Albanokosovares celebran en Ginebra, Suiza (Foto: Genc B. Kastrati / Flickr, licencia CC-BY-SA)
El domingo a las 15:48 (09:48 hora de Colombia), la totalidad de los 109 diputados presentes en la asamblea de Kosovo aprobó la independencia de la provincia serbia. No asistieron los 11 diputados de las minorías étnicas, entre ellos los serbios. Así concluyó el largo proceso de desmembración de lo que algún día conocimos como Yugoslavia, una artificial creación de las potencias europeas tras el final de la I Guerra Mundial, conflicto que había sido precedido por dos sangrientas guerras en el llamado polvorín de Europa, la península de los Balcanes.
Los serbios se oponen ferozmente a la independencia de la provincia sureña. Después de todo, allí reside, según ellos, el corazón de la nación, allí fue donde en 1389 sus soldados dieron la vida en nombre del Dios cristiano contra los otomanos musulmanes que los derrotaron. Kosovo ha cambiado de manos varias veces a lo largo de la historia, y durante el siglo XX, cuando se convirtió en una de las provincias autónomas de la república yugoslava serbia, sería el lugar donde la etnia albanesa pudo asentar el exceso de su población, a expensas de los serbios. Durante la dictadura de Tito, a la vez que los serbios volvían a ocupar regiones de Kosovo, especialmente el norte, Kosovo ganaba relativa autonomía de Serbia, la mayor república yugoslava.
La historia
Si bien los separatistas albanos fueron reprimidos con dureza por el régimen comunista, igual que hizo con los demás nacionalismos en la siempre conflictiva región balcánica, el deseo de la independencia se mantuvo vivo. Antes de su muerte en 1980, Tito accedió a concederle más autonomía a la ahora provincia, con asiento en el parlamento, asamblea propia y el poder en manos de los comunistas albanokosovares, amén de un convenio con Albania para proveer materiales educativos en ese idioma. Pero las tensiones aumentarían con la partida del dictador, las purgas en el partido comunista kosovar y la participación de la Iglesia Ortodoxa Serbia (la misma que bendijo al ejército serbio que cometería masacres contra civiles en las guerras de Bosnia y Kosovo en los noventa), que buscaba presionar a Belgrado para que actuara en favor de los serbokosovares.
A mediados de los 80, Slobodan Milóšević, quien era uno de los importantes cuadros del Partido Comunista Yugoslavo, fue uno de los que rechazó el llamado Memorando de la Academia Serbia de Artes y Ciencias, polémico documento en que se afirmaba que los albanokosovares estaban perpetrando un genocidio contra los serbios. Para entonces, los actos violentos perpetrados por separatistas se habían intensificado tras las revueltas estudiantiles de 1981. Tras una nueva purga en el partido comunista local y medidas de emergencia, en 1990 el ahora presidente Milóšević revocaría el estatuto de autonomía de Kosovo, iniciando un proceso de "desalbanización" en todos los niveles, así como la "serbización" de la región. Esto, además de la represión estatal, ocasionó un crisis económica que condujo a casi la tercera parte de los albanokosovares adultos a emigrar para conseguir empleo.
Bandera de la República de Kosovo
El fin del partido comunista kosovar haría que la carga de la identidad pasara a la Liga Democrática de Kosovo, presidida por Ibrahim Rugova, quien decidió hacer resistencia civil pacífica contra los serbios, mediante la creación de instituciones paralelas y el boicot de las elecciones y el servicio militar yugoslavo. En 1991, con asamblea kosovar en la sombra, se organizó un referendo que dio como resultado la independencia de Kosovo, reconocida únicamente por Albania y declarada ilegal por Serbia, que, tras la disolución de la antigua Yugoslavia, continuaría e incrementaría, ahora como República Federal de Yugoslavia, la represión contra la mayoría albanokosovar, de religión musulmana.
