Fanny nos asomó al mundo
Estancias > Primera planaPor: Marsares
17 dAmerica/Bogota Agosto dAmerica/Bogota 2008 18:22 COT
Por los tiempos en que Fanny irrumpió en Bogotá, un gran movimiento teatral estaba formándose, encabezado por el Teatro Libre que le apostaba a los clásicos (el Rey Lear, por ejemplo) o a los dframaturgos nacionales como Esteban Navajas (La Agonía del difunto), el Teatro La Candelaria que creía en la creación colectiva (Guadalupe años sin cuenta) y el Teatro Popular de Bogotá (TPB) que con I took Panama nos recreaba verguenzas de nuestra historia.
Allí, en el antiguo Teatro Odeón de la carrera 5a. con Avenida Jiménez, el TPB estaba empecinado en formarse como una verdadera empresa que, aparte de los sueños, convirtiera el teatro en rentable. Allí conocí a Fanny, actuando, pero luego me desencanté de ella cuando vi que escogía el camino de los cafés concierto y para sorpresa de Bogotá, inauguraba La Gata Caliente.
Pronto se volvió en sitio IN de nuestra ciudad parroquial y concitó el rechazo de quienes creíamos que el teatro no podía rebajarse a tal estado, y si hablamos en el lenguaje de hoy, en un espectáculo ligth para quienes apenas querían pasar el rato, como comer mariscos, tirar baldosa o simplemente desechar por unas horas el aburrimiento. El vade retro lo pronunciamos muchos.
Pero el huracán apenas comenzaba y nuestra estrecha visión de salas exclusivas de teatro para elegidos exclusivos, comenzó a agrietarse. La inauguración del Teatro Nacional lo demostró más tarde. No era como nuestras salas de teatro tradicionales, hechas a punto de sacrificios. Allí había de todo, empezando por la empresa privada que le apostaba a esta nueva forma de presentar el teatro.
Todo empezó a cambiar. El teatro se convirtió en una profesión y mostró que era posible vivir de él. Pero faltaba lo mejor, aparte del teatro Nacional de La Castellana. El sueño que realizó en Cali de realizar certámenes de teatro, lo magnificó en Bogotá. Era posible traer a esta remendada Atenas sudamericana lo mejor del teatro mundial, como lo hacía Caracas en su bellísimo teatro Teresa Carreño.
Se inventó el Festival Iberoamericano de Teatro y fue entonces, cuando nos dimos cuenta cuánto valía Fanny. De las salas cerradas, sacó el teatro a la calle, lo incorporó a Bogotá, lo llevó a sus calles, a sus barrios, pero sobre todo al corazón de los bogotanos, convirtiendo esta fría capital, cada dos años, en un polo cultural del mundo.
Fanny nos asomó al mundo. Hoy con su partida lo dejó todo tan bien hecho que no nos queda más camino que cumplir la tarea. Ese es su legado. Sigue con nosotros, como cualquier mamá que se respete, después de habernos enseñado a vivir.