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Sobre marchas prometidas, secretas, concretas, ideales e irrealizables: una crónica reflexiva acerca de la protesta contra las FARC en Barcelona

Especial Marcha 4 de febrero > Europa
Por

martes 5 de febrero de 2008 16:16 COT

1.

Luego de todas las discusiones era dificil saber qué encontraríamos en la marcha. Podía ser lo peor. Y no sólo eso. Podía ser lo peor de varias formas distintas. La hipotéticamente sencilla marcha "contra las FARC" había resultado en la práctica ser terriblemente compleja y era dificil predecir su resultado.

Ciertas cosas me preocupaban, debo admitir. Iba, sí, pero con cautela, temeroso de encontrarme algo distinto a lo propuesto, algo que le diera la razón a los que dijeron que la marcha sería un mitin político a favor del uribismo, o una batalla campal entre los unos y los otros, los de siempre en últimas, con una multitud en medio obligada por las circunstancias a tomar bando de inmediato y unirse a la batalla.

Me preocupaba sobre todo el silencio de los organizadores. Me preocupaba (y ahora me molesta) que quienes recibieron la misión de coordinar la marcha ignoraran a una centena de personas que ofrecieron su ayuda e ideas. En cambio de esto -tal vez para blindarse, tal vez por protección, claramente con desconfianza- prefirieron callar cualquier detalle organizacional, incluso cuando en más de una ocasión les escribí pidiendo información sobre lo que harían. Siempre "mañana", siempre "paciencia", y llegó el lunes y lo cierto era que caminando hacia el lugar de encuentro todavía no sabíamos lo que ocurriría.

La semana pasada le pregunté a alguien qué estaba pasando. Le escribí a otra de las participantes de la lista de correo de ignorados. Me dijo que no sabía. Que al principio, en el origen de los tiempos, había una lista de veinte personas proponiendo actividades, diferentes actos simbólicos, todos ofreciendo su ayuda para el encuentro, y de repente, de la nada, el "comité central facebookiano" del evento nombró a dos personas que no hacían parte de la lista original. Dos personas cuya respuesta, cuando las contacté por primera vez para ofrecerles mi ayuda, fue invitarme a una fiesta colombiana en un bar. Empezamos mal, pensé, pero seguí intentándolo.

La lista creció. Los mensajes iban y venían pero de pronto, a la semana y algo de intercambio constante, se hizo evidente que los organizadores simplemente no les interesaba lo que dijeran ahí. No les interesaba ni respondían. La lista crecía y se movía pero el evento seguía siendo un gran signo de interrogación. ¿Qué ocurriría? ¿Estarían en lo cierto los profetas apocalípticos? ¿Debíamos prepararnos para lo peor?

Entonces, el viernes, llegó la señal negra que esperaba: En un correo escueto, los organizadores anunciaban que tenían doscientas camisetas a diez euros cada una, y que… Mejor lo cito textualmente:

"Les comunicamos a los interesados en tener una camiseta de la manifestación que aprovechado que hay fiesta latina con motivo del carnaval de Barranquilla en la calle Platon 15 en café noir a partir de la 11:30 de la noche, las venderemos en este sitio, solo tenemos 200 camisetas, el precio es de 10 euros unidad. El dinero se usara para pagar el grupo electrógeno que nos hace falta o en su defecto en materiales para la manifestación"

No más, sólo eso. Ese fue el correo informativo más completo que recibimos. Aprovechando la contingencia, estamos haciendo negocio con ustedes, nos decían. No nos importa un bledo lo que opinen o digan. No importa convencerlos de la importancia y luego venderles la camiseta oficial. Mil pinches euros caidos del cielo. Nada mal, nada mal.