La frustración tras los pobres resultados de la resistencia pacífica de Rugova radicalizó a algunos albanokosovares, que se adherirían al hasta entonces oscuro Ejército de Liberación de Kosovo (ELK o UÇK por sus siglas en albano), que perpetraría algunos atentados simultáneos contra ciudadanos y autoridades serbias en la región el 22 de abril de 1996. Al año siguiente, una crisis de poder en Albania hizo que municiones y armamento de ese país cayeran en las manos del débil ELK, que también recibiría apoyo de los albanokosovares residentes en el exterior, así como del tráfico de heroína. El ELK, declarado terrorista por Yugoslavia y por EUA, continuaría sus ataques, a la vez que las autoridades de Belgrado buscaban negociar, infructuosamente, con Rugova. A medida que se intensificaba la violencia, EUA y la comunidad internacional, que nunca se endureció con el ELK, exigiría a los serbios detener los ataques en Kosovo. De hecho, algunas versiones de prensa de la época indican que inteligencia estadounidense se reunía con miembros del ELK.
El 15 de enero de 1999, en combates entre el ejército yugoslavo y el ELK, 45 civiles albaneses morirían, en circunstancias que aún hoy son motivo de disputa, en la sureña población de Račak. De inmediato, las potencias occidentales calificaron lo ocurrido como "masacre" y el "incidente de Račak" sería uno de los crímenes por los cuales Milóšević sería juzgado por crímenes de lesa humanidad por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia. Tras un ultimátum a Yugoslavia y fracasadas negociaciones entre serbios y albanokosovares, a instancias de EUA, el Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Rusia, las tropas de la OTAN intervendrían y bombardearían objetivos yugoslavos (tanto civiles como militares; incluido el "erróneo" bombardeo de la embajada china en Belgrado) entre marzo y junio de 1999.
Tras la guerra OTAN-Yugoslavia, las fuerzas de la OTAN (KFOR, Kosovo Force) ingresarían en la región, para tareas de recuperación y de asistencia humanitaria. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobaría la resolución 1244 del 10 de junio de 1999, que ponía a Kosovo bajo administración de las Naciones Unidas, con fuerzas de paz del mismo organismo (UNMIK), aunque garantizando "la soberanía e integridad territorial" de la entonces Yugoslavia, hoy Serbia, y estipulando el desmantelamiento del ELK. Tras el conflicto y durante estos años, más de 800.000 refugiados volvieron a Kosovo, pero más de 200.000 serbios emigraron.
La resolución también preveía una autorización especial a la ONU para iniciar un proceso con el fin de determinar el estatus político de Kosovo, iniciado en 2005 a instancias del ex presidente de Finlandia Martti Ahtisaari, quien redactó un borrador en el que se concedía, sin usar en momento alguno la palabra "independencia", una gran autonomía a Kosovo. Obviamente, la mayoría albanokosovar (el 90% de una población de 2 millones de personas) deseaba la independencia, mientras que Serbia insistía en mantener a Kosovo dentro de su territorio, así fuera en la práctica un protectorado de la ONU. El documento fue reescrito varias veces por petición de Rusia, y al final no se llegó a consenso alguno.
La declaración y la tortuosa búsqueda del reconocimiento internacional
Celebración en Pristina (Foto: A Taste of Kosova / Flickr, licencia CC-BY-ND)
Tras el fracaso de las negociaciones, el gobierno interino de Kosovo, luego de asegurarse el apoyo de EUA y de buena parte de la Unión Europea, decidió declarar la independencia unilateral (y como veremos, limitada). Por consejo de la UE, se decidió que la declaración se haría una vez se realizaran las elecciones presidenciales serbias, en las que fue reelegido el pro-europeo Boris Tadić, del socialista Partido Demócrata Serbio, quien ha rechazado la declaración calificándola de "arbitraria e ilegal", reiterando que nunca Serbia reconocerá la independencia de Kosovo, mientras que el primer ministro Vojislav Kostunica se fue lanza en ristre contra el presidente de EUA George W. Bush, quien para él es "responsable de esta violencia, al igual que sus partidarios europeos" y "quedarán en la historia de Serbia en letras negras", amén de calificar a Kosovo de "estado falso". Serbia ha recalcado que no usará la violencia sino los medios diplomáticos y jurídicos (con la ayuda de Rusia, seguramente) para mantener su soberanía sobre Kosovo.
