Uno de mis gratos recuerdos de infancia está relacionado con los vaqueros. Indios y vaqueros, era el nombre de uno de los juegos en el barrio. Uno trataba de escoger vaquero, por la manera estereotipada de caminar, hablar, ponerse el (fingido) sombrero y simular que se tenía un tabaquito en la comisura de los labios, creyéndose la muerte.
Yo descubrí, sin embargo, la importancia de ser indio, por la versatilidad, la recursividad, el mimetismo, la plasticidad de sus emboscadas y todo eso que nos gustaba a quienes fuimos más afortunados en el manejo de nuestro cuerpo, en comparación con otros amiguitos torpes o con los pies planos.
Era la adolescencia, es decir, cuando eso que hacíamos de oídas, indios y vaqueros, el juego de niños, pudimos disfrutarlo sentados plácidamente en una acolchonada butaca, sumidos en la oscuridad de un cine.
En aquella época, también, el cine estaba diseminado por toda Bogotá, y nadie imaginaba siquiera que se convertirían en salones de estafa con “Pare de sufrir”, y las espaciosas salas de cine se volverían latas de sardinas aglomeradas dentro de un mall, o algo similar.
Y de todos los actores de esas deliciosas aventuras de indios y vaqueros, uno sobresalía en nuestro imaginario: Jack Palance.
Su nombre se usaba corrientemente entre los muchachos, y uno decía “a lo Jack Palance”, “duro, como Jack Palance”, “parece un Jack Palance”.
Pero no era matonaje, lo que se graficaba. Era valentía, hombría, o si se quiere, machismo, los huevos bien puestos, que en esa época no era de avergonzarse, como ahora, sino motivo de orgullo. Ser un Jack Palance era ser un duro, un macho.
Su filmografía fue extensa, y alternó en nuestras conversaciones de muchachos, hace milenios, con íconos semejantes como Anthony Quinn, Kird Douglas y otros más, que en este instante no recuerdo.
No recuerdo porque en este instante me acabo de enterar que ¡murió Jack Palance! Me acabo de enterar, porque en realidad murió el viernes pasado. Pero estoy afligido.
Murió Walter Jack Palahnuik, o Vladimir Palahnuik. Para nosotros, ¡Jack Palance! Tenía 87 años.
Su filmografía, dije, fue extensa. Películas que vimos, no vimos, recordamos imágenes pero no títulos, y títulos pero no imágenes que se nos confunden con imágenes de otros títulos.
Nombro: Pánico en las calles, Situación desesperada, Raíces profundas, Hoguera de odios, Atila rey de los hunos, El cáliz de plata, Barrabás, Los profesionales, Los mongoles, Las Vegas 500 millones, Salario para matar, Tango y Cash, Batman y Cowboys de ciudad.
¿Recuerdan otros títulos?
Encontré que, en su espíritu indómito, despreciaba sus personajes diciendo que eran “basura” y a los directores que eran "incompententes" y de los que declaró en una oportunidad: "La mayoría de ellos no deberían ni siquiera dirigir el tráfico vehicular".
¡Murió Jack Palance!