Y luego seguí encontrándome por la calle discusiones sobre la marcha durante el fin de semana. Discusiones duras y discusiones no tan duras. Críticas y contracríticas. Los mil y un argumentos. El domingo pensé mucho en el asunto, pero al final decidí participar, al fin y al cabo con hacerlo no apoyaba su negocio, simplemente expresaba algo que me parecía importante decir. Asistir era algo puramente emocional y con nulo caracter práctico, un símbolo apenas para sentir que hacemos algo, que no nos quedamos sentados.

2.

De camino a la marcha me pregunto si será mejor cerrar los ojos y los oidos y simplemente estar de alguna manera ausente. Decir el "No más FARC" en la cabeza y abstenerme de gritar. Cerrar los ojos y pensar en Alf y Ana, secuestrados hace tres semanas ya. Caminando con Mónica de la mano predecíamos que seguramente gritarían. Siempre gritan. Me gustaría ver una protesta silenciosa. El silencio de mil personas debe ser una visión poderosa, llena de significado. Una multitud silenciosa es dificil de lograr. Requiere el esfuerzo de todos. Exige concentración y verdadero compromiso. Sería lo justo para un evento como este: No un minuto de silencio, no. Media hora entera, ojalá. O incluso más. Todo el silencio posible en oposición a todas esas balas. Habría sido lindo.

Pero no, no podía ser así. Sabíamos que gritarían y temíamos por lo que gritaran. Sabíamos que habría himno nacional y algunas banderas. Ya en la plaza encontramos unas trescientas personas frente a una pequeña tarima y una bandera de Colombia a medio hacer con tarjetas. Luego llegaron más. Hacia el cierre sumaban las mil. Algunas banderas esperábamos pero encontramos muchas banderas. Me pregunto si salen de Colombia con la bandera en la maleta o si las compran acá. ¿De dónde salen esas las banderas tan grandes? El comité organizador está en la tarima, se distribuyen responsabilidades. Son unos diez o quince. Algunos reparten banderines, otros ofrecen tarjetas para escribir cosas y completar una bandera, veo a un tipo con una tabla recogiendo firmas, me imagino qué nombre inventaré si me pide mis datos, me imagino alguna profesión que lo descoloque, veo un muchacho de muletas con un saco de sudadera con el perfil de Andrés Escobar pintado con kilométrico azul. Suena Juanes y suena también la canción del aguardiente de caña. Hubo un corto minuto de silencio fracturado por varios urras. Y eso es Colombia en la distancia, sí. Todo eso somos. Están las familias numerosas y los grupos de estudiantes, también los colombo-catalanes de estirpe. Están los que mandan a Colombia euros y a los que viven de los pesos que les mandan. Algunos tienen camisetas blancas, no todos. Doy una vuelta y cuando regreso donde Mónica se encuentra tiene puesta una camiseta de las oficiales. Me la regalaron, me explica.

Leo algunas de las tarjetas, también. Hay algunas para Dios. Hay otras de añoranza. Hay muchos llamados a la paz y la libertad. Una organizadora juiciosamente las organiza a medida que llegan con ellas. Las amarillas arriba, le explica a un señor que estaba a punto de colgarla en un espacio en blanco entre las rojas. Al final esa bandera de tarjetas resulta una buena imagen de lo que ocurría: Un grupo pequeño decidía cuál era la manera correcta de representar al país. Un grupo pequeño hablaba, clamaba consignas, cantaba, y esperaba que la multitud respondiera. Como en una izada de bandera, o como en la lectura de un salmo responsorial.

¿Y qué decían? Nada salido del guión. Un manifiesto sencillo rechazando a las FARC y condenando sus acciones contra la población colombiana. Uno a uno iban leyendo apartes y luego de cada aparte venía una ola de "No más FARC". En algún momento el amplificador se murió. Se murió en el momento justo cuando un tipo gordito y calvo leía la explicación sobre por qué la marcha era sólo contra las FARC. Sergio creyó que fue un acto de censura para prevenir a un bravío colombiano que deseaba expresarse a favor del intercambio, pero la verdad es mucho más prosaica: Los equipos se dañaron.