Por su parte, el primer ministro de Kosovo, Hashim Thaçi, ex guerrillero del ELK, ha dicho que "todos los kosovares, sin distinción de etnia, serán ciudadanos iguales. Estamos construyendo un país en el que todos disfrutarán de los mismos derechos", en referencia a los serbokosovares, que esperan el lunes la visita de varios parlamentarios serbios en señal de apoyo. Thaçi quiere evitar un éxodo como el ocurrido en Croacia, que de darse justificaría protestas de Serbia. Y aunque el presidente de Kosovo, Jakup Krasniq, haya dicho en medio de la euforia que son "un Estado independiente, libre y soberano", la verdad es que el nuevo país depende muchísimo de la ayuda europea, encarnada en la misión EULEX, sustituta de la UNMIK, con el euro como moneda oficial, a pesar de no pertenecer a la Unión Europea, y ayuda de 500 millones de euros durante dos años para fortalecer el sistema judicial, a fin de conjurar la corrupción y el crimen organizado. Kosovo tampoco podrá unirse a otro país (dados sus lazos étnicos con Albania), ni disponer de ejército propio (funciones que seguirá asumiendo la KFOR, de 17.000 efectivos).
Rusia, aliado histórico de Serbia, convocó el domingo a una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en Nueva York, donde no se alcanzó consenso alguno. Otra reunión se encuentra prevista para el lunes, con participación de Tadić. La ayuda rusa dificultará la esperanza de Bruselas de ofrecerle a Belgrado el ingreso a la Unión Europea. Ya hubo incidentes en Kosovska Mitrovica, con la explosión de una granada que no causó víctimas, y las violentas protestas frente a las embajadas estadounidense y eslovena (país que preside de turno la UE). La propia Europa se encuentra dividida. Por ejemplo, aunque España había advertido que no reconocería a Kosovo, protestó ante Moscú por unas declaraciones de Vladimir Putin en las que comparaba a la provincia serbia con la situación de los vascos (Madrid, no obstante, tiene 620 hombres en la KFOR).
Desde luego, y a pesar del júbilo y de los agradecimientos de los kosovares a estadounidenses, franceses y británicos, la "independencia" no es gratuita. Aunque Kosovo es una región montañosa y pobre, con un 45% de desempleo, dependencia de las remesas y una población joven, posee importantes reservas mineras, en especial de carbón, cuyas concesiones serían entregadas a empresas de dichos países. Y peor aún, el apoyo, dividido, de la UE y de EUA a Kosovo, en contra de Serbia, empeora las ya difíciles relaciones de Washington con Moscú, quien tiene el poder para vetar la solicitud de Pristina de ingresar a las Naciones Unidas, con la ayuda de China y posiblemente de otros países asiáticos.
Aunque Thaçi había anunciado que 100 países iban a reconocer al nuevo Estado, muchas naciones europeas y de otros continentes prefieren esperar un tiempo prudencial, o a que se tomen las decisiones del Consejo de Europa o del de Seguridad de la ONU. El temor de muchos estados es que, como señaló Rusia, la independencia kosovar siente un precedente y estimule a movimientos separatistas, desde Osetia del Sur, en Georgia, hasta Quebec, en Canadá. En Serbia, muchos no le perdonan a Kostunica haber dejado ir a Montenegro y permitido lo de Kosovo.
Los viejos fantasmas, los mismos de hace un siglo, reaparecen, como señala El Periódico de Catalunya: "los europeos se alinean con EUA para bloquear la ambición rusa de llegar al Adriático, sin reparar en que convierten a Serbia en el chivo expiatorio, promueven las tendencias paneslavas, convocan al fantasma de la Gran Albania y fracturan a la UE". Kosovo se reafirma entonces como una manzana de la discordia en una región donde hace un siglo la situación era tan tensa como hoy. Por lo visto, hay cosas que nunca parecen cambiar.