¡Basta!
impuesto de guerra Por: Sentido Común23 dAmerica/Bogota Febrero dAmerica/Bogota 2006 8:53 COT
Nota: Publiqué esta entrada en febrero 23 de 2006, luego de alguna de las masacres de las FARC, esta vez de soldados, tras lo cual se negaron a devolver los cadáveres a los deudos. Hoy, agosto 2 de 2007, día en que Gustavo Moncayo ha recibido al presidente en su vivienda-carpa, el texto tiene plena vigencia y los hechos demuestran la candidez y el oportunismo del gobernante frente a las coyunturas. El ofrecimiento de la Zona de Encuentro no es otra cosa que acceder al Tercer Caguán (el segundo fue Ralito). La verdadera obligación del presidente es devolver a los secuestrados a sus familias, no ceder en sus principios. Muchos seguimos pensando que para que vuelvan los secuestrados a la vida no se necesita una Zona especial, solo que haya voluntad…
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Aunque nunca me lo han preguntado, fundamentalmente son dos los aspectos en los que estoy de acuerdo con el Gobierno del Presidente Uribe Vélez y no vacilo en reconocerlos cuando tengo la oportunidad o la necesidad. El mensaje que expresaré en ésta nota, de entrada me obliga a exponerlos.
Cambio de actitud mental de los gobernados En primer lugar, celebro la confianza que desde su ascenso al poder ha generado en buena parte de la opinión y del sector productivo del país, condición indispensable para un mejoramiento económico y una mayor gobernabilidad. No obstante que la tarea resultaba bien fácil luego de los desastrosos resultados del Gobierno Pastrana, en especial los referidos al concepto de soberanía nacional frente a los grupos subversivos, el discurso de Uribe ha sido milimétricamente cuidadoso, consecuente y constante.
La recuperación de parte del territorio rural donde reinaban hasta hace poco el caos y la inseguridad ha sido factor innegable de estabilidad política para un gobierno que en términos generales ha demostrado más indiferencia que voluntad en la inversión social. Uribe ha hecho gala de gran habilidad para revertir ésta circunstancia negativa de su mandato, no mediante acciones proactivas tendientes a llenar un vacío ideológico, sino a través del manejo de la imagen, una de las pocas características que tiene en común con Andrés Pastrana. Los consejos comunitarios son su mayor expresión, pero no se quedan atrás las vaciadas en público a ministros, altos funcionarios y militares, incluyendo la botada a la calle de éstos últimos. Todos son mensajes dirigidos a Bolívar para que los escuche Santander; es decir, el fin último de Uribe es llegarle al ciudadano raso, léase reelector, para posesionarse en su mente como el gran benefactor público, sin que en el fondo haya un beneficio social tangible a más del palabreo.
Como el elogio ya se me está convirtiendo en crítica, que no era la idea, concluyo este punto diciendo que el positivismo mental y el sentimiento de mayor seguridad de muchos colombianos innegablemente es una ganancia para el país y es obra intencional de Uribe, sin lugar a dudas. Obstinado y torpe sería no reconocerlo o tratar de combatirlo. Nos conviene a todos conservarlo.
El tratamiento a la subversión Sin compartir el cómo, he apoyado la decidida y frentera actitud de Uribe hacia las FARC, como supongo lo han hecho la inmensa mayoría de mis compatriotas, hastiados todos de los vejámenes cometidos por ésta y otras tantas organizaciones facinerosas, como el ELN y los grupos paramilitares, punto en donde nuevamente se quiebra mi armónico apoyo al señor Presidente, ante las innegables pruebas de su cercanía con estos últimos.
Pero igual, detengo el comentario y lo dirijo a lo que voy. A mi modo de ver, Uribe ha sabido darle un tratamiento adecuado a las FARC, desestimando su condición ideológica y catalogando su acción adecuadamente como de vil terrorismo, corrosivo narcotráfico y vergonzosa delincuencia común.
Si alguna vez he tenido un sentimiento de solidaridad con el Presidente fue durante sus giras por Europa, cuando en premeditadas encerronas de medios de comunicación mal dateados por parte de algunas ONG’s, se ha querido convertir a Uribe en el Pinochet colombiano, emulando a Tirofijo o al Mono Jojoy con Allende. Nada más lejos de la realidad. Estas organizaciones y estos medios son los mismos que se convierten ingenuamente en canales de distorsión informativa, apoyando causas como las donaciones en dinero o el reciente caso de las camisetas pro FARC. Que intenten vender una sola en Colombia a ver quien la compra.
A lo que vinimos Hoy, cuando se habla insistentemente del trajinado acuerdo humanitario, que para mi no es otra cosa que transigir en los principios institucionales y hacerle el juego a los terroristas, siento mi posición contraria a este esperpento jurídico y filosófico. Si Uribe llegara a flaquear, ya sea por cuestiones electoreras, que no es tan improbable en él, o por simples presiones de los familiares de secuestrados, ése sería el debilitamiento crítico de una de las pocas causas que aún nos unen a todos los colombianos: la lucha contra el mal.
Quiero para terminar, sumar mi voz a la de todos los colombianos en un reclamo justo, consistente en exigir a las FARC que liberen inmediata e incondicionalmente a todos los retenidos perversamente por estos malhechores. Pero con igual fuerza, me uno al grito colectivo que reclama la devolución a sus familiares de los cadáveres que va produciendo en sus asquerosos cuarteles la insensatez y la maldad de mentes tan enfermas como obtusas.