"Para hacer cine me inspiro en todo; el color, la belleza, la lágrima de una mujer, el llanto de un niño, los emociones, el paisaje… Todo esto es cine",
Carlos Mayolo
Esta vez le tocó, Carlos. Uno no puede darse el lujo de un infarto a los 62 años. Y menos estando en Bogotá, por los lados del Bosque Izquierdo. Le toca morirse. ¡Qué vaina, Mayolo! Preciso, cuando por dedicarle un jurgo de tiempo a eso que le gustaba tanto, les dio por premiarlo, con Ministra de Cultura y tal. Ese día lo vi engominado, y sobrio, que es mucho decir. Dizque “toda una vida dedicada al cine” pusieron en el acta y por variar era cierto. Es que eso es mucho tiempo, hermano, esculcando la vida. Demasiado, desde “Corrida”, ¿qué, unos 42 años? ¡Cómo se pasa la vida! Cámara de 16 mm y el peligro de que la enfermedad del cine se pegue. Alguien por ahí dijo hace unas horas “y ese man quien es? No tiene la culpa. Muy lejos para que lo recuerden a uno. Sin embargo, ahí está lo que hizo, porque "el cine tiene que ser tan lúcido como para ofrecer una nueva cara, para lograr que la política nos sirva para un culo.” Palabras fuertes, pero ciertas. Por eso usted se metió con el cuento de los cortometrajes en los Juegos Panamericanos del 71, en Cali, en la Cali suya y mostró con Luis Ospina la maquillada que le pegaron. “Cali vea”, una ciudad en blanco y negro, donde se ocultó la pobreza para no incomodar a los turistas. Y cuatro años después, con “Asunción”, usted les dijo a las del servicio doméstico que sí es posible rebelarse y mandarlo todo a la mierda. En esos años pasó una cosa curiosa. Los cineastas descubrieron que la miseria era buen tema para hacer películas y le metieron el diente. Por eso a usted, Mayolo, le tocó filmar “Agarrando pueblo” para que dejaran la maricada de la "pornomiseria". Actores naturales, “realismo colombiano”, no joda. Pura carreta y falta de imaginación. Pero algunos nunca se dieron por enterados. Es la vaina del facilismo. Y lo que son las cosas. Ahí comenzaron a llegarle los premios. el Novaix Taixeira de Francia y la mención de honor de Oberhausen en Alemania. Oiga hermano, pero sí se fajó con “Carne de tu carne”. Muchos se persignaron. Eso de que le muestren incesto, horror y mitos con una Adriana Herrán pecando con David Guerrero, es para espantar pacatos. Pero pasó el examen con esa, su opera prima. Todo el mundo pensó que ahí iba a parar la cosa, porque hacer cine en Colombia es de locos con plata, y en sus bolsillos apenas había para el cafecito de por la mañana. Y fue cuando le dio por meterse con la Mansión de Araucaima que Alvaro Mutis había escrito para Buñuel. Eso si fue mucho riesgo. Y le funcionó. Son de esas películas para mostrar, de verdad, no es lambonería. Bien trabajada, buenos actores, y en el trasfondo una casa que atrapa, que enloquece, que destruye. Un universo de personajes desolados que viven en la armonía de sus vidas retorcidas hasta que llega una muchacha y les revuelca su mundo. Tenaz. Mutis quedó contento. Pero con esto de que para hacer cine hay que hacer milagros, le tocó meterse a la televisión. Bueno, de eso mejor que hablen otros, de “Azúcar”, de “Hombres”, (con una Alejandra Borrero exquisita) de “Los pecados de Inés de Hinojosa”, del jurgo de premios Simón Bolívar, de la platica que ya no era esquiva. Los noventas es otro cuento, pero yo lo recuerdo, hermano, por lo de antes.