Todo el show era un poco triste en su mecánica robótica. Pero además de triste era confuso para los cientos de turistas que por esas horas cruzaban la plaza en sus recorridos por el centro. Un alemán viejo y barbudo estereotípico se acercó a una de las banderas y le preguntó a quienes la tenían que si qué significaba. Estuve tentado a ofrecerle la cátedra del oro, los mares y la sangre, pero preferí decirle que sencillamente era la bandera de Colombia. El alemán entonces me preguntó que por qué estábamos acá. Le dije que era una protesta contra un grupo armado colombiano que masacraba gente y secuestraba. El alemán me preguntó, como aclarando, que si protestábamos contra el gobierno colombiano. Le dije que no, le expliqué escuétamente en mi mal inglés que había unos señores en Colombia que decían defendernos al tiempo que nos secuestraban y nos mataban. El señor hizo una cara rara, le dijo algo a su esposa en alemán y se alejó. No me imagino qué pudieron haber pensado otros de los paseantes que se cruzaron con la marcha. No había intención alguna de involucrarlos ni mostrarles lo que ocurría en Colombia. La marcha en Barcelona fue un evento público en su expresión pero privado en su significado. No hubo esfuerzo alguno por transmitir su sentido. Todo quedó, como es usual, entre nosotros. Un amigo mexicano me decía que de no conocer el contexto de la marcha de antemano, habría pensado que era una parada nacionalista.

Pero aunque el evento fue triste debo reconocer que fue correcto y sin ambigüedades. Si la protesta no me gustó fue por detalles de forma, de administración de la información, de coordinación de lo realizado. No me gustó porque me hubiera gustado algo distinto. Algo silencioso o algo menos festivo o algo menos amarillo-azul-y rojo y más negro y blanco. Dice Sergio en su crónica que todo este oh-gloria-inmarcesible pudo ser culpa del síndrome del expatriado. Es posible. Él inmediatamente se desliga de la masa y anuncia que él no hace parte de todo eso. A mí me cuesta más decir algo así. Creo que en medio del desorden y el fervor patrio y las banderas y la desinformación había una multitud de gente convencida, como yo, de la necesidad de exigirle un alto a las FARC. Una multitud convencida, además, de que las diferencias políticas quedan al margen cuando se trata de exigir la libertad de los secuestrados y el cese de las balas. Creo también que los organizadores se ciñeron al mensaje propuesto originalmente, y que en eso -al menos- no hubo trampas. Creo que en Barcelona -salvando los detalles aburridos- ocurrió lo que debía ocurrir, lo que yo esperaba que ocurriera, lo que todos los analistas y políticos nos explicaron que no podría ocurrir. Hubo consenso en la diversidad y no hubo choques. El clamor fue unánime, como debía serlo. En Barcelona dijeron que no a las FARC. Con banderas, himnos y lágrimas nostálgicas, tal vez, pero sin consignas de más.

3.

Un anónimo dejó un comentario en mi blog al respecto de la marcha. El anónimo pregunta "¿Y ahora qué sigue?". Tiene razón el anónimo. Es importante no perder la inercia. La marcha no puede ser un golpe aislado, la marcha debe ser el inicio de algo.


El autor es dueño del blog Balada del elefante azul

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14 comentarios a la entrada “Sobre marchas prometidas, secretas, concretas, ideales e irrealizables: una crónica reflexiva acerca de la protesta contra las FARC en Barcelona”

  1. maria paula
    martes 5 de febrero de 2008, 16:52 COT
    1

    ¿Cantar agurdiente de caña y juanes no es una posicion politica? o ¿es es solo un error de forma? hmmm.

  2. j.
    martes 5 de febrero de 2008, 17:09 COT
    2

    ¿preguntar eso cuatro veces es una posición política? ¿o es un error formal? hmmmmmmm.

  3. maria paula
    martes 5 de febrero de 2008, 18:12 COT
    3

    jeje maldito equinoXio caido.

