Aburrido de temas sórdidos y complejos como la guerra, la crisis económica y la corrupción, el gran público reclama un espacio para soñar, para vivir un mundo distinto, donde las historias de príncipes sean posibles y, en pleno siglo XXI, la monarquía genera un ambiente perfecto para el devenir de esos sueños. Prueba irrefutable de ello es la interminable novela de Lady Di, que un lustro después de la muerte de su protagonista, aún sigue vendiéndose. En el fondo, los cuentos de hadas son un tipo de narcótico social necesario, como lo son los reinados de belleza, el fútbol, los realities y los chismes de la farándula. Ante esta realidad los comunicadores sociales suministran gustosos la droga de tan alta demanda y consumo.
Lo que resulta absurdo es que esta dosis se suministre dentro de noticieros de televisión que han claudicado ante la banalidad sin límite que representa la noticia de farándula. El periodismo está dando paso al chisme y la tendencia actual es la de crear secciones “light” en las que se cuenten intimidades de los famosos y comentarios de pasillo sobre la actualidad política, todo con el facilismo que supone este peculiar esquema.
Detesto estas secciones tanto como la inclusión de publicidad velada o directa dentro de espacios no comerciales. ¿Hasta cuando los televidentes tendremos que aguantar las tales “noticias patrocinadas” que nos asaltan en medio de cualquier espacio noticioso o las interminables demostraciones de una faja mágica que hace perder 20 kilos en tres días y que irrumpen en cualquier canal sin previo aviso? Basta hacer un recorrido el sábado en la mañana por todos los canales, locales o satelitales, para conocer el spam en la televisión.
Columna publicada originalmente en junio 01 de 2004
Gracias por su opinión.
Posted by Sentido Común as Homo Urbanis at 12:09 AM COT
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No caigamos en la trampa de hablar del dominio de la pantalla chica. De lo que se trata aquí es del monopolio de la información, el arma estratégica del siglo XXI.
Muchos años después, frente a la pantalla del televisor, el General Gustavo Rojas Pinilla había de recordar aquella noche remota en que su curiosidad lo llevó a inaugurar la Televisora Nacional. Ahora observaba atento, desde la impotencia de su forzoso encierro, la alocución presidencial con la que Carlos Lleras mandaba al país a un sueño del que muy pronto habría de despertarse con Misael Pastrana como nuevo presidente electo, gracias a la audaz utilización del medio de comunicación de mayor penetración social y por supuesto, al trabajo nocturno realizado en la Registraduría Nacional. Con ello creó indirectamente el Movimiento 19 de Abril, M-19.
No obstante, los de Rojas fueron tiempos de radio en los que la gente se despertaba, se informaba, se divertía, se educaba, se dormía y vivía sueños forjados al lado de aquel artefacto sonoro inventado a finales del siglo antepasado, que por lo demás forzaba a usar la imaginación. Recuerdo que ya entrados los 60’s muchas veces escuché La simpática escuelita que dirige Doña Rita, Así resolvemos su caso, El repórter Esso, Calimán, El show de Ebert Castro, Montecristo, La ley contra el hampa y una que otra novelita. Eran los programas obligados por las muchachas del servicio en el radio de plástico verde de la cocina. Los villancicos y cuentos navideños alegraban el alma de los niños en diciembre, mientras que la semana santa era de rigurosa música clásica. Por entonces, Bogotá era una aldea con dos canales de televisión, uno público nacional, el 7, y otro privado local, el Teletigre. Un tercer canal, el educativo, haría su entrada sin mayor conmoción.
Desde sus inicios, la función de la televisión se centró en el divertimento y fue así como se dieron programas para niños como el Cumpleaños Ramo y Circo en su casa, comedias nacionales como Yo y Tú y El Chinche, extranjeras como Yo quiero a Lucy y Las Suegras, noticieros como El mundo al vuelo y Suramericana, dibujos animados como Los Supersónicos y el XL5, enlatados como Bonanza y El túnel del tiempo, novelas como Destino la ciudad y Renzo el gitano, concursos como Veinte mil pesos por sus respuestas y Animalandia y espacios culturales como El mundo de los libros y El pasado en presente. Las programadoras inicialmente eran dos, Punch y RTI, como dos los personajes principales, Gloria Valencia de Castaño y Pacheco. Esa fue la televisión con la que crecí y que reflejaba el país ingenuo que teníamos.
