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Historia del alfabeto

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sbado 23 de abril de 2011 20:12 COT

Alphabets

Alphabets, por Kyle Van Horn (licencia CC-BY)

El prodigio del habla

Ante este don, el hombre no ha cesado de manifestar su admiración. Lo considera inherente a su persona, no piensa ni siquiera en la posibilidad o el riesgo de ser desprovisto de él. ¿La humanidad recibió el lenguaje como un todo, desde el principio, y luego vendría la gran confusión de la torre de Babel o, por el contrario, fue un largo proceso de miles de grupos pequeños, aislados inicialmente, que se fueron fusionando e interrelacionando a partir del neolítico, si no siglos y aun milenios antes, para conformar verdaderos idiomas? Indudablemente debió ser lo segundo.

Julio Cejador habla de sonidos primitivos y derivados, algunos detestables y hórridos, según él, que afean las lenguas. Los primitivos son los que se encuentran en casi todas las lenguas. Las demás voces debemos considerarlas derivadas por un proceso de corrupción. “Desde el punto de vista fisiológico, las vocales y consonantes que pertenecen a todas las lenguas y se pueden emitir con naturalidad y facilidad son primitivas”. Son las cinco vocales: a, e, i, o, u y las siguientes consonantes: labiales: p, b, m; silbantes o dentales: s, z; linguodentales: t, d; linguopaladial: l; paladiales: k, g; lingual: r; nasales o resonantes: m, n. Los derivados son muy abundantes; en español, principalmente, las siguientes: ch, j, ñ, rr, y.

Del habla al escrito

Este proceso lo describe con realismo mágico García Márquez en un minicuento de Cien años de soledad. Al llegar la época del insomnio se empezó a perder la memoria en todo Macondo, entonces “fue Aureliano quien concibió la fórmula que había de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria. La descubrió por casualidad… Había aprendido a la perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: 'tas'. Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó con goma en la base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro”. No fue necesario ningún insomnio para inventar la escritura. Sí, en cambio, una necesidad de perpetuar el recuerdo de sus gestas y la exigencia de un vehículo de comunicación a distancia para las transacciones, en especial económicas. La escritura que hoy nos parece tan normal e imprescindible, casi congénita, es un invento reciente de no más de 5.000 años.

Los paleontólogos creen “leer” la historia de la humanidad en signos externos que acompañan los restos humanos más antiguos: fuego, piedras pulidas, objetos variados que implican la capacidad de reflexión. Solo muchísimo después empezaron los humanos a dibujar o pintar sus impresiones en las cuevas o rocas del entorno. Las pintadas sobre piedras se llaman petrogramas; las talladas o gravadas, petroglifos. Algunas pueden datar de 30 o 40.000 años atrás. Son especie de historias sin palabras, con imágenes-situaciones, signos-cosas, pictogramas-señales. A más de comunicación del pensamiento, son preciosas obras de arte. Díganlo, si no, las cuevas de Altamira, Atapuerca y muchas más, sobre todo en el norte de España y el sur de Francia.

Desde el año 3000 A. C., se empieza a conformar la escritura con sistemas representativo-descriptivos, llamados globalmente “ideogramas”. ¿Constituyen pinturas o escrituras? Según Ignace J. Gelb y otros autores, tratan de comunicar ciertos mensajes a determinadas personas, de modo que puedan ser entendidos por ellas. No son simples pinturas ya que fueron dibujados con el propósito de comunicación y no solo con la mira de la expresión artística, pues tienen una ejecución estereotipada (omisión de detalles como vegetación, montañas, ríos, etc., no necesarios para la comunicación) que muestran su función comunicacional.

¿Cuándo y cómo nació realmente la escritura? Donald Jackson afirma que no es coincidencia que las marcas iniciales que podemos llamar “escritura” se dieran en las regiones de tierras arables en las que la agricultura había alcanzado gran desarrollo. Ahí se multiplicó la población, comenzó a desplazarse a poblados cercanos, después a otros más distantes y a entablar un comercio y unas relaciones políticas y religiosas que no alcanzaban a guardarse en la memoria interna y exigieron una memoria escrita. La mayoría de los sistemas “logosilábicos”, anteriores a los alfabéticos, surgieron en Asia, primero en la Fértil Medialuna, más tarde en la India y la China. De ahí se esparcirían por todo el mundo. Las escrituras más antiguas son la sumeria (3100 A. C.), la egipcia (3000 A. C.), la protoíndica (2200 A. C.), la cretense (2000 A. C.) y la china (1300 A. C.).