  4. j.
    martes 5 de febrero de 2008, 18:32 COT
    4

    Hablando en serio, Maria Paula, creo que lo de Juanes y el aguardiente de caña no es ni lo uno ni lo otro sino puritico mal gusto. 🙂

  5. juglar del zipa
    martes 5 de febrero de 2008, 18:59 COT
    5

    muy mal gusto, claro. pero es político también. “ay es solo música de nuestra tierra, es solo bebidas de nuestra tierra”… nacionalismo banal. nacionalismo, igual.

  6. j.
    martes 5 de febrero de 2008, 20:08 COT
    6

    De todos los nacionalismos, el más inofensivo, sospecho.

  7. maria paula
    martes 5 de febrero de 2008, 21:47 COT
    7

    A mi me parece de hecho el mas ofensivo, puede preguntarse si uribe por ejemplo tendria tanta popularidad si no existieran todas esas cositas. Colombia es pasion, aguardientico, ruanita, mi tierra etc.

  8. equinoXio » » Especial marcha 4 de febrero
    mircoles 6 de febrero de 2008, 00:02 COT
    8

    […] 05.02.2008 Sobre marchas prometidas, secretas, concretas, ideales e irrealizables: una crónica reflexiva… […]

  9. andrés
    mircoles 6 de febrero de 2008, 03:05 COT
    9

    El primer párrafo del segundo aparte me pareció maravilloso. Es el tipo de manifestación digna, reflexiva, con altura, que uno añora. La manifestación aquí en bogotá, desde el apartamento de un amigo, se veía como una gran comparsa, y de hecho lo era un poco.

  10. j.
    mircoles 6 de febrero de 2008, 06:17 COT
    10

    No, Maria Paula, el más ofensivo es cuando a uno le meten un tiro en la nuca por haber dicho (o pensado) alguna cosa “mala” sobre el país (o sobre el gobierno). O cuando lo hornean o gasean o decapitan por ser de alguna “raza no estandar”.

    Poner canciones es folklorismo nostálgico de mal gusto (y fuera de lugar en una marcha como esta), pero nadie se muere por eso.

  11. maria paula
    mircoles 6 de febrero de 2008, 08:33 COT
    11

    El uribismo se sostiene gracias a esa propaganda politica, y el hecho de que por parta del gobierno le peguen tiros a la gente por pesanr distinto es precisamente gracias a que siga existiendo ese “fenomeno”.

  12. j.
    mircoles 6 de febrero de 2008, 09:22 COT
    12

    Disiento: el uribismo no se sostiene gracias a Juanes ni a una canción que cantaba mi abuelo con su guitarra. El uribismo se mantiene sobre todo gracias a la presión y los ataquedes de las FARC y a la connivencia del gobierno con los paramilitares (que amplió a fusil su apoyo en ciertas zonas). La popularidad de estas canciones es sólo un subproducto del fenómeno uribista. Uno de los más inofensivos, insisto.

  13. maria paula
    mircoles 6 de febrero de 2008, 20:29 COT
    13

    mmm no. Esa dinámica ha funcionado los últimos 30 años, pero otra cosa es Uribe, y él sin patria no resistiria, quiza hubiera logrado un perdiodo presidencial, pero no mas, y menos el nacionalismo exacerbado sin el, punto.

  14. juglar del zipa
    jueves 7 de febrero de 2008, 18:59 COT
    14

    j.:
    lo más peligroso de ese nacionalismo “inofensivo” es que puede convertirse en nacionalismo de tiros en la nuca. de hecho el nacionalismo ese que usted alude comenzó con música paila y aguardientico… sin hablar de las múltiples alusiones “inofensivas” a “la raza” y a “la tierra”. es de mal gusto y es peligroso y es asqueroso. es unanimista, es creador de enemigos a partir de la más mínima diferencia. ahí tiene pintada su marcha.



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