La transmisión de la llegada del hombre a la luna y del mundial de México 70, gracias a las antenas instaladas por Telecóm en Chocontá, marcaron el ingreso de Colombia a una nueva era televisiva en vivo y en directo desde cualquier lugar del mundo. Poco a poco, con la aparición de nuevas programadoras, de los canales regionales y privados, del Betamax, de las gigantes parabólicas, del cable y de las mini parabólicas personales, la televisión fue suplantando a la radio y modificó las costumbres familiares, hasta el punto de que hoy resulta inconcebible un hogar de casi cualquier condición social que no posea al menos un receptor y que no permanezca demasiadas horas frente al mismo.
Coincidiendo con la llegada del color, paulatinamente la politiquería y luego los grupos económicos con la excusa de la globalización, fueron apoderándose de ésa caja de Pandora y acabando con la magia que emergía de su interior. Hubo reparto de noticieros a los “delfines” y privilegios como pago por apoyos electorales. Con la Constitución del 91 se creó la onerosa Comisión Nacional de Televisión, a través de la cual la clase política aumentó sus nexos “comerciales” con 2 de los grandes dueños del país, Ardila Lulle (RCN) y Santodomingo (Caracol), y mantuvo luego la misma fórmula para empresas como TV Cable (Familia Pastrana) o City TV (Familia Santos).
Pero no caigamos en la trampa de hablar del dominio de la pantalla chica. De lo que se trata aquí es del monopolio de la información, el arma estratégica del siglo XXI. Telefonía celular, redes de datos, Internet, prensa escrita, radio, empresas editoriales, cines y todo lo demás que sirva como canal propagandístico, publicitario y de transmisión del mensaje está quedando en manos de este pulpo criollo, que a su vez es tan solo un pequeño tentáculo de las mega corporaciones, que en número no mayor de 7 se habrán apoderarán del mundo antes de veinte años. Entre tanto, los analistas políticos en Colombia se preocupan por la pérdida de los límites ideológicos entre los partidos tradicionales, aquellos que en realidad nunca han existido. Solo parece existir un defensor de la información libre y se llama Internet.
¿Apocalíptico? No creo. Leí 1984 y supe que no era una novela. Me lo confirmó luego Alvin Toffler, quien no padece amnesia colectiva, como tantos tontos.
(Se publicó originalmente en EL PAÍS de Cali / junio 13 de 2003)
Gracias por su opinión.
Posted by Sentido Común as Homo Urbanis at 11:26 PM COT
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A LOS LECTORES:
Con motivo de la corrida de hoy domingo 10 de febrero de 2008 en Bogotá, en la cual tres matadores de vida, Ramsés, Tomás y Finito deleitarán a la afición con el sufrimiento y la muerte de inocentes animales, reproduzco la siguiente entrada, publicada originalmente en mayo 5 de 2004, a propósito de una protesta antitaurina, llevada a cabo dentro del marco del Forum Barcelona 2004.
Lo hago nuevamente de todo corazón, para elevar mi voz contra esta atrocidad que algunos ven normal y siguen patrocinando. Me uno así, con orgullo, respeto y admiración, a mi hijo JD, quien en estos momentos protesta en la plaza contra la matanza anunciada para esta tarde, que promete ser "uno de los carteles más atractivos de la temporada".
SENTIDO COMÚN.
En pleno Siglo XXI ya va siendo hora de colgar el capote; resulta patológico incluir la crueldad como parte del divertimento.
FERIA DE CALI, FERIA DE MANIZALEZ Y DEMÁS SANGRÍAS… Dentro del marco del Forum Barcelona 2004 se llevó a cabo hace poco en esa ciudad una jornada de protesta contra la tauromaquia, actividad salvaje que, disfrazada de arte, encarna de manera singular las prácticas más crueles contra animales. Consiste ella en el arte de hacer sufrir principalmente al toro, pero de paso al caballo, a algunos espectadores y en ocasiones al torero o a los miembros de su cuadrilla, con la salvedad de que los humanos, contado el público, asisten al espectáculo por su propia voluntad. Me atrevo a asegurar que si les fuera optativo, toros y caballos rechazarían la invitación a la corrida.
Pese a que el nuestro es uno de los pocos países del mundo donde aún se practica esta locura, los colombianos pasamos de agache ante la jornada de protesta promovida desde Barcelona, ratificando así nuestra alta vocación para la violencia. Pienso que si no nos conmueve el río de sangre humana que vemos correr a diario, menos nos ocuparemos de impedir el sufrimiento de unos “simples animales” o de preservar integralmente el medio ambiente, del que hacemos parte.