En Sumeria se creó una escritura “cuneiforme”, en forma de cuñas estilizadas, primero en muros y pisos, luego en pequeñas tabletas fáciles de almacenar. Inicialmente eran pictogramas, representaciones de objetos concretos: sol, luna, árbol, etc.; luego se fueron estilizando y agilizando más, a la vez que representaban ideas derivadas como luz, día, calor, etc., formando ideogramas; más adelante se llegaría a fonogramas, o sea, figuras para representar sonidos únicamente. El principio de fonetización se extendió con rapidez. El silabario sumerio se compone de signos que representan monosílabos terminados en una vocal o una consonante. La escritura sumeria constaba de unos 600 signos pictoideográficos y de 100 a 150 silábicos.

En Egipto la evolución fue similar: primero pictogramas, luego ideogramas, finalmente fonogramas. En estos últimos los egipcios llegaron prácticamente a conformar un alfabeto de 24 consonantes que al añadirle la vocal formaban 100 signos silábicos. Desafortunadamente no se desprendieron de los pictogramas e ideogramas que mezclaban con los fonogramas, dando una lectura más fácil para los no iniciados (comprendían el ideograma), pero más difícil de escribir. Tal escritura se ha denominado jeroglífica pues se creyó que era usada con fines religiosos y grabada sobre piedra para perpetuarla. Sin embargo evolucionó sobremanera, gracias a los nuevos instrumentos que diseñaron: el papiro y la tinta. Los jeroglíficos se utilizaban para fines públicos, como decretos oficiales, pero para otros fines se utilizaban otras dos clases de escritura, la hierática y la demótica, mucho más ágiles e “impresionistas”. El número total de signos es de alrededor de 700 pictoideográficos y 100 foneticosilábicos.

Unos desarrollos similares y casi coetáneos se dieron en el noreste asiático, en una amplia región entre las actuales Turquía y Siria, el país de los hititas. Quizás fueron influídos por sumerios y egipcios por igual, pero, al parecer, también por una cultura que avanzó sobremanera en la simplificación de la escritura, la de Creta, con la cual tenían un comercio importante. Los hititas redujeron aún más los signos pictoideográficos, hasta 450, y los silábicos a 60. Como vemos, en las escrituras prealfabéticas al principio solo se representaban ideas concretas, luego conceptos derivados (objetos o acciones), aunque desligados de la pronunciación. Las podían "leer" personas de diferentes lenguas, así cada uno las pronunciase de manera distinta (como hoy la del chino por los japoneses, o la de nuestro alfabeto por españoles, franceses, ingleses o alemanes). En una fase siguiente ya empieza a aparecer la notación de sonidos, y los signos se vuelven más versátiles, aunque de ámbito más restringido cada vez.

Creación del alfabeto

Tuvo que avanzar el intercambio entre diversos países y culturas para que se impusiera la necesidad de una simplificación mayor de la escritura hasta llegar a un alfabeto. En ese puente de unión de dos grandes culturas, sumeria y egipcia, como fue Fenicia, los pictoideogramas se transformaron en fonogramas individuales para representar la pronunciación de todo tipo de palabras e ideas. Sus habitantes, los semitas, pueblos pequeños pero dinámicos, fueron los magistrales creadores de las grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo; los grandes navegantes por todo el Mediterráneo; y, a la vez, los geniales creadores del alfabeto. Lograron una simplificación máxima, “representar cada fonema con un solo grafema (letra)”. Inicialmente sólo escribieron las consonantes, unos 22 caracteres o grafemas, con los que podían representar toda clase de palabras, objetos, acciones, etc. Fue hacia 1500 A. C. De este alfabeto se formaron por un lado el hebreo y el árabe y otros similares que se esparcieron hasta la India, el Tibet, Turquestán, Indonesia. Hacia occidente se esparciría a través del griego, el latín y, más tarde, las lenguas romances y eslavas.

