, porque su proposito es sanar más que castigar.
Ni primavera, ni cancer, mi querida Paula, más bien no nos abrogamos ya ni el paraiso, ni el copyright de lo bueno porque en eso hay una mala tentación de señalar un único camino y de que el fin justifique los medios. Pero sí hay provenir seguro, por más que no haya destino, si hay sentido.
Sigamos buscando escribir dejando la piel en la pista, “Bailarina”, a medida que vayamos madurando, sin perder el juego del asombro, pero con la capacidad de reirse de sus mismas vanidades que siempre estarán ahí para dar el siguiente paso.
Queridos Gonzalo, para terminar, donde quiera que te hayas buscado el cielo: ya para entonces amabas a Medellín a través de una mujer foranea… ¿nuestro caracter violento, tendra una contracara fertil?
domingo 15 de marzo de 2009, 18:15 COT
Lukas:
Leyéndote recuerdo a Gioconda Belli:
“Tiembla el pulso del escritot cuando quiere denunciar
¿quién oirá sus palabras? ¿quién ignora lo que habrá de decir?
Estamos todos en el secreto. Todo se sabe hoy en día
con los blogs y los despachos y el diario pregonar
de los asqueados.
Pero ya nada da asco. El asco es un valor obsoleto.”
Un post con sabor de alma.