África olvidada por los medios chibchas, parte 1: la guerra interminable en Uganda

Ya es habitual en los medios masivos colombianos el pobre cubrimiento de la información internacional. La actitud provinciana, de “somos el ombligo del mundo”, no es para nada nueva. Y dado que para la mayoría de la población la única fuente de información son medios como la televisión y la radio, muchos colombianos no se enteran de que, aparte de nuestro prolongado conflicto interno (así José Obdulio dedique el resto de su vida a negarlo) y las invasiones gringas a Iraq y Afganistán, en muchas otras partes del mundo existen guerras tanto o más graves que la nuestra (de hecho, rara vez la guerra colombiana ‘moja’ prensa afuera, a no ser que esté metido en algún lado Hugo Chávez, como sucedió con los Toshiba de alias Raúl Reyes, o, desde su liberación, Íngrid Betancourt).

África, todo un continente, es uno de los lugares que más desconocemos los colombianos en términos informativos. Apenas se mencionan Darfur o, más recientemente, la piratería en las costas de Somalia (otro país con su propia guerra civil). Un diario nacional publicó la semana pasada una excelente serie de artículos de Jon Lee Anderson sobre el dictador de Zimbabue, Robert Mugabe. Y, cómo olvidarlo, los vergonzosos nombramientos de los polémicos Carlos Moreno de Caro y Édgar Perea en la embajada de Colombia en Sudáfrica, una de las tres misiones diplomáticas que tenemos allá (las otras dos son las de Egipto y Kenia). De resto, apenas llegan muy de vez en cuando noticias de esa parte del mundo, que en el imaginario nacional suele representarse con “negritos” raquíticos aguantando hambre (a pesar de que hay países como Nigeria o Kenia con un desarrollo similar a algunos países latinoamericanos, o Sudáfrica, que es considerada potencia “emergente”).

Para remediar en un porcentaje mínimo ese blackout informativo, hemos escogido reseñar en este especial tres acontecimientos (de muchos) ocurridos en África en este año que termina. Iniciamos con la guerra entre el ejército de Uganda (otrora una insurgencia) y el Ejército de Liberación del Señor, que ya completó dos décadas y que en 2008 vio cómo fracasaron las conversaciones de paz iniciadas dos años antes. Al fin y al cabo, todos somos afrodescendientes.

La guerra interminable en Uganda

Abril de 2007, Patongo, norte de Uganda: los hermanos mayores cuidan de los menores mientras los padres salen al campo (Foto: Sanjoy Ghosh / Flickr, licencia CC-BY)

En septiembre de 2006, dábamos cuenta en equinoXio de un proceso de paz en Uganda, entre el gobierno de ese país y el grupo extremista y paramilitar cristiano Ejército de Liberación del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), liderado por Joseph Kony. El LRA es sucesor del Ejército Cristiano Demócrata de Uganda (UDCA), formado tras el derrocamiento de Tito Okello, miembro de la etnia acholi, que habita el norte del país, en 1986. Okello luchó en el Ejército Nacional de Liberación de Uganda (UNLA) contra el dictador Idi Amin en los 70, y luego contra el antecesor -y sucesor- de éste, Milton Obote, a quien derrocó en 1985. No obstante, seis meses más tarde, otro grupo armado, el Ejército de Resistencia Nacional (NRA), al mando de Yoweri Museveni, lo sacaría del poder. Museveni es el presidente de Uganda desde entonces y el NRA es el ejército oficial.

Básicamente, el LRA busca imponer en Uganda una teocracia cristiana “basada en los diez mandamientos” bíblicos, sincretizados con creencias ancestrales de los acholi (quienes son las principales víctimas de la guerra). Algunos observadores consideran que el movimiento y su líder, Kony, tienen “características clásicas de un culto”. Kony se cree un “médium” por el cual se manifiesta el Espíritu Santo. Contra él y otros cuatro líderes del LRA existen órdenes de captura proferidas en 2005 por la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Buena parte de los miembros del LRA está constituida por mujeres y niños, algunos de ellos reclutados a la fuerza. El ejército oficial también recluta niños desde los 13 años y, aunque supera ampliamente en pie de fuerza a los rebeldes (tanto que se da el lujo de mandar contingentes a apoyar a la coalición liderada por EUA en Iraq), no ha podido vencer al LRA. Y si bien como se dijo hace unas líneas, los acholi son las principales víctimas tanto del LRA como del ejército, los combates de este último contra los rebeldes, muchos de ellos niños de dicha etnia, son vistos por algunos civiles como ataques contra su pueblo (para más información sobre los efectos de la guerra en los civiles, ver artículo ¿Esperanza en Uganda?, publicado el 12 de septiembre de 2006).

