Al entrarse la noche…
Columnas > CulturaPor Carlos Uribe de los Ríos
sbado 20 de octubre de 2007 0:01 COT
Germán Espinosa ha entrado en su noche. Y este es el motivo para que todos los medios, ahora sí sin distingos, hablen de un hombre que fue considerado un escritor de primera línea desde los 70, pero que en realidad nunca consiguió la consagración del público, el reconocimiento consecuente, la “canonización”, como prefieren decir los estudiosos de la literatura.
Espinosa, cartagenero del 38, tuvo un enorme éxito en los 70, de cuenta de su libro Los cortejos del diablo, que no fue el primero además. Ganó varios premios latinoamericanos de novela por esta obra y casi de inmediato fue traducida al francés y al italiano. Se suponía que en adelante la circulación de sus libros estaría asegurada. Pero no.
Le escuché a alguien decir una vez, hace no muchos años, que Germán Espinosa se equivocó desde entonces sobre qué libro publicar en cada ocasión, pues escribía varios al tiempo. Fue autor de novelas, ensayos, poemas y traducciones reconocidas. Y parece que sí.
Cada publicación de este autor y profesor universitario, que dejó un legado que sobrepasa los 30 títulos en varios géneros, fue acogida y leída y respetada en un estrecho círculo de conocedores y académicos, pero ninguna alcanzó la canonización. Ninguna fue el libro que sobrepasara por fin ese límite gaseoso entre el reconocimiento de los iniciados y la demanda apresurada de los lectores por miles que le aseguraran de por vida un público obsecuente.
El libro más importante de Germán Espinosa fue sin duda La tejedora de coronas, 1982, una novela difícil para la mayoría pero llena de sorpresas, encantos y pequeñas trampas –recursos de la narración– que hacen menos fatigosa una lectura exigente. Los conocedores, desde sus cátedras universitarias, las revistas especializadas, los estudios especializados y demás canales cultos, entendieron que esta novela marcaba un hito en Colombia, así Merton haya dicho que era una novela moderna, no posmoderna, lo que no le resta nada pues se refería a las técnicas de la escritura, que le llegaban a Espinosa a través de una rica pero exclusiva tradición alimentada por Joyce y Faulkner.
La tejedora consagró a Espinosa. Le dio un lugar en la literatura colombiana y en toda aquella que se escribe en español, pero por sus exigencias no pudo llegarles a unos lectores naturales (los nuestros) acostumbrados a Corín Tellado y cuando más a los éxitos hoy olvidados del autor de Nido de ratas.
El signo del pez, una novela histórica hasta donde puede serlo un relato sobre Pablo de Tarso, conmovió años después a los lectores de Espinosa, ya aumentados por los reconocimientos. Pero tampoco fue la sensación que esperaban los editores. Ni sus estudiosos. Publicó además, para mencionar títulos de peso pesado, la Obra poética, en 1995, y sus Cuentos completos, en 1998. La editorial de la Universidad de Antioquia, en Medellín, publicó en el 2002 uno de sus últimos títulos, una selección de sus mejores textos hecha por el mismo autor.
Ahí nos deja Germán Espinosa esta herencia, puesta en las manos de todos los que le debemos una admiración más de fondo.
mircoles 24 de octubre de 2007, 20:43 COT
Carlos:
No soy amigo de releer, pero hoy, regreso a La tejedora de Coronas y de nuevo me embargo en la deliciosa aventura de Genoveva Alcocer por el siglo XVIII. Con la misma emoción que sentí cuando recorrí sus páginas, transito de nuevo por este maravilloso libro.
De Germán tengo muchos recuerdos pues hace mucho tuve la fortuna de vivir muy cerca de él y compartir parte de sus vivencias. Con Josefina, su compañera del alma, fueron cómplices de días bogotanos maravillosos.
jueves 25 de octubre de 2007, 17:33 COT
Marsares:
Se siente en tus textos la cercanía con el maestro y su esposa. Y el afecto. Y la complicidad vivida y deleitada en los alrededores de las llamadas en aquella época las “Torres de Pekín”. Lo envidio por ello.