En Colombia cuando a una persona se le preguntaba por su profesión y esta respondía “soy ecólogo”, generalmente la persona que hacía la pregunta respondía con otra: “¿sicólogo?” Bueno, en algunos casos y casi con un tono de burla, algunas personas solían responder con preguntas de este talante: “¿vas a salvar las ballenas?” Ahora en el mejor de los casos se pregunta: ¿eso no tiene que ver con el medio ambiente y la naturaleza?
Viendo la anterior situación cualquiera pensaría que podría ser una exageración, pero ha sucedido y de cierta manera aún suele suceder. Pese a que el tema ambiental “ahora es más abordado” y a que varios ecólogos logramos posicionar el aporte de la ecología en diversas instancias y procesos a nivel público, privado, comunitario y gubernamental, en muchos campos el ecólogo aún no es reconocido como alguien fundamental en el análisis y seguimiento de procesos socio-ambientales. Quizá esto se deba al grado de importancia que tienen los temas ambientales en una sociedad como la colombiana: casi nula.
Bajo este marco en nuestra sociedad no se valora el aporte hecho por una ciencia como la ecología no solamente al pensamiento ambiental sino al pensamiento general. La ecología como ciencia, pues como práctica es tan antigua como la misma especie humana, ha ofrecido una visión sistémica, integral y holística del mundo a partir del pensamiento sistémico, cuya base es la teoría general de sistemas promovida el siglo pasado por Ludwig von Bertalanffy. Dicha teoría se encuentra basada en buena parte en el análisis y estudio de los ecosistemas sumando aportes de diversas disciplinas y enfoques como por ejemplo los provenientes de la cibernética.
Si bien las ciencias han alcanzado una visión bastante unificada de la naturaleza (ecosistemas) y el hombre, sus alcances quedan cortos y su mensaje no llega a una opinión pública que se encuentra ceñida la mayoría de sus veces hacia los dogmas culturales. El pensamiento y enfoque sistémico en la gestión ambiental pueden brindar elementos que permitan integrar muchas visiones adoptando principios basados en la complejidad y las propiedades emergentes de los ecosistemas como la resiliencia y la adaptabilidad, sin desconocer realidades de los sistemas sociales humanos y otros tipos de conocimientos no científicos.
Lo anterior ha sido planteado recientemente bajo el paradigma de la complejidad discutido y analizado por personajes como Edgar Morin y los investigadores del Instituto Interdisciplinario Santa Fe, fundamentando la noción de los Sistemas Adaptativos Complejos en el análisis de sistemas (incluyendo los ecosistemas o los sistemas socio-ambientales) o dando validez a estrategias de gestión de ecosistemas o áreas protegidas como el Enfoque Ecosistémico.
Pero más allá de estos “complejos” debates conceptuales, científicos y hasta cierto punto filosóficos, comantaré cómo los ecólogos en Colombia no hemos logrado interiorizar lo suficiente dichas premisas que pueden ayudar a construir una mejor sociedad si nos lo proponemos. En días anteriores estuvimos un reducido grupo de colegas egresados de los dos programas que actualmente ofrecen ecología en el país: la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y la Fundación Universitaria de Popayán, discutiendo sobre el actual proyecto de ley que reglamentaría la profesión de ecología en Colombia, acompañada de disposiciones como la creación de un Colegio Nacional de Ecólogos y la expedición de una tarjeta profesional.
El proceso de formulación de esta ley ha estado marcado por la polémica debido a que fue promovido en gran medida por un solo sector del gremio y su discusión no tuvo el nivel que se esperaba ante dicha iniciativa. Para no dar largas al presente escrito, por acá dejo un enlace en donde podrán conocer parte de dicho proceso.
En este caso se demostró que la falta de cultura política y de respeto por el otro en un verdadero debate fundamentado en la argumentación y no en el insulto, ha permeado todos los ámbitos de la sociedad colombiana en donde la mayoría del naciente gremio de ecólogos en el país no ha sido excento a ello. Ha primado el insulto, la falta de argumentación y la indiferencia. Y, reitero, nunca se le dió la altura que merecía esta discusión por parte del gremio y de la docencia a un proceso que de una u otra forma nos afectaría a todos, escudándonos en gaseosos pretextos y argumentos.
En lo personal pienso que todo lo que arrojó este proceso, más allá de una aprobación o no de un estatuto, fué el llevar a cabo un ejercicio de repensar la función que tiene esta profesión no solo para la sociedad colombiana sino para la sociedad global, ávida de un aporte integral y holístico para manejar las situaciones ambientales conflictivas.
Hace más de un par de años, cuando aún era estudiante, realicé un ensayo de clase acerca de un problema filosófico en el ejercicio de la ecología. En aquel ensayo mencionaba que hoy por hoy, no se pueden seguir haciendo modelos mentales que intenten explicar el operar de lo que consideramos “naturaleza” (los ecosistemas) y lo que ella puede determinar sobre el actuar de nosotros bajo nuestro afán de supervivencia como especie. Precisamente ese tipo de procesos han truncado el sentir propio entre los primeros y los segundos, que han limitado ante todo la sensibilidad de nosotros como especie, potenciado la “insostenibilidad” de nuestro ser, expresada en la actual crisis ambiental que vive el Planeta y que afecta a la misma humanidad.
En eso los ecólogos tenemos un rol importante que debemos promover su reflexión hacia el resto de la sociedad. Pero antes de ello, debemos seguir cuestionándonos quienes sómos realmente como profesionales desde la integralidad humana de cada uno de nosotros antes que seguir agrediéndonos o seguir indiferentes ante procesos que nos afecten como gremio o profesionales.
Precisamente en esta coyuntura del proyecto de ley que está a punto de aprobarse en el Senado de la República y en donde se logró enviar unas observaciones hechas por el grupo de ecólogos del cual hice parte, se ha visto cómo realmente estamos asumiendo cada uno de nosotros la profesión y si realmente podemos ejercerla de forma crítica y creativa, buscando fortalecer las denominadas ciencias ambientales.
Sin embargo el panorama no fue muy alentador y quedó demostrado en la tardanza con la cual se llevó a cabo el ejercicio de observaciones al proyecto de ley y su incidencia, sumado a la poca importancia que le dió el gremio hacia esta discusión. Se intentó y esperaremos a ver que decide el legislativo y que dicen finalmente sus principales promotores. Eso sí debemos seguir en la construcción permanente de nuestro qué hacer y de nuestro saber hacer, más allá de un estatuto, importante en cierta medida, pero no imprescindible. Sin importar si se es egresado de x o y facultad, sí se es de Popayán o es de Bogotá. La ecología debe ser una sola en Colombia, no una representación de la complejidad social y política que desgarra día a día este país.
Saludos.