Sede del Ministerio de Defensa japonés en el distrito tokiota de Shinjuku (foto con licencia GFDL)
日本國憲法
第2章 戰爭の放棄
第九條
- 日本國民は、正義と秩序を基調とする國際平和を誠實に希求し、國權の發動たる戰爭と、武力による威嚇又は武力の行使は、國際紛爭を解決する手段としては、永久にこれを放棄する。
- 前項の目的を達するため、陸海空軍その他の戰力は、これを保持しない。國の交戰權は、これを認めない。
CONSTITUCIÓN DEL JAPÓN
Capítulo 2 – Renuncia a la guerra
Artículo 9
- El pueblo de Japón, aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, renuncia para siempre a la guerra en tanto derecho soberano de la nación y a la amenaza o al uso de la fuerza como medio para resolver disputas internacionales.
- A fin de cumplir lo consagrado en el anterior párrafo, no se mantendrán fuerzas de tierra, mar y aire, ni otro potencial de guerra. El derecho de beligerancia del estado no será reconocido.
El pasado 9 de enero, la Agencia de Defensa del Japón fue ascendida a Ministerio. La trascendencia de esta decisión se justifica dado lo transcrito anteriormente, el famoso Artículo 9 de la Constitución de 1947, por el que como ustedes pueden leer el país a renuncia explícitamente a hacer la guerra y a mantener ejército, marina y fuerza aérea. El flamante Ministerio no es el punto culminante de la política del ala más derechista del gobernante Partido Liberal Democrático, sino apenas la punta de lanza de algo mayor.
Desde antes de su investidura como primer ministro, Shinzō Abe y su facción han estado “trabajando” en aras del revisionismo histórico, una mayor censura a la libertad de expresión (teniendo en cuenta que tradicionalmente los medios masivos nipones han sido en mayor o menor medida gobiernistas) y, el objetivo final, la revisión de la Constitución, en especial de su espíritu pacifista, cuya máxima expresión está constituida por las palabras con las que comienza el presente artículo. La semana anterior, Abe anunció que pasaría a la Dieta una propuesta de referendo, requisito legal necesario para siquiera discutir una reforma constitucional. Según el primer ministro, dicha revisión es necesaria pues Japón debe “ampliar su papel en los asuntos de seguridad internacional”. No sobra decir que 2007 es un año electoral, pues en abril son las elecciones locales y en julio las de la Cámara de los Consejeros (cámara alta).
Hace apenas año y medio se registraron violentas protestas callejeras en China y Corea del Sur por la aparición de un libro de texto que maquillaba las atrocidades japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. Los ánimos se calmaron tras una disculpa del entonces primer ministro Jun’ichirō Koizumi. No obstante, Abe pertenece a una camarilla dentro del PLD que promueve el revisionismo histórico, empezando por llamar a la Masacre de Nankín de 1937 un “incidente” o decir que las llamadas “mujeres de confort”, o esclavas sexuales durante la guerra, eran simples prostitutas, a pesar de las pruebas documentales recopiladas durante años. Abe también ha dicho que los llamados criminales de guerra de primera clase no eran “criminales” bajo las leyes japonesas. Hay que mencionar que el abuelo materno de Abe, Nobusuke Kishi, fue uno de ellos, si bien no fue procesado en los juicios de Tokio y en cambio se convertiría en primer ministro en 1957.
Abe y Bush durante la cumbre de la
APEC en noviembre de 2006 (Eric Draper / Casa Blanca, dominio público).
El ascenso de Abe ha alborotado aun más a la ultraderecha nipona, “cansada” de las constantes disculpas de Japón hacia los demás países asiáticos por su pasado militarista, actitud que califican de “masoquista”. Sin ir más lejos, en agosto de 2006 un extremista le incendió la casa al oficialista Kōichi Katō, después de que éste criticara una visita de Koizumi al controvertido santuario Yasukuni. Internet está plagada de sitios en los que se ataca a periodistas y políticos “antinipones”, mote que les aplican a quienes critican al gobierno. En 2005 apareció el libro Manga Kenkanryū (“Manga: La anti-ola coreana”), basado en un webcomic libelista surgido en respuesta a la moda coreana de la que tanto es fanática la esposa de Abe. A fin de alinearse con Bush, hace unos meses intentaron tramitar una denominada Ley contra la conspiración. Si bien es claro que en Corea del Sur ha habido un creciente y en ocasiones injustificado sentimiento antijaponés, debe tenerse en cuenta lo que le dijo al New York Times el historiador Yutaka Yoshida, quien opina que el revisionismo histórico de la ultraderecha tiene visos de “religión”.
Parte de ello ha sido la creación del Ministerio de Defensa, que no es más que una formalidad, dado el paulatino incremento presupuestario destinado a las Fuerzas de Autodefensa de Japón, es decir, las fuerzas militares de facto creadas tras la guerra –dado que el derecho a la defensa propia no es anticonstitucional–. El gasto militar de Japón es uno de los mayores del mundo, a pesar de (o quizás por) depender de Estados Unidos en caso de que, por ejemplo, a Corea del Norte le diera por lanzar un ataque al archipiélago, justificación esgrimida por el gobierno. No importa que Abe intente de dientes para afuera “mejorar” las relaciones con China o de ser “sutil” a la hora de proponer iniciativas legislativas con talante militarista.
Tras su regreso de una gira europea, durante la cual Japón estrechó lazos con la OTAN, Abe dijo que el cambio de estatus de la Agencia convertida en Ministerio reflejaba su “fe en la política pacifista y el control civil [del ejército] y no tiene como fin una expansión militar o una amenaza regional”, amén de apoyar el envío de más tropas a Iraq anunciado por Bush. Japón retiró las suyas a mediados de 2006, las cuales fueron enviadas tres años antes, luego de que una ley aprobando la misión pasara en la Dieta en medio de una trifulca. Apenas esta semana, en una rara jugada, el ministro de Defensa Fumio Kyūma calificó de "error" la invasión gringa a Iraq. Aun así, acaba de anunciar el envío un pequeño destacamento a Nepal, para unirse a una misión de paz de la ONU con el fin de verificar el cese al fuego entre gobierno y guerrilla.
No hacemos la guerra. No tendremos ejército. Ese es el artículo 9 de la Constitución (magazine9.jp)
A pesar de la oposición de la mayoría de los japoneses, a Abe y su gabinete de ultraderecha parece que no los va a detener nadie. No obstante, han surgido en los últimos meses movimientos activistas en contra de los planes del PLD. El más notable es la Asociación de apoyo al Artículo 9 (九条の会), creada por intelectuales de la talla del escritor Kenzaburō Ōe, o el webzine Magazine 9-jō, del cual pueden leer un interesante artículo del cineasta John Junkerman. Algunos medios, como el Mainichi Shimbun, han brindado un espacio a las voces pacifistas, como el Hibakusha Project, que presenta testimonios de las víctimas de las bombas atómicas de 1945, producto de la locura militarista que parece resurgir en el archipiélago. ¿Será suficiente? Ojalá. Japón, mientras tanto, se distrae con el escándalo del desvío de fondos estatales por parte de altos funcionarios de la administración de Abe, la preocupación por la caída de la población que se espera en 2055, el debate sobre los inmigrantes y el descenso en la popularidad del primer ministro. La legislatura comenzó esta semana y Abe ya echó las cartas sobre la mesa: "reescritura" de la Constitución, abandonar la "mentalidad" de la posguerra y fomentar el "patriotismo" en los jóvenes (sin mencionar el posible retorno del castigo físico en las escuelas). La paz, mientras tanto, se ve amenazada, aquí y allá, como siempre.