Íngrid y el vaudeville de Sarkozy

Con la marcha del 4 de abril se termina el tema de la pronta liberación de Íngrid Betancourt o de, por lo menos, el tratamiento médico que con fines humanitarios programó unilateralmente el presidente de Francia.

C’est fini. El vaudeville de Sarkozy llega a su fin. Nada que hacer. La liberación de Íngrid no está en la agenda de las FARC, por lo menos en el futuro cercano y menos el alivio de sus condiciones físicas. A la guerrilla le sirve la Íngrid enferma, desvalida, postrada, vencida, humillada. Su imagen de sufrimiento mueve ONG, gobiernos y marchas y permite subir los réditos de su cautiverio.

Las acciones del secuestro de Íngrid están al alza, en bonanza, y como sucede en el mercado financiero, nadie vende cuando el mercado está subiendo. Hay que esperar el tope para negociar con el mayor rendimiento posible. Es la ley del mercado y así nos indigne, Íngrid, sobre todo Íngrid, es una mercancía. Pero no sólo para las FARC que, aparte de lo que quieren obtener, no ocultan el tufillo de venganza por la muerte de Raúl Reyes. También para otros actores, la ex candidata presidencial secuestrada es un filón para explotar en su propio beneficio.

Sarkozy es el primero. Recuérdese que un lema de su campaña presidencial, buscando atraer votantes, fue la liberación de Íngrid y, ahora, que la luna de miel con los franceses muestra signos de deterioro, nuevamente acude a la mujer-comodín para recuperar su apoyo. No le fue bien en las pasadas elecciones municipales donde la izquierda avanzó. No sorprende el avión “médico”, ni su propuesta de ir a la selva colombiana a recibir a Íngrid. Le faltó decir que se canjeaba por ella.

Mientras el avión “humanitario” viajaba hacia Colombia, pocos creyeron en una misión armada folclóricamente, sin consultar a las FARC. Y ahí, parqueado en la base militar de Catam hasta nueva orden, el Falcon resulta patético. El fracaso estaba cantado desde antes de partir. ¿Por qué lo hizo Sarkozy, entonces? Publicidad. Mostrarle a la díscola opinión pública francesa, que hoy se conmueve por Íngrid, que él es capaz de todo con tal de conseguir su liberación. “La intención es la que vale” es el eslogan detrás de esta campaña. Mientras posa con Carla Bruni, Sarkozy hace cuentas. En política todo se vale, incluyendo una bella esposa y una rehén macilenta.

Pero otros no se quedan atrás. Y el presidente colombiano sí que las sabe hacer. Podría llamarse a estas alturas el reciclador de la guerra. Serio, circunspecto, la estrella colombiana de los medios extiende la mano al enemigo al tiempo que le escupe en la cara, para luego decir, que él no tiene la culpa si el otro no acepta. En su lenguaje de patriota engominado habla de paz, mienta a Dios y se sacude el corazón, mientras ordena cerrar las puertas a todo lo que signifique menos guerra, empezando por la reserva de la negociación. Por eso, cada vez que alguien abre una posibilidad de diálogo, corre a los micrófonos a torpedearla, no sólo haciéndola pública, sino reciclando una y otra vez su misma propuesta conspiradora, adornada con nuevos abalorios.

Y, por supuesto, el infaltable Chávez también se encuentra en la palestra. Ahora hace mutis en el foro, pero no se duerme. Tiene su alfil cordobés merodeando por la Casa de Nariño, mientras esconde su grandilocuencia detrás de los hallazgos cibernéticos del difunto Reyes. Sabe que la liberación de Ingrid pasa por sus manos. Sólo le resta esperar a que las presiones obliguen a Uribe a reengancharlo, quizás no como antes, pero si en compañía de Sarkozy. En el Palacio de Miraflores recibirá a Íngrid y el francés lo hará en el Elíseo. Hum… las encuestas se engolosinarán con ellos.

Aquí todos ganan. Como en ¿Quién quiere ser millonario? Falta saber cuánto. Depende de Íngrid. El límite de sus fuerzas marcará el fin del sufrimiento. Cuando su vida esté por agotarse, será más valiosa que nunca y marcará el momento para que el mejor postor se la lleve. Antes se le sostendrá en este duermevela con la muerte, soltando periódicamente rumores que remuevan el sentimiento de la gente. Todo se vale en esta guerra degradada donde la vida es una mercancía y la muerte, muchas veces una liberación.

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