¿Qué pasa en el Cauca?
Artículo destacadoPor Marsares
domingo 22 de julio de 2012 18:29 COT
El país estuvo perplejo por unas horas. No podía entender cómo una multitud de indígenas habían sido capaces de subir a un cerro y expulsar de allí a militares encargados de velar por su seguridad, sin más armas que unos palos y su indignación. "No más guerra" fue su grito de batalla.
De ahí en adelante se abrió el debate en el que se cuestiona la autonomía de los resguardos indígenas, su presunta manipulación por las Farc, el abandono del Estado y el fantasma de una guerra que para todos parecía lejana, pero que estaba tan cerca que al parecer jamás se había ido. De ahí la pregunta, ¿qué pasa en el Cauca?
Los indignados
Como un capítulo criollo de lo sucedido en otras partes, los medios de comunicación mostraron al mundo a los indignados colombianos, que no eran urbanos como en otras latitudes sino indígenas de carne y hueso. La resistencia pacífica de muchos años, con el paréntesis de la lucha armada del grupo guerrillero "Quintín Lame", había llegado a su fin.
A rastras, a empujones, cargados, se vio a un grupo vociferante de la etnia nasa sacar a los militares de sus trincheras en el cerro Berlín (Toribío) que, hay que destacarlo, salvo unos tiros al aire, se rindieron con sus modernas armas a los palos y algunos machetes, lo que les dio más valía a unos y a otros.
Al día siguiente, respondiendo a una orden presidencial, la policía antimotines (ESMAD) desalojó a los indígenas del cerro con bolillos y gases lacrimógenos, y horas después la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) entablaba un diálogo en Santander de Quilichao con miembros del gobierno.
Los indígenas aceptaron no regresar al cerro y el 19 de abril, en el propio Toribío, delegados de la ONU y de la Defensoría del pueblo continuaron el diálogo, acordándose que la discusión sobre el meollo del asunto se discutiría en Bogotá el 24 de julio.
Cuando el río suena
Sorprende que el Gobierno no haya tomado en serio las amenazas de los indígenas en Toribío. Tenía razones para hacerlo. Días atrás, el 10, en Monte Redondo (Miranda) rodearon un puesto militar y en el propio Toribío desmantelaron tres trincheras de la policía.
El mismo 11, mientras Santos trataba de hablar con ellos, subieron a Berlín y luego hablaron con las Farc para que retiraran los retenes que habían puesto en la carretera que conduce a Santander de Quilichao.
El 17 fue crítico. Hubo bloqueo de la carretera entre Corinto y Caloto exigiendo que el ejército se fuera de Huasanó. El 18, en el resguardo La Laguna (Caldono), en un retén del ejército fue muerto el indígena Fabián Güetio, lo que provocó la retención de los uniformados que fueron conducidos hasta Caloto.
Al mismo tiempo, en Toribío, los indígenas capturaban a cuatro guerrilleros, inciándoles juicio público el 19, y en Huasanó, cuando el ESMAD intentraba disolver el bloqueo, fue muerto un campesino y heridos dos más.
Búsqueda de razones
La primera explicación que surgió fue la fácil: detrás de todo estaban las Farc y el narcotráfico. En esto coincidieron Uribe y el ministro de defensa. El presidente matizó el asunto precisando que solo algunos indígenas estaban con las Farc y habló de correos encontrados a Pacho Chino, un jefe de las Farc de la región que hablaba de estas movilizaciones como una estrategia para frenar el avance del ejército.
Las Farc tienen presencia en el Cauca desde hace mucho, es cierto, pero igual lo ha sido el abandono del Estado y quienes han sufrido todas las consecuencias de la indiferencia gubernamental y el asedio guerrillero han sido los indígenas. Incluso su grupo armado, el "Quintín Lame", se enfrentó al sexto frente de las Farc en los ochenta, terminando al final aliado con ellos y luego desmovilizado.
Abandono y desesperación parecen ser el resumen de la crisis. Recuérdese que antes de la toma de Berlín, Toribío sufrió tres dias de ataques y un tutuco estalló en el centro de salud mutilando una de sus extremidades a una enfermera.
La ofensiva militar
Al margen de esto, en el Cauca se prepara quizás una batalla decisiva que podría darle un giro definitivo a la guerra. Las Farc se juegan su supervivencia y el Estado el verdadero comienzo del fin del conflicto. De ahí que ambos contrincantes se la estén jugando a fondo.
Aparte de la razón histórica, en Santo Domingo (y Marquetalia) nacieron las Farc, la geografía muestra a un territorio agreste e intrincado en pleno corazón de la Cordillera Central. Gracias al corredor que se encuentra entre Jambaló, Corinto y Caloto, tienen una salida a la Cordillera Occidental y de ahí al Pacífico, por donde transita la coca que se cultiva en Jambaló y la marihuana de Corinto y Miranda.
El ejército lo sabe y por ello busca empujarlos hacia las partes altas de la ladera occidental de la Cordillera Central, al territorio de los nevados. De esto se encarga la fuerza de tarea Apolo. Por el otro lado a la guerrilla la espera la fuerza de tarea Zeus, la misma que sacó a Alfonso Cano del Tolima y lo llevó al Cauca.
La guerrilla, sin embargo, está dispuesta a pelear palmo a palmo el terreno y, según declaraciones castrenses, cerca de 1.200 de sus mejores hombres fueron trasladados en un intento de revertir las derrotas sufridas en los últimos años.
¿Y los indígenas?
Las Farc, y ojalá el gobierno piense igual, saben que la población indígena desempeña un papel decisivo en la guerra. Transformarla en un aliado, infiltrándola, o usarla de muralla humana, a través de las movilizaciones y su exigencia pacífista, puede cambiar la ecuación de la guerra.
¿Tienen tal capacidad de convocatoria? Quizás no tanto, pero les ayuda la propia situación de los resguardos, abandonados a su suerte por el Estado o, lo que es peor, tildados de aliados de los terroristas por la Seguridad Democrática, que jamás pudo entender sus justas aspiraciones.
El resultado se puede ver. La economía de la región ha cambiado. De los cultivos de pancoger, se pasó en muchos casos a los de coca y marihuana que les brindan a los indígenas mayores recursos, extendiéndose sin freno bajo la sombra protectora de las Farc que se los comercializa y de paso les facilita el reclutamiento de los jóvenes.
El Presidente Santos anunció en Toribío un plan de inversión de 500.000 millones de pesos que es una puerta de entrada, pero los muchos años de desconfianza y abandono necesitan algo más que dinero.
Así como se dio la enérgica respuesta de no transar la salida de los militares y la exigencia de que el cumplimiento de la Constitución es para todos, también se impone el diálogo para encontrar caminos comunes que incorporen a las etnias indígenas al desarrollo del país.
Este es un camino inédito. Si se consigue transitarlo con éxito, se habra ganado una batalla decisiva en esta guerra interminable.
mircoles 25 de julio de 2012, 13:38 COT
Los colombianos no podemos seguir siendo ajenos a este tipo de situaciones, el pretender que la guerra de las FARC solo es contra el estado, quien es quien nos representa (al fin y al cabo es nuestro voto el que los coloca en tales cargos) sino es contra el pueblo, trabajadores, oficinistas, estudiantes, campesinos, indígenas todos que somos Colombia, y si deberíamos tener el valor, que tuvieron ellos de sacar de nuestras ciudades y pueblos esta escoria que tanto daño a hecho…
domingo 26 de agosto de 2012, 18:31 COT
Los dialogos con Chuqui no tuvieron resultados y el problema sigue.