Pero tomemos al toro por los cuernos. Si por el hecho de no ser aficionados al toreo no nos aterran el sufrimiento y la muerte cruel que produce esta brutal versión contemporánea del circo romano, estamos aceptando tácitamente la razón de ser de la violencia humana y cerrando los ojos ante una realidad que está en la plaza, aunque no asistamos.
En pleno siglo XXI, ya va siendo hora de colgar el capote; resulta patológico incluir la crueldad como parte del divertimento. Con el debido respeto, expresemos abiertamente nuestro desagrado a los aficionados a la fiesta brava, quienes patrocinan esta innecesaria forma de tortura irracional.
Se debe ejercer presión social sobre ellos, como se viene haciendo contra el tabaquismo o la caza deportiva, con el perdón de los fumadores y cazadores lectores de esta columna. Ignoro cuantos de ellos gustan del mundo del toro, pero a ellos va dirigido mi mensaje central: Se dice que cada quien opina según como le va en la corrida. Pónganse los cachos y verán que no es tan chévere ser el toro.
Si pudimos acabar la quema de pólvora en Navidad, prohibir las corridas también será posible.
Posted by Sentido Común as Homo Urbanis at 11:55 AM COT
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Resulta absurdo que la ejecución de las obras públicas lesione física y moralmente a los ciudadanos, como sucede con cierta frecuencia en nuestra ciudad.
Escribo con profundo dolor de padre. La tragedia ocurrida a los niños del Colegio Agustiniano Norte es de todos y enluta el corazón de Bogotá. Contrasta la alegría que un niño produce en nosotros, con la desgarradora desolación que a estas horas padecerán los miembros de más de 50 familias que han sido afectadas por el infortunio. Un hecho así nos pone a reflexionar una vez más sobre la vida.
A solo veinte días de ocurrido el accidente en que a pocas cuadras una máquina pesada tumbó un puente peatonal y ocasionó la muerte a un apacible pensionado, proviene esta otra desgracia, esta vez de una proporción descomunal, que cobra la vida de de 23 personas, niños en su gran mayoría. Resulta preciso encausar la responsabilidad de la firma constructora en estos hechos, y si es del caso, rescindir el contrato sin menoscabo de los intereses de la ciudad. Sería la demostración de que nos importa la vida antes que nada, así como una simple multa sería apoyar la impunidad que corroe cada día la esencia de nuestra civilidad.
De otra parte está el tema de la calidad de las obras públicas en general, que siendo un bien para la comunidad, rersulta absurdo que además de los ya frecuentes detrimentos patrimoniales causados por sus responsables, en su desarrollo se amenacen la integridad física y moral de los ciudadanos y se produzcan hechos como los que lamentamos hoy.
Quedaría incompleta esta reflexión si no tocara un asunto aún más patético, como es la ausencia de una cultura cívica referida al concepto de movilidad, que considero, junto con el de la vivienda, son los temas más estructurantes de la dinámica urbana.
La falta de una perspectiva integral de los factores que otorgan funcionalidad y calidad de vida a una ciudad, permite que se sobrepongan mallas de transporte público y privado. Mientras un policía cumple su cuota de comparendos diarios “vacunando” a la señora a quien le faltaron 2 cuadras y un minuto para llegar a su casa sin pico y placa, pasan 7 ejecutivos que tienden una espesa cortina de humo negro sobre dos busetas que pelean por un pasajero e impiden con sus poderosas cornetas que la mujer escuche la propuesta indecente del agente sobre una forma alternativa de pago, opción que seguramente no podría ofrecerle el propietario del desvencijado Studebaker 55, rojo óxido, sin vidrio delantero y acondicionado a camioneta, que acaba de estacionar sobre el andén para vender “legítimo bocadillo de Vélez por solo 2 mil pesos” y al que prefiere ignorar.
Esto no es ficción ni humor. Algunos accidentes son registrados por la prensa, pero las anteriores situaciones ya hacen parte del subconsciente colectivo. El producto es una ciudad peligrosa en sí misma.
Artículo publicado originalmente en EL TIEMPO / Abril 2004
Gracias por sus opiniones
Posted by Sentido Común as Homo Urbanis at 10:18 PM COT
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