El grupo actúa en Uganda, especialmente en la región conocida como Acholilandia, en el este de la República Democrática del Congo (RDC, antiguo Zaire) y en Sudán, país donde se acusó al gobierno de la región semiautónoma del Sudán del Sur (en la que gobiernan ex rebeldes con quienes se hizo la paz en 2005) de hacer caso omiso a las circulares rojas de Interpol contra los cabecillas del LRA y de suministrarle dinero y comida. Sudán del Sur fue el escenario de las conversaciones de paz entre el LRA y el gobierno de Kampala que fracasaron este año. En 2005, la Corte de La Haya ordenó a Uganda pagarle una compensación (negociada por las partes en US$10.000 millones) a la RDC por violar la soberanía de Kinshasa y haber cometido violaciones a los derechos humanos allí. Diversos sectores afirman que las atrocidades del LRA han minimizado las acciones del régimen de Musevini contra los civiles en la región de Acholilandia.

Juba: una oportunidad desperdiciada

Con el gobierno de Sudán del Sur actuando como mediador (labor a la que se sumarían Kenia, Sudáfrica, Mozambique, además de la Unión Europea y Estados Unidos como “observadores”), a mediados de 2006 iniciaron, en la capital de dicha región semiautónoma sudanesa, las negociaciones entre Kampala y el LRA, cuyo líder Joseph Kony había negado en varias entrevistas que su grupo armado ilegal hubiera cometido atrocidades. A comienzos de agosto, el mandamás del LRA daría su primera rueda de prensa de la historia, en la que, rodeado de sus combatientes -muchos de ellos menores de edad-, exigía un cese al fuego por parte del ejército oficial. Para facilitar los diálogos, Kampala pidió a la CPI suspender las órdenes de captura contra la dirigencia del LRA.

A finales de agosto de 2006, el gobierno y los insurgentes firmaron la tregua. Tras una verificación a comienzos de octubre, el presidente ugandés Museveni se encontraría con los negociadores del LRA. Una segunda tregua se firmó en noviembre de 2006 y sería extendida varias veces, a pesar de señalamientos tanto del LRA como del ejército ugandés, en que se acusaban mutuamente de violar los pactos y de realizar ataques. Las conversaciones se estancaron varios meses. El número dos del LRA, Vincent Otti -quien había participado en las negociaciones-, murió en octubre de 2007, pero el deceso solo se confirmó dos meses después. Algunos desertores del LRA afirmaron que Otti fue ejecutado, al parecer por diferencias con Kony.

Para superar el obstáculo que representaban las órdenes de captura de la CPI, en febrero de 2008 se acordó que los crímenes de guerra perpetrados por el LRA fueran juzgados por el Tribunal Supremo de Uganda, en lugar de la CPI. También se alcanzó a hablar de posibles cargos en el gobierno para comandantes del LRA luego de una desmovilización. En abril de 2008 se suspendieron las negociaciones, luego de que Kony no se presentara a firmar un acuerdo. A pesar de lo anterior, en mayo Kampala creó una corte especial de crímenes de guerra, con miras a convencer a la CPI de retirar o suspender las órdenes de captura contra miembros del LRA. Tras conocerse que el LRA había vuelto a reclutar soldados mediante el secuestro de mujeres y niños y que había ejecutado algunas acciones bélicas al sur de Sudán, en junio el gobierno de Juba abandonó su labor mediadora.

La operación “trueno relámpago”: todos contra el LRA

Desde el inicio de las fallidas conversaciones, Joseph Kony se encuentra en la región fronteriza de Garamba (donde se halla un parque nacional declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO), en la RDC. Allí, los ejércitos de ese país, de Sudán del Sur y de Uganda iniciaron en los últimos días la operación “trueno relámpago”, en respuesta a las acciones bélicas del LRA, que se han extendido por el antiguo Zaire y la República Centroafricana. Los tres ejércitos afirmaron el 14 de diciembre pasado que “destruyeron” y “prendieron fuego” al campamento donde se encontraba Kony, quien, no obstante, logró escapar, entre otras cosas porque el ejército ugandés no rodeó el campamento con tropas en el terreno, a pesar de que la operación fue preparada con unos seis meses de anticipación.

El viernes pasado, presuntos miembros del LRA asesinaron a 45 civiles, pasándolos a machete y golpeándolos con palos, en una iglesia católica al norte de la RDC. La bancada parlamentaria de la etnia Acholi atacó al gobierno por la ofensiva, y específicamente al presidente Musevini, acusándolo de crímenes de guerra al norte del país; igualmente, se fueron lanza en ristre contra el ejército (que según un comentarista local usó en la operación la “nueva casta” de uniformados, “destinados a reemplazar a los envejecidos, obesos y, en algunos casos, beodos” oficiales actualmente al mando) por fracasar en la captura de Kony, y en general por no buscar una salida política a la guerra de más de 20 años. Kampala instó a la policía a determinar si las declaraciones de los parlamentarios del norte de Uganda eran “criminales”.

Así las cosas, continúa uno de los más sangrientos y prolongados conflictos en el centro de África, en el que, además de las bien documentadas atrocidades de los subversivos, queda por establecerse la responsabilidad de las fuerzas gubernamentales en la crónica situación humanitaria de los miles de desplazados, heridos y, por si fuera poco, niños y jóvenes ex combatientes que logran escapar del secuestro del LRA o del reclutamiento del ejército oficial, máxime cuando el presidente Musevini, quien dentro de unos días completará 23 años en el poder, ya no es objeto de elogios en occidente.

Próxima entrega: la muerte de un dictador y el golpe de estado en Guinea

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