Leí la semana pasada el balance de inmigración y emigración en Holanda. Por primera vez en muchos años, la tasa de emigración fue superior a la de inmigración: 64.000 personas. Un registro que la convierte además en el único país de la Unión Europea con más emigrantes que inmigrantes. 32.000 emigrantes fueron asilados políticos que el gobierno envió de regreso a sus países, muy a pesar de esfuerzos como el de la Fundación Gesto de Generosidad (Een royaal gebaar) y su reconocida campaña 26.000 rostros: la ministra de migración, Rita Verdonk, no solamente se salió con la suya sino que además repatrió a 8.000 asilados políticos más de los que había anunciado inicialmente. Todo un triunfo político que la posiciona como segundo renglón de lista del Partido Liberal neerlandés para las elecciones del 22 de este mes. ¿Y los otros 32.000 emigrantes? Jóvenes holandeses que van a seguir sus estudios en el exterior o empleados que son trasladados por sus empresas a sus sedes por todo el mundo. “Pero al menos el 90% de estos emigrantes holandeses regresará, a más tardar, en máximo 10 años”, decía el análisis de la estadística. El 10% son emigrantes permanentes que se radican en su mayoría en Alemania o Bélgica.
A los analistas que escribieron el informe no les interesa en absoluto qué va a suceder con los asilados repatriados, pero sí si hay una tendencia o no de compatriotas dispuestos a dejar el país, y se ponen a estudiar juiciosos la causa de la emigración para ver qué se puede hacer para que no se vayan.
Pensé en los 4 millones de colombianos que han dejado el país y ¿nos preocupa esta emigración masiva? ¿Qué nos dice esa emigración? ¿Que la situación está muy dura y toca recurrir a medidas extremas? ¿cómo se contabilizan estos emigrantes en las cifras del Dane: es por esto que ha disminuido el desempleo? Además de registrar esta cifra dramática, los medios resaltan las voluminosas remesas que están aportando –ni más ni menos que la segunda fuente de ingresos del país y, con la crisis de petróleo que se avecina, tiene todo el potencial de convertirse en la primera. ¿Por qué tanta indiferencia? Peor aún, no faltarán los cínicos que opinen que esta es una forma de salir de tanto indiecito que anda por ahí haciendo nada. ¿Estarán naciendo niños a los que les dan como sueño “cuando seas grande, tienes que irte a trabajar a Estados Unidos o Europa”? Me pregunto para quién gobierna el Estado colombiano: no controla todo su territorio, no tiene el monopolio de la fuerza y, por si fuera poco, se está yendo la población y sigue en las mismas.
Incluso dentro del contexto latinoamericano, los colombianos estamos muy atrás en el interés por nuestros compatriotas. Vía Canal Solidario llegué a La Vergüenza, una publicación que informa sobre la inmigración ecuatoriana en España. Probablemente se puede remplazar “ecuatoriano” por “colombiano” y obtener un espejo del destino de la mayoría de colombianos en el exterior.
Jorge y Fabián, inmigrantes ilegales, terminaron ayer de pintar paredes en casa de amigos holandeses. Jorge viaja hoy a Francia a cumplir con una contrata que le salió por dos meses; Fabián salió hace dos horas a España atraído por el boom de la construcción a ver si sale algo. La ventaja de conocer el rebusque desde temprana edad, una visión de la realidad en la que el "pleno empleo" es una utopía vagamente imaginable. Con toda seguridad no aparecerán en el balance de migración del Dane holandés y apenas contarán en el del Dane colombiano. Y en el del índice de felicidad en el que los colombianos ocupamos el segundo lugar: tomaron sus mochilas y salieron muy entusiastas hacia sus nuevos trabajos, felices de haber encontrado la forma de enviar el dinero del mes a sus hijos y familiares.