De Fenicia a Grecia y Roma

La mayor suerte para el mundo fue el paso del alfabeto por el Mediterráneo a Grecia, Roma y todo Occidente. A más tardar en el siglo X A. C. la escritura fenicia fue trasmitida a los griegos, quienes conservaron el nombre original de la mayoría de las letras, “alfa de alef, buey”; “beta de bet, casa”; “gama de guimel, camello”; “delta de dalet, puerta”… Como un aporte propio y muy enriquecedor, añadieron las vocales. Con su espíritu naturalista y profundamente artístico, en sus manos las diferentes letras adquirieron formas más redondeadas, más armónicas, pues, además, amaestrados como estaban por los egipcios, escribían en papiros y pergaminos, o sea, pieles de cordero perfectamente pulimentadas.

En pocos siglos añadirían otra innovación, las letras minúsculas, que duplicarían el alfabeto, pero conservando un solo e idéntico sonido para cada par, mayúscula y minúscula. Comenzaron a escribir de izquierda a derecha y de arriba abajo, para no ir a manchar el escrito con la letra aún sin secar. Su alfabeto consta de 24 o 25 letras, de las cuales 7 son vocales con 2 “es”: épsilon y eta, y 2 “oes”: ómicron y omega. La “u” sola tenía el sonido de la u francesa, y, para el fonema de la u española usaban el conjunto, que no diptongo, ou. Su primera letra es alfa y la última omega. Con todo, la necesidad, tal vez, de ahorrar tiempo y espacio los hizo simplificar sus escritos, dándoles sonidos ajenos a algunas letras, y desvirtuando con ello el verdadero concepto de alfabeto. El fonema n antes de g, lo representaron con la letra g (aggelos, por angelos, ángel), no obstante que otras consonantes duplicadas sí suenan dobles, como la m en gramma.

El hecho de haber añadido las vocales a todas esas consonantes adquiridas del fenicio fue lo que creó un primer alfabeto completo y auténtico, así tuviera la inconsistencia dicha y algunas pocas más. A cada fonema correspondía un grafema exclusivo, una letra propia. No había que adivinar los sonidos vocálicos como se hace en las lenguas semitas.

El griego se extendió por todo el mundo conocido por ellos y se convirtió en koiné, la lengua común de la antigüedad. En efecto, a más de trasmitir la maravillosa riqueza de su cultura, es una de las lenguas más importantes de la Biblia, ya por la traducción del Antiguo Testamento en Egipto por los llamados 70, ya por los escritos del Nuevo Testamento: Evangelios, Epístolas y Apocalipsis, redactados casi todos en griego. La sonoridad de la lengua y la riqueza de sus pensadores y escritores harían de él una de las lenguas más estudiadas, más apreciadas durante el esplendor de su cultura y más tarde, al ser redescubierta desde el Renacimiento. Aún hoy, la mayoría de las nuevas palabras científicas en biología, medicina, química, astronomía y otras ciencias y artes se forman con raíces griegas.

Los griegos trasmitieron su alfabeto a toda Europa mediante dos ramas: la occidental por Roma desde hace más de 2.000 años, que se convirtió en el alfabeto latino y hoy el de la mayoría de las lenguas europeas y aun de otras regiones tan diversas como Turquía o Vietnam, y la oriental por el mundo eslavo, llevada por los misioneros Cirilo y Metodio hacia el año 1000 D. C., convertida principalmente en la de Rusia y la mayoría de los países de la antigua Unión Soviética.

El alfabeto latino trajo varias innovaciones. Un buen número de letras conservó casi intacta la forma que tenían en el griego, aunque las letras mayúsculas se volvieron angulosas, geométricas, menos gráciles, menos rotundas. Los romanos, engreídos con su orgullo imperial, buscaron que las letras tuvieran formas fáciles de cincelar en inscripciones sobre la piedra y el mármol para inmortalizar sus hazañas.

Del griego pasaron casi sin cambio, pero en la forma expuesta, las mayúsculas: A, B, E, Z, H, I, K, M, N, O, T, X, Y. Unos pocos grafemas fueron remodelados para conformar letras nuevas, C, D, G, L, S, P, R. Finalmente tomaron tres letras del griego para representar fonemas propios: V, F, Q. Sin ninguna lógica, comenzaron a utilizar más de una letra, como en el caso de la C, para representar un solo fonema, K, algo que más tarde se convertiría en el rompecabezas de la llamada “ortografía” de todas las lenguas romances derivadas del latín. También a algunas les cambiaron la pronunciación para adaptarla a su fonética.

