El programa Agro Ingreso Seguro, que ha despertado polémica en el país por haber favorecido con subsidios cuantiosos y no reembolsables a familias adineradas de la Costa Atlántica, aparte del dilema moral, plantea una política económica, electoral y legal de amplias repercusiones hacia el inmediato futuro y aún más lejos si se tiene en cuenta que la reelección, al menos de la Seguridad democrática, es una realidad cada vez más cercana.
En un país donde la desigualdad social, el desplazamiento y la inequidad se constituyen en la norma, regalarles dinero a los más ricos de por sí concita rechazo, máxime con la creciente desnutrición y mortalidad infantil, el aumento de la indigencia y la explosión de la informalidad, eufemismo para nombrar el rebusque.
Sin embargo, el programa gubernamental va más allá. Hace mucho, pero no tanto como para olvidarlo, Álvaro Gómez Hurtado, como una de las banderas de su programa presidencial, defendió el “desarrollismo”, que luego se convertiría en neoliberalismo, basado en hacer más ricos a los ricos para que crearan más empleos, favoreciéndose al final a los pobres.
En el pasado reciente, Bush en Estados Unidos lo llevó a la práctica con denuedo, dándole gabelas tributarias y toda clase de estímulos económicos al gran capital, sin que repercutiera en mejorar la salud de de la economía. Por el contrario, su manejo irresponsable, con el derroche a la cabeza, llevó a un estado crítico al país.
Al contrario de este modelo, sociedades tan prósperas como las nórdicas, y entre nosotros la chilena o la costarricense, han creado una poderosa clase media que no sólo ha jalonado la economía, creando riqueza, sino que, a su vez, han formado una sociedad incluyente, con instituciones fuertes que han puesto sólidas bases a la democracia.
El presidente Uribe, sin embargo, prefiere el modelo de Bush, convertido a estas alturas en su mentor. Con estímulos económicos, empezando por los tributarios que desangran las finanzas estatales en más de 7 billones de pesos al año, se dedicó a favorecer al gran capital, dejando al garete a los pequeños y medianos empresarios y a los campesinos que asisten impotentes a la consolidación de su desplazamiento con la aparición de la agroindustria, representada por los empresarios de los biocombustibles y por los palmicultores que, sin empacho alguno y con el apoyo del gobierno, se apoderan de sus tierras.
Ahora, para seguir con el ciclo, se inventó el programa Agro Ingreso Seguro, mediante el cual se les regalan cuantiosos recursos a familias adineradas para fomentar la agroindustria. Aparte de que este tipo de proyectos no contribuye a solucionar el desempleo por la escasa mano de obra que emplea, el que sus destinatarios sean reinas de belleza, hijos de políticos y personas allegadas a los encargados de repartir los subsidios deja un mal sabor.
Y aquí se presenta un escenario que deja de lado la ineptitud y la compinchería para mostrar la corrupción en su forma más descarnada. Los favorecidos con los miles de millones de pesos resultaron ser contribuyentes económicos de las campañas presidenciales, del referendo reeleccionista y, por supuesto, debieron aportar muchos votos dada la considerable influencia de que gozan en sus regiones. Incluso, el hijo de un político acusado de nexos con paramilitares está en los favorecidos. El premio a la fidelidad es el nombre del juego.
Al requerírsele por esta feria de recursos estatales, el ex ministro Árias, autor del proyecto, se mostró tranquilo pues los favorecidos cumplieron a cabalidad con los requisitos legales. Lo peor del cuento es que tiene razón y es entonces cuando nos enfrentamos a otro escenario aún más grotesco, consecuencia del autoritarismo que sin freno ni medida se apoderó del país.
Aprovechándose de sus mayorías en el Congreso de la República, el presidente Uribe impulsa leyes a imagen y semejanza de sus intereses, como en el caso de Agro Ingreso Seguro, en el que se pagó el favor al pie de la letra de la ley. No importa que estas normas apoyen la concentración de la riqueza, desvertebren la institucionalidad o legalicen las prebendas. El diseño de un país con una cúpula empresarial en la que se concentre toda la riqueza y todo el poder, garante de la estabilidad y el orden, donde el disenso es un crimen y la democracia un estorbo, es la meta a cumplir.
Desarrollismo, neoliberalismo, Seguridad democrática, Estado de opinión, autoritarismo, son todas ramas de un mismo tronco llamado Álvaro Uribe Vélez.