Al caído… caerle al lado
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
jueves 17 de abril de 2008 4:44 COT
A veces me entra la ansiedad al recordar que con cada línea que un ser humano publica en la red se disminuye el espacio destinado para el almacenamiento en los servidores de distintas páginas. A continuación me pregunto si alguna vez se nos acabará esa amplitud para guardar información y si tendrá algún sentido escribir en bitácoras, correos electrónicos y espacios de Twitter todo lo que a uno le pasa por la cabeza.
La verdad es que no tengo copias de respaldo de mis mails más recientes porque creo en la confiabilidad que ofrecen, en la tarea de guardar mi correspondencia, los proveedores de correo electrónico, pero si algo pasara y todos esos datos, si todas esas impresiones, emociones y vivencias narradas desaparecieran un día porque sí. ¿Sse perdería algo? Yo creo que sí.
Cuando me expreso les anuncio mis intereses y preocupaciones, más frecuentemente mis opiniones, a las personas que me oyen o que me escuchan, y en ese intercambio comunicativo se producen adentro mío muchos procesos mentales, algunos pacíficos y otros más revoltosos. Así he descubierto que contrario a lo que creía la desesperación puede tener resultados positivos.
Mucho se ha dicho acerca de que las mujeres hablamos en grandes cantidades, pero no he oído afirmar que usamos las charlas extensas para liberar tensión, reitero, no conozco ningún estudio científico que hable específicamente del tema (si usted sabe de uno considérese libre de hacérmelo saber), pero este es mi caso.
Si me siento alterada por algo, disfruto enormemente hablando por teléfono con una amiga durante horas, porque al final siento como si hubiera dejado en el suelo una carga que llevé en mis hombros durante semanas, no importa si al rato debo volver a echarme ese bulto a la espalda, ese descansito es invaluable.
Resulta que a veces en esa perorata incontenible también termino haciendo confesiones o revelando secretos muy personales. Sólo después de terminar las frases me doy cuenta de lo que acabo de decir, no cabe ya la advertencia de “te estoy diciendo esto sólo porque necesito contárselo a alguien, no es para que me regañes”. No habiendo marcha atrás me limito a encoger los hombros y a agachar la cabeza esperando que la reacción de mi interlocutora sea lo más suave y benévola posible frente a mi gran pecado, pero a veces sucede algo muy distinto a lo esperado: es justamente ahí cuando presencio los posibles efectos positivos de la desesperación.
En las ocasiones que nos abrimos emocionalmente ante una persona de mucha confianza, así esa confianza no sea total, se abre también una puerta para que ese otro comparta con nosotros su propia debilidad y en el proceso nos haga sentir, aunque involuntariamente, menos bichos raros, porque nos puede mostrar que las vulnerabilidades no son exclusivas de unos pocos y que otras personas pasan también por situaciones muy similares, que también llegan a sentirse de modos muy parecidos al nuestro y que quizás por eso mismo pueden enseñarnos formas nuevas para lidiar con aquello que nos sobrecoge y nos avasalla. Tal vez no nos den la solución ideal, perfecta al problema que nos aqueja pero muy seguramente sí nos ayudarán a crear ese sentimiento de conexión con la humanidad que tanto nos hace falta en esta época donde la soledad parece ser la epidemia que más predomina, especialmente en las grandes ciudades.
Entonces no me preocuparé más por si el espacio de almacenamiento informático debe ser reinventado, ya hay ingenieros trabajando en ello, más bien me dedicaré a confesarme más a menudo con mis queridos amigos, rogando para que en vez de regaños me hagan confesiones, como aquella de que, por más que lo intentemos, las mujeres difícilmente podemos evitar enamorarnos de un hombre con el que varias veces nos hemos acostado
Y yo que pensaba que era la única "boba del paseo" a la que eso le sucedía.
jueves 17 de abril de 2008, 18:01 COT
Johanna:
Coincido contigo, creo que conversando con la vecina de carne y hueso o con la virtual del ciberespacio se puede evitar una o varias consultas al psicoterapeuta.
Mas no creo que si se borra el correo o se pierde una bitácora sea tan angustiante porque el momento de satisfacción ya quedó grabado en tu propio disco duro.
Un abrazo.
viernes 18 de abril de 2008, 14:43 COT
Pues yo creo que si hay contenido interesante, siempre habrá alguien dispuesto a inventar y operar servicios que almacenen toda esa información. De todos modos, dudo que algo de nuestra verborrea logre sobrevivir después de una catástrofe. Los Egipcios, Babilonios, Hititas y otros de ese mismo parche nos llevan mucha ventaja porque sus registros en piedra o tablas de arcilla sobrevivirán todavía otros miles de años cuando los nuestros perecerán al primera apagón.
En todo caso, creo que expresar por escrito lo que nos acongoja es muy positivo para el que escribe porque le ayuda a organizar las ideas, así nunca haya un interlocutor (por eso los diarios íntimos eran tan populares en una época). Igual, no sobra que algún despistado encuentre la crónica de nuestras tribulaciones y de chiripa le sirva para sentirse menos solo o le ayude a encontrar la solución a su problema.
Por otra parte, si uno es lo suficientemente juicioso, llevar ese tipo de registros le darían materia prima para analizar e identificar patrones o hacer correlaciones que no son posibles en un período corto de días o semanas. Bueno, al menos en teoría. 🙂
sbado 17 de mayo de 2008, 13:08 COT
Martha tienes razón en que mucha gente resulta en psicoterapia por no hablar con la gente que tiene tan cerca y también en que lo importante es que la satisfacción queda en uno mismo y no en el pc.
Apolo pues creo que es cierto, si quedan humanos después del 2012 jajajaja quizás sepan más de nuestros antecesores que de nosotros y pues si en una de esas ven algo de nuestros diarios personales, ya sea de papel o de bits y les sirve pues qué bacano, eso sería bonito, que los lean y les ayuden, no como los chismositos que sólo quieren saber secretos ajenos para manipular, pero esa es otra historia.
Acerca de los registros personales es cierto que nos ayudan a conocernos mejor a nosotros mismos, eso si sabemos leer las señales como se debe.