La mayor ambigüedad la crearon al utilizar varias letras para representar el fonema K. Primero la Q. Más tarde, quizás por la prisa en las comunicaciones y los negocios, crearon la C, eliminando el palo vertical de la K. De las tres letras: K, Q, C, ésta última fue la que pasó con más frecuencia a las lenguas romances, aunque con multitud de sonidos, ya estuviera sola, ya en combinación con otras letras: ch, sch, ck, o adquiriendo múltiples fonemas como en el español: K, Z, S. Además de la F, utilizaron PH con idéntico sonido para transcribir palabras griegas. Una combinación que luego se prestaría a grandes ambigüedades fue CH. La V se confundía en muchos escritos con la U. Quizás en un principio la H era sonora, pero pronto quedó muda, agregando así una letra al escrito que no se encontraba en el habla y haciendo más difícil el aprendizaje de la lectura y la escritura.

El latín se convirtió en lengua mercantil, de guerreros y conquistadores, y finalmente de retóricos, que solo la podían escribir los más cultos y los legisladores, pero no el vulgo para defender sus derechos. Quizás una de las razones que se ocultan tras la veneración por “la ortografía” sea el temor de que, si el pueblo puede escribir fácil y correctamente, pueda redactar leyes. Con su espíritu pragmático, empezaron a simplificar las letras y a utilizar varias compuestas, para plegarse más fácilmente a la traducción de los griegos. Esto originaría gran confusión para el latín y las lenguas que se desprenderían de él: italiano, español, francés, portugués, inglés, alemán, etc.

Fue un alfabeto ágil que permitió afirmar el poder mediante el derecho, la oratoria, la poesía, el comercio, la religión. El cristianismo tuvo en él un vehículo asombroso para llevar su evangelio, su Biblia, su liturgia y el pensamiento de sus papas y obispos, como el judaísmo tuvo el intocable y hierático hebreo para trasmitir la Torá y el talmud, y el islamismo el árabe para difundir el Corán. Tres religiones del libro que, sin un alfabeto, difícilmente hubieran podido esparcirse por todo el mundo. A medida que las legiones romanas conquistaban a Europa, desde Grecia hasta la Península Ibérica y las Islas Británicas, el latín se convirtió en lingua franca y empezó a utilizar su alfabeto para escribir multitud de palabras de los pueblos a los que llegaba: iberos, galos, francos, británicos, germanos. Así empezó a representar sonidos desconocidos para sus dueños, que luego serían parte de las nuevas lenguas que brotarían como por ensalmo tras la hecatombe del imperio.

Del Latín al español

Pasarían varios siglos de asimilación de otras lenguas además del latín: árabe, judío, gótico e ibérico, hasta formar el español y, mucho después, hasta definir la "ortografía" que perpetúa una escritura alejada de la fonética. Los alfabetos derivados del latín cargan con el lastre de una lengua muerta que han ido adaptando a la propia, bien modificando los fonemas, como las vocales del inglés, o con signos adicionales como los acentos del francés y el italiano, o con nuevos dígrafos y aun trígrafos, como el th y el sh inglés, y el sch del alemán. El español, en cambio, creó una letra única, la ñ, que otros idiomas escriben con dígrafos: nn, gn, nh, aunque, desafortunadamente no continuó el proceso con la “rr”, la “ll”, la “ch”, la "gue", la "que", etc., aunque sí viene suprimiendo la “ps” de psicología, sicología, la “pt” de septiembre, setiembre, siete, la “mn” de mnemotecnia, nemotecnia, la “gn” gnomo, nomo y hasta la “ct” de octubre, otubre, al menos en el habla. Los cambios de pronunciación imponen los de la escritura, pero es un proceso más lento. ¿Cuántos no convierten la x y la xc en simple s, esepción, en vez de excepción? El español normalizó mucho la escritura del sonido j (aunque los mejicanos aun escriben México), pero duplicando aún su escritura con la g: ge, gi, je, ji. La "y" suena i cuando es vocal y “ye” si es consonante.

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Un comentario a la entrada “Historia del alfabeto”

  1. Clara Gómez
    domingo 24 de abril de 2011, 21:14 COT
    1

    Muchas gracias profesor Fabio por recrearnos de manera tan genial en estas líneas, la historía del alfabeto, he aprendido muchísimo…



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