El Reichstag colombiano (2006-2010)
Estancias > Salón comunalPor: Julián Rosero Navarrete
11 dAmerica/Bogota Mayo dAmerica/Bogota 2009 12:17 COT
A veces da la impresión que la excesiva exposición masiva de propaganda oficialista eclipsa la definición castiza de democracia. Como se había señalado en un artículo anterior, el hecho que en ciertas zonas del país haya la libertad de votar no quiere decir que se esté viviendo en una democracia. La democracia per se es el gobierno del pueblo para el pueblo, en donde el juicio y participación de los ciudadanos son el trampolín que llevan al desarrollo de cualquier nación. Es decir que no siempre la representación aboga por los intereses nacionales.
Los principales proyectos de la actual administración, como el andamiaje de la Política de Defensa y Seguridad Democrática, la reelección presidencial, la perpetuación del Sistema General de Participaciones, entre otros, fueron impulsados y tramitados con ayuda de votos que hoy se encuentran en las principales cárceles del país o, en su defecto, investigados por los delitos que ya el público conoce. Es decir, el tránsito de esas iniciativas de naturaleza legislativa, por ser en parte impulsadas por legisladores que fueron elegidos con ayuda de grupos al margen de la ley, es totalmente ilegítimo… una cosa es la representación popular, en cabeza de sus parlamentarios independientemente de la cámara a la que pertenezcan, y otra cosa son parlamentarios elegidos por votos coercitivos, es decir, por ciudadanos que votaban con un rifle apuntándoles a la cabeza. En el mejor de los casos, elegidos con votos obtenidos con “platica” de los dueños de tales rifles…
Teniendo en cuenta lo anterior, el hecho que el actual Congreso de la República haya sido elegido por sufragio, como lo establece la Constitución y las leyes, no quiere decir que se esté haciendo democracia. Menos cuando los legisladores que conforman la coalición ni siquiera discuten los proyectos que vienen del ejecutivo y sólo se limitan a votarlos; como se dice en la jerga legislativa, “pasarlos a pupitrazo limpio”. Este escenario hace recordar cierto parlamento del año 1933, cuyas mayorías fueron elegidas por una intensa campaña de intimidación y permitieron que, el jefe de Estado, el Reichskanzler, le despojara a la corporación sus facultades legislativas llevando a que él pudiera concentrar el poder. El actual Congreso de la República, desafortunadamente, tiene esa característica: se parece a ese Reichstag, el cual no se encargaba del control político y de la defensa de la concepción misma de democracia afincada en la división de poderes y la institucionalidad, sino de parecer una especie de tribuna llena de “porristas” vitoreando todas las iniciativas del régimen.
La oposición en Colombia, al igual que en ese Reichstag, fue aplastada desconsideradamente. La propaganda se encargó de reducirlos a ser antítesis de la paz, a ocultar la buena administración y sólo resaltó abruptamente sus desaciertos. Los pocos focos de oposición que aún quedan para limitar el poder y desligar los procesos políticos del peor de los autoritarismos, tambalean por no recibir apoyos del gobierno central. El esquema administrativo de carácter centralista, en cabeza de un dictador, acaba con cualquier movimiento que se le oponga.
Ahora, el Congreso tramita un referendo, acción autoritaria disfrazada de democracia por las cerca de 4 millones de firmas que lo apoyan, en donde pretenden perpetuar en el poder a un dictador, que en su tercer periodo concentrará los tres poderes públicos en aras de mantener sus políticas agroindustriales y de seguridad, las cuales, como se ha demostrado hasta la saciedad, ha defendido los intereses de las mismas “20 familias”. La oposición no tiene la más mínima posibilidad de atajar este aplastador movimiento parlamentario, que tiene la totalidad de los votos necesarios para pasar la iniciativa.
Lo que la excesiva propaganda oficialista ha eclipsado a esos 4 millones de ciudadanos es que “la popularidad no significa democracia”. Pinochet era popular, Stalin también lo fue y ni hablar del Führer en la década de 1930. ¿El hecho de ser populares hace de sus administraciones ejemplos de democracia? ¿El hecho de tener a sus pies un Parlamento elegido por voto que vitorean intereses particulares hace de sus sistemas monumentos del gobierno popular? La verdad, es punto que todo colombiano se debe cuestionar, antes de sostener lo que muchos “demócratas de bolsillo” salen a decir en los escenarios internacionales: “Colombia es la democracia más estable de América Latina”.