El peor de los cocteles
Estancias > PolíticaPor: Julián Rosero Navarrete
19 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2009 14:24 COT
No existe peor cocktail que la mezcla entre la concepción por parte de muchos de un Dios intolerante con sectas religiosas sedientas de poder político. En lo único que dicha mezcla es eficiente es en detener de manera tajante el desarrollo social y cultural de cualquier nación. Es por ello que se vuelve necesario cuestionar qué tan conveniente es la injerencia y participación de los líderes religiosos en las decisiones públicas.
Esta reflexión surge tras la actual discusión del proyecto de ley No. 51 de 2009, “por la cual se establece el día Nacional de la Biblia”, acumulado con el proyecto de ley No. 112 de 2009, con un título igual de escabroso que el primero. En primer lugar, si líderes religiosos ocupan curules del Congreso de la República es con el fin que participen en los debates de control político y legislen con proyectos que en serio beneficien a la comunidad. El hecho de tramitar una iniciativa para establecer el 31 de octubre como “día de la biblia” no sólo es un desperdicio de esfuerzos en materia legislativa, sino que da muestra de la poca capacitación y calificación de muchos de los parlamentarios. En verdad, resulta desastroso que líderes religiosos, literalmente, “calienten” curul, cuando en ésta deberían estar personas preocupadas por la comunidad; el problema es que éstas no tenían las “santas maquinarias” compuestas de miles de incautos feligreses, como sí las tienen y alimentan líderes religiosos con sus retóricas oscurantistas.
Haciendo una breve evaluación de la participación de pastores y en general, representantes de las comunidades religiosas, la misma se ha limitado a: i) truncar la posibilidad de otorgar derechos civiles a comunidades como la LGBT, ii) impulsar el trámite de iniciativas legislativas como el día de la biblia, la penalización de la infidelidad, entre otras pantomimas y, iii) impulsar una retórica religiosa ortodoxa y radical en un país con libertad de culto.
En primer lugar, el hecho de que ellos se enfrenten a la comunidad LGBT exacerba aún más el clima de intolerancia en un país en el cual se ha mantenido uno de los conflictos civiles más largos de la historia reciente. Lo curioso del asunto es que las doctrinas cristianas afincadas y gestadas en un discurso de amor e igualdad se terminan tiñendo de un falso moralismo, bajo el cual logran hacer visualizar a su Dios como el más intolerante de los inquisidores. Lo contradictorio es que muchas veces los senadores cristianos denuncian en las sesiones plenarias del Senado la discriminación a la cual ellos se ven sometidos, así que ¿cómo esperan ellos recibir derechos civiles y acabar con la discriminación, cuando se empeñan truncar la promulgación de derechos civiles y discriminar a otras comunidades?
En segundo lugar, iniciativas como la del día de la Biblia son asuntos que en un país como Colombia pueden llegar a ser excluyentes. Pese a la mayoría católica y protestante de la nación, también existe cerca de un 10% de la población confesa en otras religiones, las cuales, a los ojos del Estado deben protegidas y respetadas. ¡Y ni hablar de la población atea, agnóstica o sin religión! Entre otras, esta iniciativa surge con el fin de enfrentar la celebración mundial del Halloween, fiesta pagana que nació en Escandinavia, en donde se le hacían en la antigüedad festividades al dios de la muerte y la maldad, y que en la actualidad es una fiesta mundial de naturaleza comercial.
Así pues, si desgastan los esfuerzos legislativos para impulsar una iniciativa de este talante, ¿por qué no tramitan un proyecto de ley para que el 25 de diciembre sea el “día de la conciliación interreligiosa” toda vez que resulta una fiesta —originariamente— pagana y también de naturaleza comercial? Como se sabrá, el nacimiento de Cristo en el calendario romano cae el día 6 de enero, sólo que en uno de los tantos concilios con los cuales se constituyó el cristianismo se instituyó el 25 de diciembre por mera consideración política: se necesita incluir una gran secta la cual tenía una celebración establecida en esa fecha para una de sus deidades. Obviamente, los pastores y líderes religiosos, como se encuentran ocupados engrosando las utilidades de sus iglesias y expandiendo su poder político, no se han percatado de este detalle.
En fin, lo anterior deja explícito lo importante de establecer la regulación necesaria para limitar la participación en el órgano legislativo de los líderes religiosos. No sólo por ellos tratar de legislar con la biblia superponiéndola sobre la Constitución Política de los colombianos, sino por el peligro potencial de contribuir al rechazo de otras comunidades que no van en línea con sus doctrinas y además, por constituir maquinarias políticas bajo un trasfondo religiosos generando ventajas arbitrarias sobre posibles candidatos a las mencionadas corporaciones. Es más, en época electoral, esto sería una propuesta formidable para un país que se debate entre la “godarria” y el desarrollo cultural y social.