24 de Diciembre: Especialmente útil para entender a los hombres
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
jueves 24 de diciembre de 2009 17:20 COT
Los hombres viven quejándose de que las mujeres somos complicadas, están en lo cierto. Puedo confirmarlo y dar pruebas de la pesadilla que puede ser ir de compras con mujeres que piensan como mujeres, es decir, distintas a mí, aquellas que disfrutan ir al centro comercial incluso un 24 de diciembre, cuando la calma es lo antinatural.
Hace poco llegué de un centro comercial, de un supermercado más exactamente y para comenzar todo fue culpa mía. Aunque supe con algo de antelación que yo sería la responsable de organizar la noche de navidad esperé, deseé y hasta rogué por un milagro que me evitara ir a comprar comida para la cena. Previsiblemente el suceso no ocurrió y tuve que enfrentarme al caos compuesto por indecisión masiva, niños malcriados y logística insuficiente, porque no importa cuánto prepare el comercio la temporada, siempre, pero siempre, hacen falta empleados para atender a los clientes.
Llegué sin lista de compras, gran error. No sabía si además del plato principal y la ensalada tenía que comprar alguna salsa dulce para la carne elegida, ni si era necesario llevar pasabocas, sólo tenía una imagen borrosa de todo lo que rodea al té que tomo en las mañanas, así era muy difícil establecer si la comida que tenía en las bolsas era mucha o escasa. Para solucionar el inconveniente y salir pronto del sitio, que cada vez tenía filas más largas para pagar, llamé a casa para saber qué hacía falta, la respuesta me dejó peor:
“Trae una ensalada, que no sea cara pero tampoco pequeña, recuerda que no a todos nos va bien la mayonesa, además es bueno tener algo de sal y algo de dulce para acompañar la carne, ah y yo no quiero cocinar más, entonces no vengas con fruta o verduras para picar, pero si hace falta ensalada es mejor traer un melón o una piña”
Si usted entendió algo lo felicito, yo no. Preferí despedirme y colgar, buscar algunas cosas más en las góndolas, hacer cálculos mentales y esforzarme para recordar cómo es la meditación trascendental activa, intentando no perder la paciencia y la cordura mientras volvía a la caja para pagar el segundo mandado del día, sin haber salido aún del primero.
Cuando iba llegando noté que no traía salsa para la carne, ni de manzana, ni de ciruelas, nada. Al salir del supermercado la línea que hice para cancelar los productos era el triple de larga que cuando la comencé, en esas condiciones me negaba a volver a ese lugar de tortura, donde la gente se queja porque descubren que no venden lo que nunca han comprado. Yo fui hasta el autoservicio más cercano, pedí maní y una compota de manzana, con el primero entretuve el hambre mientras resolvía mi almuerzo, ahora imaginen qué le va a pasar, más tarde, a la carne con la segunda.
Ya viene, ya se acerca el reclamo, se me dirá con razón, que las salsas que venden al lado de los medallones de cerdo debieron darme una pista de lo que hacía falta, que ya se las arreglarán con lo que traje, pero que mejor habría sido llamar cada dos minutos preguntando si lo que echaba en la canasta estaba bien o no, sin importar que me tardara 3 horas comprando la comida, que muy seguramente dentro de 10 años nadie recordará. Hoy es un día especialmente complicado para ir de compras pensando como hombre. Me consta.